𝑻𝒓𝒆𝒔

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—¡Atención! ¡Su Majestad, Hürrem Haseki Sultan está aquí! —exclamó un eunuco negro.

Inmediatamente todos los sirvientes del Antiguo Palacio le hicieron reverencia a la Sultana.

Ella tan solo se la pasó de largo y no hizo conversación ni bromeó con alguna chica que captara su atención —como casi siempre sucedía—. No tenía ganas de sonreír, no cuando no tenía a su bebé Cihangir a su lado. Ahora lo que rondaba en la mente de la rutena pelirroja era que si la esclava esa la reemplazaría en su ausencia.

—¿Por cuánto tiempo seguiremos así, Su Alteza?

—No lo sé Sümbül. Te juro que este palacio no es para mí, me muero si es que me sacan de acá ahora mismo. Ni para hacer bordado pues unos cuantos segundos después de empezar ya estoy dormida.

—Si desea la acompaño al jardín para que se distraiga un poco mi señora.

Suspiró —No sé qué haría sin ti Sümbül Ağh —dijo levantándose del diván—. Vamos.

Mihrimah Sultan estaba compartiendo mesa con su nuevo esposo

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Mihrimah Sultan estaba compartiendo mesa con su nuevo esposo. Ella obviamente está más que feliz de que sea así. Algunos decían que ese matrimonio era un poco raro ya que hasta Rüstem era mayor por uno cuantos años a su suegra, siendo que el yerno tenía 39 años.

—¿Por qué no le agrado a tu madre Sultana? —interrogó.

—Te ve como un hombre sin elegancia ni gracia —respondió—. Demasiado “común y corriente” dice, por no decir que según ella estás feo.

Él se aguantó de la risa por la ocurrencia de su suegra Hürrem Sultan, incluyendo Mihrimah sonrió un poco.

—Bueno, voy al consejo —se levantó del almohadón y fue hasta su esposa, dándole un beso en la mejilla—. Cuídate querida.

Justo al salir por las puertas Mihrimah llamó a su marido.

—Si de la nada mi padre perdonó a mi madre —el sonrió un poco, no creía que fuera así—, por qué puede suceder —le aclaró—, debes ignorarla. Y si no te pido que le des tiempo para que te acepte como su familia, es que mi madre puede ser difícil —explicó Mihrimah

Rüstem asintió y despidió una vez más de su esposa.

—Este jardín no se compara en nada al de Topkapı, ¿Qué me dices Sümbül? —preguntó

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—Este jardín no se compara en nada al de Topkapı, ¿Qué me dices Sümbül? —preguntó.

—Opino lo mismo Su Majestad.

El tiempo en el Antiguo Palacio corría tan lentamente que si la Sultana no hacía algo para matar el tiempo, pronto se volvería más loca de lo que Rüstem creía que era su suegra.

—¿Nazlı te ha dicho algo con respecto a la esclava griega?

—No mi Sultana.

Normalmente Hürrem estaría planeando como acabar con la vida de Mahidevran Gülbahar o con la vida de Mustafa, aunque por esta vez era la excepción. Hürrem estaba tranquilamente aburrida, y era tan así que había empezado a darle sueño.

Sus párpados ya estaban rindiéndose ante el cansancio.

—Mi señora alguien quiere verla —avisó Sümbül Ağh hablando suavemente.

—¿Quién es? —balbuceó— ¿Süleyman? Si es así dile que se vaya al diablo.

El eunuco no sabía como decirle como era la situación a su Sultana. Y lo más seguro es que ella se ponga a gritar por qué no quería ver a Damat Rüstem Paşa.

—¿Y entonces Sümbül? Dí algo.

—Quien vino a verla es Rüstem Paşa, mi Sultana.

Hürrem nada más vió a su fiel sirviente e hizo una mueca. Ella no quería saludar ni ver a su yerno.

—¿Por qué no me avisaron que vendría? —inquirió arreglándose su melena roja—. Hubiera evitado su visita.

—Si lo hubiera sabido se lo habría dicho, Majestad. —contestó el moreno.

—Solo me queda recibirlo —dijo caminando por los pasillos.

Llegó hasta su destino y entró a la sala. Vio a Rüstem de espaldas y sin rodeos le preguntó:

—¿Qué deseas Paşa?

A usted Sultana...

𝑫𝒂𝒎𝒂𝒕Where stories live. Discover now