𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐

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—¡¿Qué dijiste bastardo?!

Rüstem evitó decir “Tch” por respeto a Hürrem Sultan. Eso no esquivó que el Paşa se maldiga varias veces en sus adentros.

—¡¿Cómo te atreves a decirme eso?! —le gritó.

—Y según usted ¿Qué he dicho? —empezó a retar verbalmente a su suegra Sultana.

La Haseki Sultan giró a ver a su sirviente moreno, esperando una respuesta a favor de la misma. Se equivocó.

—No quiero contrarearla a Su Alteza; he oído un «Hablarle a usted Sultana»

Aleksandra estaba segura de lo que había escuchado. Ese tipo de atrevimiento era castigado con la ejecución. Ella lo hubiera hecho si es que no fuera el amado marido de su amada Mihrimah. Así que decidió NO creer en las palabras de su yerno, sino en las del Ağh de confianza.

—Puedes retirarte Sümbül —de un momento a otro se tornó calmada. Con esos cambios repentinos de humor cualquiera podría pensar que ella debía tener un caso de bipolaridad—. Hablaré con mi yerno a solas.

«Hablaré con mi yerno a solas», esas palabras resonaron en la cabeza del Paşa, aún más las palabras «mi yerno». Para él, era un gran avance que su suegra lo llame de esa forma: yerno. Para ella, nada más era una forma de dar diversidad al mencionar al Gran Visir.

El Ağh salió casi corriendo pues sabía que si las órdenes de su señora no eran ejecutadas casi al instante, ella podía convertirse en un volcán que arrasaba contra todo el mundo sin importar quien sea preso por su lava.

La Sultana Haseki tomó asiento y le invitó a Rüstem a hacer lo mismo que ella. Él obedeció sin protestar, ya que era conocedor de lo explosiva que podía ser su joven suegra.

—¿Para que esta audiencia Paşa? ¿El Sultán te envío para que te disculpes por él? —preguntó con muchos aires de grandeza y soberbia. Qué creída.

El yerno de los Sultanes por lo único que vino fue para ver a Hürrem, e intentar agradarle preguntando como estaba o como podía ayudarla para que su estadía en aquel lugar sea mejor. Idea que prontamente descartó: sabía que la Sultana Haseki Hürrem iba a responder sarcásticamente con un: “¿Te remuerde la conciencia al haberme dejado aquí como la culpable de aquel suceso?”.

—¿Entonces? ¿Te vas a quedar con el hocico cerrado? —eso sí que está muy jodido como para hacer que la paciencia de Rüstem, se valla al diablo… sus palabras eran tan molestas que a cualquiera le daban ganas de ponerla en su lugar.

El croata calló y no respondió a la pregunta de la rutena. Su acción irritó tanto a Hürrem qué, se podía ver como su piel iba de blanco a rojo.

—¡Bueno! ¡Si no vas a decir algo, mejor no pierdo mi tiempo contigo! —gritó exasperada.

Nunca jamás es bueno responder apresuradamente cuando uno se siente presionado.

—¿Desea cenar esta noche conmigo? —interrogó con desesperación y presionado por el enojo de su suegra, temía el rechazo de la doña Hürrem.

La Sultana inmediatamente creyó que esa propuesta la sacó por la presión que ella provocó por su forma de actuar. Al final aceptó la invitación de Rüstem.

—Dile a los sastres que hagan un vestido. —le ordenó a Sümbül Ağh, saliendo de el lugar de reunión.

—Lo que usted diga Su Majestad.

—Te apuesto todo mi sajancado a que nuestra madre le arranca los ojos a tu esposo, Mihrimah

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—Te apuesto todo mi sajancado a que nuestra madre le arranca los ojos a tu esposo, Mihrimah. —sonrió con diversión Mehmed. La hija del león del Islam, le miró con desaprobación.

La Sultana del Sol y la Luna aún viendo mal a su hermano mayor le dijo: —No es gracioso, Su Alteza.

Las sirvientas que iban de palacio en palacio eran tan chismosas qué, la noticia de la cena entre Hürrem y Rüstem se había esparcido como pólvora tanto en el Antiguo Palacio tanto como en Topkapı.

—Allah proteja a Rüstem —volvió a reírse. Después mostró una cara seria—. ¿Papá está al tanto de la reunión?

—Sí. Yo misma le informé a nuestro Sultán de la cena.

Tantos Paşas que odiaban a la Sultana Haseki Hürrem y a el nuevo Gran Visir que no dudarían en usar una simple e inocente cena para dañar la imagen de ambos, por eso tanta cautela en Mihrimah; ya que ella no estaba dispuesta a terminar viuda y joven como lo fue Hatice Sultan en su primer matrimonio con İskender Bey… mucho  menos quería perder tan rápido a su amada madre.

—Solo espero que mamá no se comporte como una salvaje. Ya sabes, por lo de mi–

—La primera vez solo fue efecto del alcohol —recordó abruptamente, eso y otra cosa—. Cuando ella llegó aquí, según me chismosearon, tenía un carácter rebelde que solo nuestra abuela que en paz descanse podía controlar. ¿Crees que mi cuñado si quiera podrá saltarse sus arranques de ira?

Mihrimah Sultan miró al Şehzade Mehmed con suma preocupación. Aveces su progenitora podía actuar violentamente, olvidándose por completo de aquella personalidad dulce y risueña que tiene de entrada.

—Ojalá que sí Mehmed —suspiró con mucha pesadez—. Ojalá que sí.

𝑫𝒂𝒎𝒂𝒕Where stories live. Discover now