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NAKAMURA ESTABA MUY MOLESTA y aunque tenía motivos para estarlo con su compañera Aisuru, aquella molestia solo procedía de su desesperación. Había pasado ya una semana desde que había ido a su casa junto a Okano y Okuda, una semana desde que la había visto reír. Aunque Rio ya no sabía si aquello había sido una ilusión, pues luego de haber abandonado la casa de la joven todo había empeorado.
Los días siguientes Sunpo ya no les dirigía ninguna palabra a menos que fuera por el trabajo, lo que era extraño porque siempre se quejaba del comportamiento de la rubia. La única vez que la había visto interactuar con alguien en aquella semana fue con Teresaka, y solo fue un día donde al grandullón le dió por comentar en voz alta como serían los padres de Sunpo. Si serían tan raros como ella o simplemente pasaban de su cara.
Antes de que nadie pudiera decir algo Teresaka ya estaba en el suelo, con una Aisuru mirándolo desde arriba con una mirada llena de desdén mientras aguantaba las ganas de golpearlo. Porque aunque decía que ya nada le importaba, sus costumbres de heroína seguían en ella. Nunca le importo que tan gilipollas podía ser una persona, si no suponía un peligro mortal para la tierra no le pondría ninguna mano encima. Y si, puede que había tirado al suelo a Teresaka pero retenía sus ganas de golpearlo como tantas veces había hecho en antaño.
Afortunadamente, aunque Teresaka seguía comportándose como un imbécil con ella, en ningún momento había vuelto a dar un comentario sobre su familia. Porque si había algo que podía haber comprendido sus compañeros de ella, es que aquel tema resultaba bastante peligroso y a pesar de que era algo nuevo que descubrían de su nueva compañera, Nakamura solo podía agarrarse de los pelos de la frustración.
Cada vez más sus preguntas aumentaban.
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AISURU ESTABA SIENDO COBARDE y lo sabía a la perfección. En el momento en que las comisuras de sus labios se levantaron aquella tarde con las chicas, el terror la invadió. Solo fue un momento, pero su corazón se había llenado de una ligera alegría que llevaba tiempo sin experimentar y en vez de haberse sentido mejor, solo pudo odiarse.
