Capítulo dos.

1K 137 43
                                    

Tras recibir una misiva de Nicolás donde le informaba que el viaje a Vera Cruz debía aplazarse, Sofía concluyó que la visita de Lilia Almonte, la sobrina del señor de Valle de Lagos, resultaba bastante oportuna

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tras recibir una misiva de Nicolás donde le informaba que el viaje a Vera Cruz debía aplazarse, Sofía concluyó que la visita de Lilia Almonte, la sobrina del señor de Valle de Lagos, resultaba bastante oportuna.

La recibió en la sala y le ofreció una taza de chocolate caliente ―que recién le habían preparado― y un asiento, pero Lilia declinó lo primero con una sonrisa y aceptó lo segundo con un mmovimiento de la cabeza. Una mujer joven de preciosa piel negra la acompañaba ―a quien había visto en el convivio junto a Lilia―, pero prefirió permanecer de pie. Cargaba en las manos una canasta de mimbre cubierta por una manta marrón.

―Espero no importunarla con mi sorpresiva visita ―le dijo Lilia. Su cabello castaño caía en suaves ondas atadas con ayuda de unos broches de oro. Llevaba las mismas flores amarillas que en el convivio de su tío, que sobresalían gracias a su vestido verde.

―No es inoportuna ―respondió Sofía.

―Nos ha llegado en la mañana un pedido de membrillo. ―Sofía se removió incómoda por lo fija, y en apariencia fría y calculadora, de su mirada. Poseía una energía intrigante y rebosante de curiosidad. Le costaba por momentos recordar que era ciega―. A mi tío le gusta agasajar a sus invitados con una variedad exquisita de dulces y tartas. Particularmente no disfruto del sabor del membrillo, pero he escuchado que usted solía preparar un ate prodigioso.

Sofía contuvo un suspiro. Las habladurías del pueblo siempre se encargaban de traer a flote hasta los detalles más insignificantes.

―Puedo prepararlo y, en cuanto esté listo, le haré llegar una ración ―ofreció Sofía, pero Lilia negó con la cabeza.

―Degusto menos el ate que el membrillo mismo. Lo he utilizado como una excusa para visitarla.

―Oh. ―Sofía se removió en el asiento―. ¿Quiere algo de tomar?

―Le ahorraré las molestias. ―Lilia levantó la mano y al instante su acompañante depositó la canasta sobre la mesa―. ¿Le molesta que mi doncella esté presente durante la conversación?

Sofía observó a la mujer negra, quien permaneció de pie junto al asiento de doña Lilia después de haber cumplido con su orden. Cruzó las manos contra el vientre, permitiéndole ver la tez bien cuidada, limpia y de aspecto suave. No detalló rastro de trabajo en ellas. Tenían la misma apariencia elegante y tersa que las de su patrona.

―En absoluto ―respondió Sofía―. Puede participar de la conversación si gusta. No tengo reparos.

La negra rechazó el ofrecimiento con la cabeza.

―Se llama Catalina ―habló Lilia―. No le gusta hablar durante las visitas. La tendrá que disculpar, se trata de una imposición que le enseñaron mis padres. Por desgracia, no he sido capaz de hacerle cambiar de opinión.

―En esta casa puede hablar libremente ―afirmó Sofía―. Bajo este techo, todos somos hombre y mujeres libres.

Lilia interrumpió la cortesía con un suspiro.

La decisión del corsario (Valle de Lagos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora