ღ Capítulo 13 ღ

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La noche ya había caído, y el estrellado firmamento se posaba sobre ellos. En total calma se encontraban sentados junto a la fogata que habían encendido frente al pequeño lago, conversando acerca de sus vivencias y compartiendo historias de su pasado.

Por fuera parecía ser una simple reunión, aquella charla tranquila les arropaba entre confesiones y risas. Sin embargo, las ansias por sentir el calor del contrario comenzaban a carcomerles por dentro. Furtivas miradas eran intercambiadas, seguidas de nerviosos suspiros anhelantes.

Tras un breve silencio, Volkov volteó a observar más detenidamente al moreno, en cuyo rostro danzaba el luminoso reflejo del fuego. Perdido en las chispeantes llamas frente suyo, Horacio sintió su mirada, dejando escapar una sonrisa de lado. —¿Ocurre algo? — preguntó divertido, aún mirando la fogata.

El peligris podía oír sus propios latidos golpeando con fuerza en su interior —No me tomes mucho en cuenta pero... c-creo que me gustas— murmuró nervioso, sintiendo sus mejillas arder aún más.

Volteando por fin, y acercándose a Viktor, el de cresta le miró a los ojos, poseído por la cálida conexión que embriagaba sus sentidos. Se detuvo a milímetros de sus labios, desafiante, respondiendo por fin —¿Cómo estás tan seguro de eso? ¿Y qué sabes si siento lo mismo o no? — dicha cercanía encendió algo en el peligris, desvaneciendo la suave actitud que solía tener.

—En ese caso descubrámoslo juntos— gruñó Volkov casi rozando sus labios, mientras con su mano atraía el cuerpo de Horacio, sentándole a horcajadas sobre sus piernas sin dejar de mirarle a los ojos en ningún momento. —Esto haremos entonces ...— susurró contra su boca, sin tocarle —Si no estás convencido de sentir algo por mí está bien, por ello, sólo cuando estés completamente seguro de ello, podrás besarme, antes no. — Un jadeo fue soltado por el de cresta, pues devorar su boca era lo que más anhelaba, y sin embargo, debía hacerse consciente de sus propios sentimientos. Ardía en la necesidad de saber qué haría con él, sintiendo su cuerpo responder en antelación aun cuando no le estaba tocando. Su voz profunda le trajo de vuelta —¿Aceptas? —

Sería un desafío personal, uno que comenzaba a debilitar sus piernas... —S-si, acepto esto—

Afirmándose en los hombros del peligris, sintió cada parte de sí despertando, respondiendo al deseo que le inundaba. La mirada de Viktor comenzaba a quemarle, y su cálido aliento le hacía creer que en cualquier momento perdería. Su respiración irregular y el galopar de su corazón se hicieron notorias apenas las manos del ruso se posaron sobre su cuerpo. Rodeando su cuerpo en lo que parecía casi un abrazo y colándose bajo sus ropajes, las yemas de sus dedos comenzaron a acariciar su marcada espalda, era un toque tan suave, casi imperceptible, que comenzaba a nublar la mente de Horacio, deshaciéndose en suspiros. Con tortuosa lentitud, aquellas manos tomaban posesión de cada centímetro de piel. Las uñas del moreno se clavaron en los hombros de Volkov, sin comprender cómo podía su cuerpo responder tan poderosamente a aquel sensual ritual que estaban llevando a cabo. Los minutos pasaban, aquel silencioso juego ya les tenía atrapados en la urgencia de probarse mutuamente, en la calidez de la lujuria.

Apostando por algo más, Viktor comenzó a dejar lentas caricias en la cintura del de cresta, haciéndole soltar un pequeño gemido ahogado que sorprendió a ambos. Mirándose, con las pupilas dilatadas y sus respiraciones mezclándose, retiró la camiseta de Horacio. El peligris usó con delicadeza sus uñas para rozar aquella sensible zona de su piel, generando una sensación completamente nueva y fascinante para el moreno, pues sintió una corriente subir por su espina dorsal, apoderándose de todo y nublando su mente por completo. Con sus pulgares, Volkov empezaba a darle atención a sus marcados abdominales, viendo su deliciosa piel tensarse bajo su caliente toque. Horacio estaba tan pendiente de sus caricias que no notó en qué momento había iniciado un constante vaivén con su cadera, generando una exquisita fricción entre los miembros ya endurecidos de ambos. —Quieto. — gruñó el ruso, apretando su trasero con fuerza para detenerle, pero creando sin querer aún más presión, estimulando a ambos, pues el de cresta estaba decidido a no detenerse.

—Tócame, por favor...— murmuró gimoteando Horacio, extasiado echando su cabeza hacia atrás. Viktor jadeó desesperado, hirviendo en ganas de más, viendo aquel moreno y musculoso cuerpo que le hacía sentir hambriento. El cuello del de cresta que ahora estaba completamente expuesto ante sus ojos, le llamaba, quería probar todo lo que pudiese. Sin pensarlo más, llevó sus labios a la mandíbula de Horacio, dejando allí húmedos besos, e iniciando un camino hasta el cuello. Aferrándose a las plateadas hebras de cabello, el moreno le apretó contra su piel, excitado, profundizando cada lamida y mordida que el ruso le daba. Sus ahogados gemidos dejaron de ser retenidos, dejándolos salir libremente, y fascinando con esto a Volkov.

Horacio comenzaba a sentir que todo a su alrededor ardía, desesperado por cada estímulo, por cada roce. Sin embargo, sentía que algo le faltaba. Podía tenerlo todo, pero anhelaba los tibios labios de Viktor, quería todo de él. ¿Acaso era tan difícil admitir que también le gustaba? No podía hacer más que reconocer cuánto adoraba lo paciente y respetuoso que era, y la forma en que podía derretirle con tan sólo una caricia. Su corazón golpeaba con vehemencia, ensordeciendo incluso sus pensamientos.

—Detente— ordenó el de cresta, jadeando, asustando a Volkov.

—C-claro... ¿Pasa algo? — preguntaba el ruso, sintiendo a Horacio ocultarse en su cuello, inquieto. Su pecho subía y bajaba respirando nervioso, volviendo a mirar aquellos grisáceos ojos que brillaban con preocupación, hechizándole.

—Sí, pasa algo...— susurró rodeando con sus brazos el cuello de Viktor, y juntando con delicadeza sus labios a los de él —Pasa que quiero besarte, deseo hacerlo y asumir todo lo que eso incluya...— pronunció apenas terminando su frase, pues los belfos del peligris ya estaban atacando los suyos, iniciando un salvaje y húmedo beso que hizo a ambos gruñir, deleitándose en la dulce batalla entre sus lenguas. Oían sus agitadas respiraciones y el ruido provocado por el vaivén de sus labios. Pequeños gemidos resonaron en aquel beso cuando Horacio sintió la mano del contrario acariciar su erección sobre la tela del pantalón, rogando por más.

Desesperados, sin dejar de besarse, recorrieron el cuerpo del contrario dejando lascivas caricias bajo sus ropas. El moreno ya impaciente, abrió con torpeza su pantalón y el de Volkov, liberando sus miembros que clamaban por atención y balanceándose sobre su cuerpo para crear una deliciosa fricción. La mano del peligris rodeó el pene los dos, uniéndolos bajo su toque, subía y bajaba apretando el tronco de éstos, haciendo a ambos ahogarse en suspiros y casi inaudibles gemidos. Se besaban con furia, con hambre, mientras Viktor movía su muñeca más rápido y sentía cómo el transparente líquido pre-seminal comenzaba a deslizarse, lubricando sus erecciones e instándole a juguetear aún más con sus dedos, aumentando el placer de ambos. Horacio ya no era capaz de continuar aquel beso, pues, deshaciéndose bajo el toque del peligris, gimoteaba lastimeramente. Ya no podía pensar con claridad, nublado en placer sólo pudo mirar sus ojos, aquel hombre era todo lo que deseaba. Volvió a enterrar sus uñas en los hombros del ruso, siseando extasiado y moviendo sus caderas. Sentía cada una de sus terminaciones nerviosas siendo deliciosamente estimuladas, sumado a la obscena imagen de sus húmedos miembros frotándose... comenzaba a caer por un precipicio de placer. Pegó sus labios a los de Viktor una vez más, gimoteando apenas su nombre, mientras se derramaba sobre la mano de él sin dejar de moverse. Tan solo pocos segundos después sintió al peligris maldecir en murmullos, dejando también salir aquel caliente líquido sobre ambos. Fue recién allí, que estando ya más conscientes, comprendieron la pequeña promesa que acababan de pactar bajo aquella noche estrellada.

Jadeantes, rozaron sus narices en tiernas caricias. Horacio le rodeó con sus brazos, dejando un casto beso en la comisura de su boca. Quería intentarlo, aun sabiendo los peligros que ello significaría para Volkov. Tal vez lo que más temía el de cresta, era no saber si sería capaz él mismo de afrontar su mayor miedo, pues de lo contrario, terminarían irremediablemente dañados los dos...

🐺🏹• Cuídame  • Volkacio AU [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora