ღ Capítulo 17 ღ

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Tan solo un par de días habían transcurrido desde la última vez que se vieron, y pese a que ambos estaban ocupándose de sus asuntos individualmente, anhelaban compartir algo de tiempo juntos. Apenas le vio, las facciones de Horacio se suavizaron, acortando la distancia entre los dos con una leve sonrisa en su rostro, recibiéndole con un extrañamente tímido beso en su mejilla, cosa que hizo a Volkov sonreír con ternura.

—Lamento no haber podido venir antes— se disculpaba el peligris — había estado algo corto de tiempo entre las entrevistas laborales y un par de trámites—

—¿Cómo te fue con eso? ¿Pudiste encontrar algún laboratorio de tu agrado para trabajar?—

Un suspiro fue soltado por el ruso, preocupando a Horacio. — Pues, no son muchos los laboratorios que hay en la ciudad, y solo uno de ellos buscaba personal de investigación—

—No pareces muy convencido de ese lugar— se atrevió el arquero a especular, en base a sus gestos faciales y tono de voz.

—Es porque no lo estoy...—

Una mueca se plantó en el rostro del moreno, agachando la cabeza. Estaba preocupado y era notorio. —Si no te hubiese dejado verme aquella vez y no nos hubiésemos conocido nada de esto estaría sucediendo— murmuró con tristeza.

—¿De qué hablas?—

Suspirando, Horacio prosiguió — Que si no me hubieses conocido no sabrías mi 'secreto', no hubiesen venido aquí los de ese laboratorio, evitando todo problema, y no estarías ahora sin trabajo—

Viktor detuvo sus pasos, quedando atrás por un momento. Apenas el de cresta se detuvo volteó a verle. Fue cuestión de segundos cuando el ruso soltó una sonora carcajada, riendo ante la exagerada teoría del arquero. Aún con una sonrisa en su rostro y tratando de calmarse, estiró los brazos, invitando al moreno a acercarse. Horacio tomó sus manos, tenía el ceño fruncido, como si de un niño pequeño se tratase.

Apenas enredaron sus dedos, Volkov le acercó, rozando sus narices sin soltar sus manos.

—¿De verdad crees que ese tonto trabajo valdría más que todo esto? — sus brazos le rodearon, era allí donde quería estar.

—Además...— continuó — si ese lugar no me convence del todo es porque estoy tentado con otra oferta laboral, sólo que aún me siento inseguro al respecto— le confesó.

—¿De qué trata el otro trabajo?—

—Me hablaron de una revista internacional de investigaciones animal, pero porque están interesadas en las fotografías que he tomado—

Los ojos de Horacio se abrieron totalmente iluminados.

—¡Pero si eso suena genial! ¿Qué es lo que te detiene?—

—Pues...la fotografía siempre fue mi fuente de tranquilidad y alegría, pero jamás pensé en verlo como trabajo. Es un poco...surreal—

Riendo, el de cresta tomó su mano, guiándole en camino a su hogar junto al lago. —Traes tu cámara ¿Verdad?— recibió el asentimiento del ruso, quien confundido seguía sus apresurados pasos entre los árboles.

—¿Qué planeas?— inquirió confundido Volkov.

—Vamos al oeste, a las montañas, donde el sol se esconde ¡Tendrás fotografías increíbles!— Su energética convicción se robó los suspiros de Viktor, sonriendo embobado.

Ya con todo preparado iniciaron su camino, recordando el ruso por qué jamás se dirigía hacia esa dirección —¿No es un poco peligroso ese lado del territorio? Nunca he podido llegar tan lejos— murmuró con preocupación. La mirada tranquilizadora de Horacio chocó con la suya, aquella sonrisa autosuficiente salió a la luz, tintada con un ápice de dulzura del que sólo el peligris era conocedor. —Si, pero voy contigo, nada malo va a pasar—

Volkov confiaba plenamente en el moreno, por lo que se dejó llevar por él, tomando en sus manos la cámara. Un silencio natural les envolvió, el sonido de la brisa y las aves revoloteaba a su alrededor, deleitándoles.

—Vik...— llamó su atención el contrario, jugueteando con sus dedos sin dejar de caminar —si algo llega a ocurrir, por favor toma mi arco y no dudes en usarlo— Ahogando un asustado jadeo, Volkov asintió. Haciendo reír con suavidad a Horacio, pues sus ojos reflejaban un profundo terror. —Pero sólo era una suposición, no dejes de disfrutar esta aventura sólo por esto, por favor—

El sonido de un imponente río les distrajo prontamente, ensanchando la sonrisa del arquero. Era un espectáculo hermoso, pero se posaba justo en su camino, impidiéndoles avanzar.

—Eh...¿C-cómo se supone que vamos a cruzar esto? — se notaba hondo pese a su tranquila corriente. —Horacio, no ent...¿Que haces?— volteó su rostro al verle quitarse la ropa.

—Toma mi ropa, yo te llevo a tí para que no te mojes— espetó con calma, haciéndole comprender su plan mientras tomaba forma animal frente a sus ojos.

Aquel enorme lobo le esperaba a la orilla del río. Viktor caminó con inquietud hacia él, subiendo a su lomo un poco avergonzado. El tamaño del canino era tal, que sin problema alguno caminó cruzando la corriente de agua con el peligris encima, aferrado a su lomo. Sus patas se sostenían de cada roca, evitando resbalar. La calma con la que Horacio caminaba, sumado a la impresionante vista, lograron tranquilizar al ruso, llegando en poco tiempo al otro lado. Volviendo a su forma humana y vistiéndose.

—Hacia dónde vam...— fue interrumpido Volkov, sintiendo el dedo del moreno sobre sus labios. Su cuerpo estaba completamente quieto, observando con atención el entorno.

—Shhh, escucho pasos— susurró.

Con su lenta reacción, el peligris sólo comprendió que se encontraban ante posibles peligros al ver a Horacio posicionar su arco listo para disparar una flecha, tensándose en anticipación. Lentas y fuertes pisadas resonaron por fin en la cercanía, apareciendo de entre los árboles un pequeño grupo de lobos, cuyo opaco pelaje oscuro le hizo recordar que habían sido ellos quienes le atacaron e hirieron aquella vez.

Como acto reflejo, Viktor se ubicó detrás del arquero, el terror recorría su espina dorsal en un gélido escalofrío. Encontrando seguridad detrás del arquero, que continuaba apuntándoles con la flecha sin ápice de temor. Ante sus ojos vió a aquellos lobos volverse humanos. Observó sus curtidas pieles llenas de cicatrices, y la oscura sonrisa que sólo sus negros ojos reflejaban.

—Qué bueno que traes a tu novio a estos terrenos— espetó venenosamente uno de ellos, levantando las manos en señal de paz apenas vio que la filosa punta de su flecha apuntaba directo a su cuello.

—¿Pretendes cerrar el hocico pronto o quieres que te ayude con eso? — dando un paso adelante Horacio amenazó, sintiendo la rabia recorrer cada arteria de su cuerpo.

Una socarrona risita fue soltado por el acorralado hombre —Horacio...no creo que a tus padres les enorgullezca verte así, peleando contra los tuyos—

—No los vuelvas a mencionar, ni te atrevas— gruñó el de cresta ahogado en furia —y no te debo respeto sólo por compartir especie, me das asco. —

—Es una pena Horacio ¿Y no crees que ver morir a tus progenitores para terminar de esta manera con un... humano... fue un poco en vano? — rió aun con la flecha en su cuello— Probablemente quien debió morir eras tú, el lobito rojo...el inútil de la familia—

🐺🏹• Cuídame  • Volkacio AU [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora