Capítulo 18

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•Ernesto•

...

Recuerdo que en ese momento estaba cien por ciento seguro de que Bash había sido y solo estaba esperando a que se animara a confesármelo, pero en vez de eso solo vi cómo se soltó a llorar, sus lágrimas se desbordaban incontrolablemente de sus ojos me daba pena verlo así por ello lo abracé y lo senté en mi regazo.

-El abuelo se veía muy enfadado- repitió abrazándose aún más  a mí, yo comencé a acariciar su espalda, recuerdo haber reflexionado el hecho de que para Bash era muy importante la opinión que mi padre le daba, al principio me daba miedo que se aprovechara de eso, pero con el tiempo me di cuenta de que su relación era bastante genuina.

-Bueno es que eso pasa cuando sus nietos se portan mal- decidí hacerle saber cuándo note que su respiración se normalizó ligeramente sin apuntar aun a ningún culpable, esperaba que si había sido él me lo dijera.

-Pero el abuelo nunca se enfada conmigo así-me hizo notar y ciertamente no recorda ni una vez que se hubiera enfadado, es más hasta podría jurar que nunca había regañado a Bash, al contrario, mi padre le consentía bastantes cosas que a mis sobrinos y a Emi no solía pasarles por alto, pero eso, igual lo asociaba al hecho de que Bash era su nieto más pequeño.

-Cangrejito  debes comprender que fue una travesura muy grande y son cosas que no debemos permitir que pasen, está por demás decirte que al abuelo le molestan, pero que se enfade no quiere decir que no los quiera, al contrario, lo que quiere es que no vuelvan a cometer el mismo error- decidí prepararlo, ya que si mis sospechas eran correctas ni mi padre ni mi madre estarían muy contentos con mi bebé y no quería que su actitud lo lastimara.

-Por eso todos se enfadaron porque fue una travesura grande- quiso saber con una vocecita miserable y un puchero en los labios

-Ciertamente, es una de las razones, pero otra es que ninguno quiere decir quien fue y eso es algo que en particular a tu tío Elías y al abuelo les molesta mucho- Respondí besando su cabecita.

-No me gusta que el tío Elías se enfade, me da mucho miedo- Susurro con la voz entrecortada, creo que hasta cierto punto entendía su miedo, desde niños cuando mi hermano se enfadaba era a alguien de cuidado, supongo que como padre o tío es alguien a quien temer si lo haces enojar

-A nadie mi vida, a nadie le gusta ver enfadado al tío Elías, pero si ninguno de los cuatro confiesa a todos los vamos a tener que castigar y no solo por la travesura, sino también por mentirosos- con esa información trate de apelar a la conciencia de mi ángel, ya que esa era la única oportunidad que veía para que dijera la verdad.

-Papi si te digo algo me prometes que no te enfadas por favor- pidió de manera casi inaudible y supe que había logrado mi cometido

-Te lo prometo puñito-tendí mi puño hacia él esa era una manera de sellar una promesa para nosotros

-Puñito- él respondió y chocamos los puños

-¿Qué quieres decirme bebé?- pregunte sin dejar de abrazarlo

-Yo fui el que cambio las etiquetas, lo siento mucho- se disculpó mientras cubría la cara con sus manos para que no pudiera verlo

-Porque hizo eso mi bebé- pregunte apartándole las manos del rostro para que me mirara a los ojos

-Porque cuando fui a ver al abuelo seguía en su llamada, no quise interrumpirlo así que comencé a dar vueltas, estaba muuuuuy aburrido entonces de repente vi como la estilista sacaba las botellas entonces pensé que sería divertido cambiar las etiquetas para que se invirtiera el color de cabello que escogieron estaba seguro de que sería una buena broma y todos se divertirían no lo pensé mucho papi después de eso fui con el abuelo estuvimos juntos por un rato estábamos jugando hasta que oí gritar a la abuela y vi que no le gusto el cambio luego todos se enojaron mucho, no me gusta que se enojen conmigo yo solamente quería hacer una pequeña broma-confeso lo más rápido que pudo que apenas alcance a procesarlo, el asunto de las bromas no me gustaba mucho y conforme pasaba el tiempo y mi niño se hacía más grande, cada vez me provocaban más dolores de cabeza que sonrisas, bendita la hora en la que a mi esposa se le había ocurrido enseñarle a hacer eso, y lo peor era que sabía que no podía seguir excusando a Bash con su edad porque mi niño estaba creciendo.

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