Día 299.

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Nunca había suficientes horas en un día. Eso nunca fue más que obvio para Jennie que cuando entró a una cirugía esa mañana y salió de ella en otra, lo que se sentía como otro año y otro cuerpo por completo. Sus músculos le dolían y su cerebro estaba completamente frito.
                     
Sin embargo, cuando las horas se consumían con estas cirugías que la agotaban, se halló pasado de ello, evitándolo, casi asustada de la vida y la muerte con la que se encontró cara a cara con tanta facilidad, sintiéndola con más pesadez.
                     
La charla vendría cualquier día. Su madre la apartaría con el mejor rostro firme que pudiera hacer y sería familiar para la doctora esa mirada, casi innata, de la decepción que tuvo durante toda su vida. Cuando era una niña, esa mirada le hacía temer al fracaso, le hacía temer a decirle a su madre cualquier cosa en absoluto para que se rompiera a nada más que con esa mirada. Pero esta charla... ella se estaba esforzando, porque sería la última decepción y por primera vez, no le importaba.
                     
No lo ansiaba, pero aun así, tampoco sentía la profunda pérdida que le recuerda que llevaba puesta una bufanda demasiado atada, como cuando era una niña, al pensar que su madre estaba avergonzada.
                     
"Dra. Kim, espero que estés lista para esta cirugía ", el cirujano saludó a Jennie mientras esta se frotaba los codos y soñaba con el desayuno que recibiría cuando su novia la recogiera por la mañana.
                     
"He leído todo el material y su expediente. He estado con el señor Langford durante las últimas semanas" asintió ella. "¿Cuándo llega el equipo de trasplante?"
                     
"Deberían estar aquí en cualquier momento. Asegúrate de que todo esté listo" instruyó, sin levantar la vista. Con un suspiro se cubrió las manos y se metió en el quirófano.
                     
Se sentía como un castigo, y hasta cierto punto, Jennie sabía que lo era. Su madre le dio este caso por rencor, por un intento pervertido de romperla. El corazón a punto de llegar no cabía en el pecho de Rosé. Si lo hiciera, tampoco habría reemplazado al Sr. Langford debido a su fracaso en el LVAD. Estaba tan cerca de la alegoría como la Dra. Kim Ji Hyun le permitiría, y Jennie sintió que el sermón alcanzaba su objetivo.
                     
Timothy Langford tenía treinta y seis años. Tenía un niño llamado Connor que le gusta ver equipos de construcción. A su niña le gustaba nadar. Jennie pensó en ellos afuera cuando lo trajeron y empezaron a anestesiar.
                     
Por mucho que no quisiera que su madre tuviera razón, para forzar su mano, en el momento en que llegó el corazón y comenzó a prepararlo, encontró sus manos temblando. Pronto, los cables, las baterías y los aparatos de Rosé empezarían a fallarle, y su corazón parecería tan deformado y latiría tan terriblemente como el del padre.
                     
Cuando las costillas se agrietaron, todo lo que Jennie podía pensar era en cómo Rosé empujaba sus gafas con el dedo mientras leía. Y cómo tenía el hábito de sujetar su pecho y mirar a Jennie como si no pudiera creer que su corazón se movía tan rápido al verla. Y los ojos. Esos ojos marrones. Y la forma en que frunce el ceño cuando lee el periódico. O sonrie antes de beber su café.
                     
Todo había terminado antes de que comenzaran. La línea plana sonó, aburrida y dolorosa y Jennie no podía respirar en absoluto. Se quitó la mascarilla y se fue sin decir una palabra. Parecía imperturbada y serena, pero era una fachada completa. Y se hizo evidente cuando encontró la papelera en el vestuario y se dobló hacía ella, vaciando el almuerzo de ella sin gracia.
                     
Incluso después de que su cuerpo dejó de agitarse, Jennie agarró el borde de la papelera y trató de estabilizarse antes de secarse la boca. Era demasiado fácil para ella imaginar a Rosé sobre la mesa de la manera más tangible que había podido evitar para otras cirugías. Y Jennie maldijo a su madre de muchas maneras que le estaban hirviendo su cabeza.       
                   
"Hey, ¿estás bien?" Jisoo preguntó, frotando la espalda de su amiga, siguiéndola mientras la veía correr por el pasillo.

heart [chaennie]Where stories live. Discover now