Semana 2. Día 4: Ángel Y Demonio

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Lo doloroso del amor

Sonrió con gentileza mientras ayudaba a un niño a levantarse; éste le dio las gracias con un pequeño sonrojo, expresándole que con aquel cabello rubio y esos hermosos ojos parecía un ángel. Ella soltó una risita y lo observó partir.

Un bufido y casi de inmediato una potente y divertida carcajada. En la soledad de aquel callejón, extendió sus alas y emprendió vuelo.

¡Era tan común! Vagaba a diario por el mundo humano y la mayoría de personas que veía a diario concordaban en eso: su apariencia era tal cual la de un ángel. Lo que los pobres e ilusos humanos no notaban es que esa era precisamente la intención con la cual había sido creada. Su cuerpo no sólo poseía el típico aspecto de mujer sexy que un súcubo debía ostentar, sino que su rostro era la perfecta réplica de un clásico "rostro de ángel". Lucifer había hecho un excelente trabajo con eso.

Aterrizó en una calle poco transitada, escondió sus alas y avanzó hacia la escuela que había a unas pocas cuadras, esa donde fingía ser una humana como cualquier otra. 

Entró y a propósito pasó frente al laboratorio, donde lo vio: su adquisición más reciente.

El presidente del club de ciencias era un flacucho de un peculiar cabello; éste era verde en las puntas, yendo en degrade hasta acabar siendo blanco en las raíces, no tenía nada de músculo, y por el contrario tenía un cerebro más desarrollado que el de cualquiera en esa escuela, una personalidad sarcástica y una extraña manía de darle trabajo esclavizador a cualquiera que estuviera bajo sus órdenes. Pero sus ojos... ¡Oh, sus ojos! Lo primero que la rubia notó al verlo por primera vez fueron esos hermosos rubíes que adornaban su rostro; tan rojos como la sangre y la pasión misma, profundos, atractivos e indudablemente sensuales.

Hablando de eso, sus miradas se encontraron y él le dedicó una sonrisa de lado que ella correspondió.

—¡Hey! Pero si es Kohaku-chan —una voz a sus espaldas la hizo voltear con cara de pocos amigos —. Sé que buscas a Senku-chan, pero vas tarde a tu primera clase, si no me equivoco.

—Ni siquiera deberías conocer mi horario, maldito murciélago.

—¡Qué cruel~!

Podría degollarlo ahí mismo, pero mejor se limitó a continuar con su camino hacia una clase en la cual ni prestaría atención. La única razón de estar en aquella absurda institución era justamente Senku Ishigami.

Sus ojos, normalmente azules, adquirieron cierto brillo rojizo cuando observó al chico a su lado

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Sus ojos, normalmente azules, adquirieron cierto brillo rojizo cuando observó al chico a su lado. Ambos desnudos en la cama, nada más que una sábana los cubría, y el peliverde yacía profundamente dormido, sin tener ni la más mínima idea de con quién estaba compartiendo el lecho. La rubia se relamió los labios y sonrió, dejando a la vista sus afilados colmillos, que acercó lentamente a su cuello.

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