Capítulo 4: Subaru

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Subaru

No te merezco, pero aún así te deseo a mi lado.

Matame, cuando te pida que me mates.

Déjame, cuando no vuelva a ser el mismo.

Ámame, eternamente.

Por que yo te amaré de la misma manera

...Por siempre...

(7:00 pm)

El atardecer rojizo parecía un mar de llamas, quemando el cielo con su ardiente tono. Apretó sus puños con fuerza, reluciendo el blanco de sus nudillos. Todos los viernes, al menos una hora al menos, iba a visitarla. Se conformaba con saber que se encontraba bien y no había hecho ninguna locura, diciéndole cuanto lo quería y que estaba muy orgullosa de él aunque no supiera de qué. ¿Cuantas veces le rogó que dejara aquella torre, para que pueda volver con él a la mansión y llevar una vida normal? Fueron tantas las veces, como tantas ella había negado. Christa estaba bien allí por su propia seguridad, y Subaru solo debía entenderlo.

Caminó tranquilamente en los jardines oscuros, ya de noche. Después de una largar charla con ella, solo pudo mantener una pregunta en su cabeza. ¿Qué era lo que ella había dicho? ¿Su madre quería que él sea feliz? Chasqueó la lengua con desgana. ¿Es que no entendía, que él ya era feliz? Solamente con saber que ella vivía, y que sus dos personas más importantes se encontraban bien... era suficiente. Siguió caminando hasta la entrada de la mansión, abriendo la puerta y dejando que se cierra a su espalda. Miles de aromas entraron en sus sentidos al aspirar el aire de la sala, con uno latente que destacaba entre los demás.

Caminando, caminando y caminando hasta llegar hasta su habitación. Cerró las cortinas, ocultando los últimos rayos del sol con ellas. Dejó la habitación a oscuras y se encaminó hasta su ataúd, metiéndose dentro y cerrando a su paso. En aquella oscuridad, solamente con el sonido de su respiración, cerró sus ojos rojos e intentó relajarse.

(2:30 am)

- Maldición...

No, no podía dormir.

Estuvo mas de seis horas recostado allí, pensando en cualquier cosa solamente para aburrirse y dormir en paz. Pero no, no podía conciliar el sueño. Suspiró con resignación, si no podía dormir en su ataúd relajándose entonces no podía estar en ese lugar. Abrió su lecho y salió de él, con una mueca de disgusto en su rostro. Odiaba hacer algo que al final no resultaba, le dejaba de mal humor y no quería ser molestado en ese momento. Podría ser que... tal vez necesitara otra cosa para dormir. Reiji podría ayudarle en eso, debía de tener algo para el insomnio.

Al caminar por los pasillos con lentitud, pudo pensar en más cosas de las que pensó dentro de su ataúd. Aquellas ideas recorrían su mente como peces en un estanque, jugando con sus emociones y confundiendo sus decisiones. Esa tarde donde habló con su madre, algo que no había hecho hasta ahora, había sido hablar de... sentimientos. Con solo pensarlo casi se sonroja, y se sintió un estúpido por sentirse de esa manera. Demonios, él era demasiado... serio, no se podía imaginar de la manera que su madre le dijo. El no era tierno ni "bonito", no era esas cosas y mataría a todos sus hermanos si llegasen a repetirlo.

¿Cómo podía ser tierno alguien como él? ¡Obviamente no era tierno, nunca se lo creería!

Flashback

- Yo... - intentó explicarse, mirando a la mujer de cabellos blancos que llamaba madre.

Christa lo miraba con ternura, sentada en una de las grandes sillas de madera perfectamente talladas. Le sonrió, tomando las manos de su hijo que frente de ella se encontraba. Subaru no podía mirarla a los ojos, con ese rubor tan grande en sus mejillas. ¿Cuando fue que se volvió tan... expresivo? Apretó sus dientes una vez más, rogándole al cielo o lo que sea que detuviera la sangre en sus mejillas.

Deseos Nocturnos [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora