4. Juegos de espías

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Como cada año, el verano tuvo que llegar a su fin. Los niños volverían a las escuelas, donde llenarían sus cabecitas de torrentes de información que los prepararían algo mejor para el mundo. Y no era la excepción de Hogwarts, la escuela de magia y hechicería. El uno de septiembre, cientos de pequeños magos llegaron, a lomos del gigante metálico, en pos de deleitarse con el tradicional banquete de bienvenida. Hogwarts abría sus puertas a los jóvenes magos y brujas en un exquisito jolgorio donde se celebraba el inicio del nuevo año y alumnos y miembros del claustro recibían a los nuevos alumnos en el ritual de selección.

Severus Snape había dado por sentada la aparición de cierta bruja. Imaginó que entre aquella fastuosidad aparecería Girasol.

La joven había llegado hacía semana y media al castillo. Albus avisó previamente a Snape de su contrato como investigadora mágica. Y nada menos que de pociones. Era absurdo mantener dos puestos así en el castillo, y para más inri la bruja ni si quiera iba a dar clases.

Lo cierto es que se había encontrado particularmente ofendido con el director. Una cosa es que le obligasen a darle clases de oclumancia, pero no iba a compartir su espacio de trabajo. Su santuario de pociones, sus normas. Además, si lo que buscaba era un experto en pociones, alguien para innovar, Albus no tendría que haber buscado tan lejos. La resolución del maestro de pociones fue inamovible, no compartirían espacio de trabajo y no lo habían hecho.

Desde que Sol llegó, había estado preparando e instalando su laboratorio en uno de los invernaderos vacíos. Según había escuchado, prefería el aire libre, y así podía tener al tanto sus propios cultivos, vitales para su investigación. Todavía no se había tenido la oportunidad, o el infortunio de cruzarse con ella. Aquello, estaba por determinar.

Snape se preguntaba si la joven lo estaría envitando. Al parecer se había ido a Hogsmade con Minerva, Pomona y Rubeus a tomar cervezas de mantequilla, había mantenido interesantes charlas de música con Flitwick y había desquiciado dos veces a Filch. El staff de Hogwarts parecía tener ya, en su mayoría, una buena opinión de ella. Les había gustado como alumna y les encantaba como compañera de trabajo. Y aún con esas, Snape no se la había encontrado ni una sola vez.

Ni una sola vez. Le montaba aquel numerito, no solo a él sino a Albus también, viéndose obligado a impartir lo que fuera que ella tenía pensado y ni siquiera se había dignado en aparecer. Tampoco es que pudiese quejarse, pensándolo fríamente no veía como podía salir ganando nada de aquella situación.

Así pues, el profesor imaginó que la muchacha haría acto de presencia al puro estilo Trelawney, cuando se la requería. Como, por ejemplo, en el banquete de la selección de las casas. Imaginó que aquello forzaría el encuentro.

Se equivocaba, puesto que no apareció.

Quién si apareció, tarde, fue Alastor Moody.

Dumbledore estaba apunto de anunciar el torneo de los tres magos, cuando un rayo atravesó el falso cielo del comedor y el estruendo que provocó su trueno ensordeció el chirriar de las puertas del comedor. Recortada por la luz del rayo apareció la figura del viejo auror.

El cazador de mortifagos, el terror de los magos oscuros y perseguidor incansable del mal. Alastor había sido el azote de todo lo tenebroso, siempre en el bando de la justicia. Amigo o enemigo, no tenía perdón con quien perdía su camino en las sendas de la magia oscura. Un viejo y retorcido cabron con una nobleza que pocos habían tenido, un sabueso que roía hasta el final el hueso que atrapaba, pero siempre capturaba con vida. Aquello le había costado caro, su rostro era el reflejo de lo que le sucedía a un saco de carne si lo exponían a maldiciones de alto rango. Había perdido órganos y extremidades. Su pata de palo resonaba contra el suelo de piedra. Su ojo azul y enorme iba dando vueltas frenético.

El Vacio (Snape fanfic) Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu