Epílogo.

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Luca se encontraba llegando a su casa después de un largo día de trabajo. Había llegado más tarde de lo normal, pero era porque había hecho una compra especial para más tarde.

Después de salir de la universidad, un maestro suyo lo recomendó en el observatorio al que había ido en aquella lejana primera cita con Alberto. Sin duda alguna aceptó. Claro que Portorosso todavía le quedaba a dos horas de distancia, pero tenía mucha suerte de haber podido encontrar trabajo en lo que amaba.

Todos los fines de semana, viajaba a Portorosso para estar principalmente con Alberto, quien se había convertido en el principal distribuidor de pescado en el pueblo. Al principio no parecía la gran cosa, pero con el tiempo logró llevar su pescado a diferentes ciudades de Italia y algunos buenos restaurantes le compraban directamente. Este mismo giro de su negocio, le permitió visitar varios lugares, aunque en el fondo siempre esperaba que Luca lo acompañara.

Después de abrir su puerta, Luca se quitó sus zapatos y aflojó su corbata. Antes de cenar, se sentaría en el sofá para descansar. Uno de los telescopios principales se había descompuesto y él era el único con los conocimientos técnicos para repararlo, pero el tiempo de entrega que sus jefes le habían dado era ridículo.

Por el momento, solo podía pensar en lo que cenaría. Quizá una sopa instantánea no le vendría mal, era rápida y fácil de hacer aunque el sabor no fuera lo mejor. Hacia tiempo que no comía el pescado de su madre, un plato así le vendría de perlas.

Ya lo podía imaginar, el pescado envuelto en algas y moluscos a un lado que tanto amaba de niño con el sazón de su madre. Hasta parecía que podía olerlo... ¿Qué era ese aroma?

Un fuerte aroma proveniente de la cocina inundó a Luca.

- Hey, Luca - El moreno favorito de Luca salió de la cocina con un paño en sus manos. Su ropa casual y elegante lo hacía lucir más guapo de lo normal.

- ¿Alberto? - Lo miro con extrañeza - ¡Alberto! ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Le dijo mientras lo envolvía en un abrazo.

- Llegué aquí hace un par de horas, espero no te moleste que haya usado la llave.

- Por algo te la di - Le respondió Luca mientras le daba un beso en los labios.

Alberto cubrió los ojos de Luca y lo llevó hasta el comedor, dónde había preparado la cena él mismo. Cuando descubrió los ojos de su compañero, este quedó asombrado por la elegante selección de la vajilla; había un par de velas que proporcionaban luz, la radio estaba encendida con una música tenue y en el centro de la mesa, el pescado que había saboreado. Luca había llegado tan agotado que no se había percatado de nada.

Haciendo acto de galantería, Alberto trató a su compañero con una caballerosidad algo nerviosa. Le abrió la silla para que se sentara, pero Luca notó como el cuerpo del mayor temblaba.

- ¿Estás bien? - Indagó con una mirada sospechosa.

- Claro, claro - Mentía - Solo que estoy nervioso por la cena.

- ¿En serio? - Su compañero se sentó del otro lado de la mesa, justo frente a él.

- Si, arruiné este plato muchas veces, espero que me haya quedado bien ahora.

Aún con una mirada de sospecha, Luca lo dejó pasar, quizás era cierto lo que decía. El hambre pudo más que la intriga, así que Luca devoró con gusto lo que Alberto le había preparado, sabía igual al que hacía su madre cuando niño.

Alberto se seguía sintiendo nervioso, era raro verlo así, pero agradecía que Luca se entretuviera demasiado con la cena como para notar su temblar.

Juntos Otra Vez (LucaxAlberto)Where stories live. Discover now