[¿Orgullosa?]

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Marcie

Allí, completamente enclaustrada en el interior del armario del conserje; Marcie deslizó lentamente su espalda por la puerta metálica hasta tocar el suelo, abrazó sus propias piernas y hundió la cabeza en ellas.

Se sentía tan derrotada. Demasiado vulnerable como para permanecer en pie.

En otras ocasiones, encontrar un refugio seguro entre sus brazos era capaz de aislarla del mundo real y sus problemas, aunque solo se trataba de una calidez vacía. Ese día..., la situación se sentía diferente.

Por más que sus adoloridas e impotentes emociones salían a la luz en forma de amargas lágrimas; no lograba alejar completamente el mal trago que sus recuerdos le estaban haciendo pasar.

<< Las risas. >> —Pensar en ellas le oprimía el pecho hasta tal punto que la morena apenas fue capaz de percibir a tiempo cuando la puerta detrás suyo vibró —al ritmo de unos inseguros golpes desde el exterior—, y luego se abrió.

Un segundo después, se encontró mirando fijamente el techo del pasillo escolar, desconcertada.

Marcie abrió los labios con la intención de soltar un pequeño gemido de dolor, pero este quedó interrumpido cuando se percató de que tenía el pie de alguien rozándole por centímetros el oído izquierdo. Desvió su vista del techo y comenzó a recorrer en ascenso la figura a su lado hasta detenerla en la superficie de una máscara.

Automáticamente supo de quién se trataba, aquella inquietante sonrisa de plástico era inconfundible. Asombrada, recogió los pies y se incorporó de un salto, retrocediendo a su vez y dándose de bruces contra la pared a su espalda.

—Tú..., ¿cómo...? ¿Q-Qué haces aquí? —Preguntó Marcie con voz temblorosa, haciendo un torpe intento de ocultar sus empapadas mejillas. Trataba de disimular cualquier aspecto llamativo con el que pudiesen volver a juzgarla.

Esperó por una respuesta, y al no obtenerla, el pasar de los segundos le generó ansiedad. Por suerte, el pasillo se hallaba desierto —gracias al recreo—. Así, por lo menos se ahorraba el tener que preocuparse porque un tercero pasase por ahí en esos momentos y los viese. Aquella situación sin duda se prestaba para muchos malentendidos, y lo que menos quería Marcie en esos momentos era atraer más atención hacia sí.

Un joven introvertido y una chica tímida. Una conversación fluida y normal entre los dos hubiera sido mucho pedir. Pese a ello, y contra todo pronóstico, el desconocido también dio un paso hacia atrás, quedando a una distancia prudente, e ignoró sus preguntas.

—¿En serio?, ¿recostada contra la entrada? ¿En qué estabas pensando? —Increpó el joven, con un tono sorpresivamente más calmado de lo que sus palabras pretendían expresar—. ¿Qué hubieras hecho si el conserje te hubiese encontrado aquí dentro? ¿Quedarte mirándolo con esa cara? —Acusó y guardó silencio.

Ese muchacho era el tipo de persona al cual le costaba bastante abrir el hilo de una conversación de buenas a primeras. Pero, dado que Marcie había sido quien había roto el hielo en anteriores ocasiones, él ya no tenía excusa alguna para guardar silencio. Evidentemente, luego se dio cuenta de que actuar gruñón frente a ella, la chica que en cualquier momento podía levantarse y huir -como ya lo había hecho antes-; no era la mejor idea del mundo.

—Lo siento. No pretendía... —Se excusó, pero no pudo encontrar la frase correcta a tiempo, así que prefirió extender uno de sus brazos apenas unos centímetros y mantenerlo ahí. En su mano él sostenía firmemente una bola de cartulina—. Solo vine a devolverte esto.

Entonces Marcie, quien se mantenía hipnotizada observando todos y cada uno de los movimientos del enmascarado -con cierto apocamiento-, reconoció sin demasiado problema ese objeto como suyo. No obstante, antes de siquiera considerar el estirarse y recogerlo; una punzada de dolor y pena atravesó su corazón.

El Estudiante Nuevo, ¿Usa Una Máscara?Where stories live. Discover now