Capítulo 1

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Denigrante era la palabra correcta para describir la petición o más bien la exigencia que Ginny, le había solicitado no hace más de media hora; caminado de un lado a otro sobre la perfecta alfombra color negra de su oficina, Harry se planteó la posibilidad de cumplir el estúpido capricho de su esposa de una y mil formas pero no le convencía en ningún sentido.

Harry no podía siquiera imaginarse a él permitiendo que un hombre o mujer le introdujera uno o dos dedos en su trasero para realizar aquel examen, el simple hecho de colocar esa imagen en su mente le generaban arcadas y escalofríos. Y aunque bien se pudo haber negado rotundamente a realizarlo, la amenaza de su esposa había tenido cualquier intento de negación.

"—Sino, no tendremos sexo, ¡hasta que seas razonable y aceptes hacerte el examen de próstata!"

Esas habían sido las palabras de Ginny que habían llevado a Harry a plantearse la situación de forma seria. Y si bien podía buscarse en otra mujer lo que su esposa le negaba, para así librarse de la posible humillación que se llevaría encima realizando el dichoso examen, se negaba a ser infiel cuando tan apenas tenía un año y medio de casado. Cansado de darle vuelta al asunto, soltó un suspiro cargado de estrés y obligó a dejar de lado su situación para ocuparse de asuntos más importantes, que claramente necesitaban más atención que un estúpido examen de próstata.

Caminando hasta su escritorio, el pelinegro fue dejando que los asuntos del Ministerio le llenasen la cabeza. Una vez se encontraba sentado en su puesto, se dejó consumir por el trabajo y así dar por olvidado aquel tema tan humillante para él.

Las extensas horas de trabajo en las cual se había enfrascado, había llevado al hombre de veintiocho años llegar hasta pasar altas horas de la noche en su oficina, que para cuando fue consciente de que ya no había nadie en el lugar, el reloj de la pared marcaba la media noche. Con el cuerpo tenso y el cansancio siendo ya su segunda piel, Harry se levantó de su asiento después de haber apagado su ordenador y haber ordenado los últimos documentos sobre su escritorio para que en la mañana, su secretaria los tomara y los guardara o enviara donde correspondían.

Tomando su maletín, Harry salió de su oficina con el único propósito de llegar a su hogar y dejarse dormir en la comodidad de su cama, y con la compañía del calor de su esposa.

Una cansada sonrisa se mostraba en su rostro cuando finalmente salió de la chimenea de la casa, con ganas de fundirse en el calor de su cama.

Entre pequeños bostezos, Harry avanzó por el salón, dando paso así a la tenue luz de la sala principal, despojándose de sus zapatos, se adentró al lugar donde encontró a su esposa, sentada en uno de los sillones de cuero.

—Pensé que no vendrías esta noche a adormir —dijo la joven una vez vió a su marido entrar. 

Con el entrecejo levemente fruncido, el pelinegro colocó su maletín en uno de los sillones y luego se encaminó hasta la cocina por un vaso de agua, sabiendo que su mujer lo seguiría.

—¿Qué fue lo que te llevó a pensar semejante cosa? —preguntó sirviéndose una buena cantidad de agua—. ¿Acaso debí quedarme a dormir en la oficina, teniendo una casa y una esposa?

Ginny soltó un bufido, encarando a su esposo.

—No es eso, Harry, es que supuse que necesitabas tiempo para pensar sobre el examen que te pedí que realizaras —susurró la pelirroja—. Sabes que es importante para mí que lo hagas, ¿no?

¿Lo sabía? Claro que lo sabía, pero eso no impedía que se sintiera humillado.

—Sé lo importante que es para ti, pero, ¡joder! ¿Te has puesto a pensar
cómo me siento al respecto? No, ¿verdad? Bueno, me siento incómodo, y el simple hecho de pensar que alguien me van a introducir uno o dos dedos en el puto culo, se me hace completamente denigrante —dijo dejando un golpe sobre el mueble.

La bruja rodó los ojos, soltando un suspiro.

—No es para tanto, Harry, míralo del lado bueno... —quiso decir, pero fue interrumpida por el susodicho.

—¿Que no es para tanto? ¡Ponte en mi lugar, por una vez! ¡Joder! —gritó el pelinegro y a los pocos segundos escuchó leves quejidos por parte de su esposa.

—Y-Yo solo quiero estar segura que no te vas a enfermar como él, ¡solo quiero asegurarme que vas a estar bien! —soltó Ginny, observándolo a través de las lágrimas.

Harry tomó un largo sorbo de agua, tranquilizando su respiración y mentalizando lo que diría a continuación.

—Bien, lo haré, ¿contenta? Pero serás tú quien busque al especialista que lo haga —bramó.

Dichas aquellas palabras, se marchó a su habitación dejando a su esposa completamente sola en la cocina, sin saber que aquella decisión, le cambiaría por completo la vida.




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