Capítulo 2

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El estrepitoso sonido del teléfono fijo que le anunciaba una llamada entrante, logró hacer que Harry saliera de su pequeña burbuja de concentración laboral, haciéndolo mover su mano en busca del aparato que pocos segundos después ya se encontraba sobre oreja izquierda. 

—Sí, ¿diga? —contestó Harry, sin dejar de leer uno de los documentos que había sobre su escritorio.

Hola, amor —escuchó a su esposa decir al otro lado—. He encontrado el especialista perfecto para que te realice el examen —al escuchar aquellas palabras, el pelinegro dejó los papeles de lado—. Tiene buenas referencias y fue muy difícil apartar un espacio, por suerte he logrado conseguir una cita para ti, en dos horas.

Con el corazón palpitándole con rapidez, Harry escuchó toda la palabrería que su esposa decía a través del teléfono.

—¿Vas a acompañarme, cierto? —preguntó, intentado calmar sus nervios.

Lastimosamente no, he quedado con Luna para acompañarla a comprar unas cosas para el bebé, ya sabes, está a pocos días de ponerse en labor de parto y tanto ella como Neville han tomado como método de liberar su estrés yendo de compras; viendo cosas para el bebé —explicó Ginny—. No te preocupes, voy a enviarte la dirección del médico correspondiente —agregó después.

Soltando un pequeño suspiro, el pelinegro se despidió de su esposa para luego dejar su celular en el escritorio. Recargando todo su peso en el respaldo de la silla donde restregó su rostro con ambas manos señal de clara frustración. Pasando su manos hasta su cabello, Harry masajeó su cuero cabelludo antes de ordenarle a su secretaria que cancelara todos sus pendientes del día.

Pocos minutos después, una lechuza apareció en el marco del ventanal con un papel en el pico, sabiendo que era de parte de su esposa, rápidamente lo tomó.

Almacenes Purge y Dowse; San Mungo, sala 4 (A-B) D.M. Especialista en Urología.

No pude conseguir a una mujer, cielo, lo lamento, ¡pero dicen que este doctor es uno de los mejores!

Mucha suerte, cariño.

Ginny.

Sin dar crédito a que su esposa le había escogido un médico del sexo masculino para que realizara el examen, soltó un pequeño gruñido de exasperación.


(...)


Anciano tras anciano había llegado a su consultorio esa mañana haciendo que el rubio formara una mueca en su rostro cada que miraba el expediente de su siguiente paciente, todos eran hombres arriba de los setenta con aparatos reproductores que ya no funcionaban como debían.

Secándose las manos con la toalla desechable, Draco despidió a su paciente antes de volver a su escritorio, donde guardó el expediente del mismo que acaba de salir, para así leer el siguiente, sorpresa la que se llevó cuando vio aquel conocido nombre en la hoja de apertura.

Harry Potter... Así que examen de próstata, ¿mm? Esto será divertido, pensó.

Con una sonrisa lasciva, revisó los datos personales de su ex-compañero antes de informarle a su secretaria que podía pasar.

Cuando la puerta fue abierta, Draco levantó la mirada para observar al hombre que hacia mucho tiempo no veía. Estudiando a detalle las bien proporcionadas piernas del pelinegro, Draco ahogó un gruñido, sin embargo se llevó tremenda sorpresa cuando sus ojos fueron a dar al voluminoso y bien formado trasero del paciente. Y ciertos pensamientos inundaron la cabeza del médico sin poder evitarlo.

The UrologistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora