Capítulo 9

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—¿Desde cuándo te gustan los hombres? —volvió a preguntar—. Tú... ¿te casaste conmigo para cubrir tu sexualidad?

Harry solo se limitó a negar, ni siquiera sabía si realmente le gustaban los hombres, no los encontraba atractivos, y mucho menos los deseaba, siempre había sido así, hasta antes de conocer a Draco. Por algún extraño motivo ese hombre siempre le había hecho sentir cosas que él no era capaz de explicar.

Draco lo había cambiado por completo, su gusto por las curvas finas y facciones delicadas había desaparecido junto a su buen gusto por un par de senos bien formados, ahora solo lo deseaba a él, algo que le preocupaba, lo suyo no era algo estable, era solo sexo bajo un contrato que podía terminarse en ese instante, o mañana. Soltando un profundo suspiro se sentó frente a su esposa.

—No, yo... no me casé contigo para cubrir mi sexualidad, ni siquiera me gustan los hombres —respondió mirándola a los ojos—. Es complicado.

La pelirroja frunció el ceño al no comprender las palabras de su esposo.

—Pero te vi besándote con él, Harry, es imposible que no te gusten...

—Lo sé, lo sé, a lo que me refiero es que no me gustan los hombres a excepción de él, es complicado, parece que no deseo a nadie aparte de él... lo siento Ginny —dijo—. Me disculpo por hacerte pensar que eras tú la del problema, cuando el que le falló a este matrimonio fui yo.

Ginny negó levemente ante la palabras de Harry, le dolía perderlo porque lo amaba, pero los sentimientos que vio en su esposo cuando le correspondía el beso a aquel hombre, a Malfoy, no eran ni comprados a los que Harry llegó a sentir por ella, lo mejor era marcharse aún cuando estaba a tiempo y su corazón aún no estaba destrozado del todo. Limpiando las gruesas lágrimas que brotaban de sus ojos, se atrevió a preguntar algo que probablemente la lastimaría más.

—¿Le quieres? —preguntó con la voz entrecortada.

Harry no esperaba tal pregunta, y menos porque él mismo no contaba una respuesta ante tal interrogante, se había preguntado infinidad de veces que era lo que sentía hacia Draco, muchas veces se había dicho que solo era deseo sexual, pero luego se encontraba a sí mismo extrañándolo y deseando que los miércoles y fines de semana llegasen con rapidez para poder verlo, y besarlo. En otras ocasiones se había dicho a sí mismo que lo sentía por Draco era probablemente cariño.

Desviando su mirada hacia el ventanal de la habitación, se volvió a preguntar qué era lo que sentía por el ojiplata, pero como era de esperar no encontró respuesta, y se dijo a sí mismo que se encontraba confundido.

—No lo sé —respondió en voz alta—. Últimamente soy un nudo de pensamientos, sentimientos y emociones... o tal vez estoy siendo demasiado cobarde para aceptar las cosas.

Podía ser un cobarde al no aceptar sus sentimientos, pero no era un egoísta, no podía retener a Ginny solo por miedo a perder la estabilidad de la relación que tenía con ella, cuando sabía que cada miércoles por la noche y viernes corría a los brazos de otro, él no era ese tipo de hombre, sabía que la mujer frente a él merecía a alguien que la amara más de lo que él alguna vez lo hizo, en lugar de quedarse en casa aparentando que era una mujer feliz a al lado de un hombre que la engañaba.

Se merecía de todo menos eso, era por ello que no se había negado cuando Ginny le había pedido el divorcio por segunda vez, no sabía qué sería de su extraña relación con Draco el día de mañana, pero fuera lo que fuese, él debía enfrentarlo y dejar ir a la mujer que le hizo feliz tantos años.


(...)


Tras lo ocurrido la noche del domingo, Harry no había podido concentrarse demasiado en su trabajo y mucho menos había tenido ánimos de hablar con Draco, por lo que solo fue capaz de enviarle un corto mensaje vía lechuza donde le decía que probablemente estaría demasiado ocupado toda la semana y que se verían hasta el viernes por la noche. Había escogido ese día para darse la oportunidad de verlo, porque creía que ya tendría su mente clara con respecto a todo lo que estaba pasando, pero ya era miércoles y no tenía nada resuelto. Su mente seguía siendo un lío por completo.

Dejando los informes sobre su escritorio, se dejó caer en peso contra el respaldo de su silla, necesitaba pensar las cosas con calma y estaba claro que con el ajetreo de la oficina no lo lograría, fue por ello que le avisó a su secretaria que cancelara cualquier reunión del día, pues se tomaría la tarde libre. Sin rumbo fijo abandonó el lugar a paso rápido.

Oculto, voló en escoba varias horas por encima de las nubes. Y volar sin rumbo le ayudó a despejar su mente, y darse cuenta de sus sentimientos y lo cobarde que había sido al no decirlos en voz alta. Ahora que conocía sus sentimientos debía tener el valor de decirlos en voz alta una vez fuese el momento correcto. Y esperaba que el viernes por la noche fuese el momento correcto para decirlos.



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