Una noche sin fulgor

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TREINTA

Esa intensa luz que sería capaz de iluminar el lugar con su presencia, se había apagado.

Terminó de leer la carta.

No había emociones en su rostro y, sin embargo, su corazón dolía de una manera diferente que cuando se enteró de que Alexby había sido golpeado, diferente a la vez que supo que debía casarse con alguien a quien no amaba, diferente a cada vez que veía a Rubius a los ojos.

Una especie de aflicción angustiante por las cosas que traería consigo esa noticia.

Inconscientemente, sus dedos acariciaron el anillo de compromiso que Reborn le había dado, y el recuerdo de esa vez llegó a su mente.

*Flashback*

Reborn lo había llevado lejos de toda la multitud del salón. Cruzaron un laberintico jardín de rosas y arbustos altos hasta llegar a un recoveco donde solo había pasto raso y la pared trasera de la edificación.

Ambos estaban en silencio, a diferencia de cuando actuaban en público, cuando se quedaban solos no había mucho que decir. Solo se escuchaban sus respiraciones y los sonidos de los insectos nocturnos; realmente muy tranquilizante.

Después de unos minutos en silencios, Reborn se acercó un poco más a él y extendió su mano con una caja de terciopelo negro. Sin detalles innecesarios, pero que aún dejaban ver la calidad del forro. Vegetta lo miró extrañado, pero tomó la caja.

-Sería estúpido preguntar si es para mí, ¿cierto? –dijo Vegetta haciendo la pregunta indirectamente.

Reborn respondió un tanto nervioso. –Es solo una formalidad.

Al abrir la caja, dentro había un anillo de metal argénteo; con un diseño grueso, sin caer en lo burdo; bordes níveos brillantes; grabado en el interior con sus iniciales, tan cuidadosamente que solo si se analizaba el anillo con detalle uno se daría cuenta de que esas letras estaba ahí; en el centro, como único adorno en el metal, una piedra pentagonal color malva. Destacaba sin ser exageradamente llamativa, sencilla, elegante y desprendiendo una luz única, que en contraste con la noche, parecía brillar más. Aunque Reborn había dicho que solo se trataba de una formalidad, parecía que había cuidado cada detalle de ese anillo.

Vegetta no pudo evitar sonreír.

-Es... -comenzó a hablar sin encontrar las palabras para describir un regalo como ese.

-¿No te gusta? –Reborn se apresuró a decir. –Puedo pedir que lo cambien, ¿qué te desagrada?, ¿el color?, ¿es demasiado simple?, ¿debería cambiar el amatista por un diamante?

Vegetta dejó escapar una risa baja, Reborn no entendía qué pasaba, pero todo su rostro gritaba "estoy nervioso, por favor habla".

El príncipe de Karmaland recuperó su semblante serio, pero en sus ojos había surgido una chispa de afecto y agradecimiento que se transmitió a sus palabras: –Es un anillo perfecto.

Reborn sintió como su cuerpo se relajaba. Sonrió complacido con la respuesta.

La chispa y la calidez en el corazón duraron poco. Mientras más miraba el anillo más incómodo se sentía Vegetta. Sabía el propósito de ese anillo, y entonces deseó que el anillo hubiese sido horrible, para así no sentir que estaba hecho especialmente para él, para no sentir la presión en sus hombros, para olvidar a aquel chico de ojos verdes y cabello blanco.

De repente quería salir corriendo de ahí y pedirle a Rubius que se olvidara de él. Huir a algún país pobre y comenzar desde cero cultivando una vida solitaria consecuencia de sus arrepentimientos y malas decisiones. Pero no podía hacerlo, todo un reino dependía de él y del matrimonio con Reborn, no tuvo más opción que agradecer e insistir en regresar al interior, donde el baile de primavera recién llegaba a su pináculo de interés.

Without a Crown KARMALAND AUWhere stories live. Discover now