Los principios de un encuentro desventurado

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CUARENTA Y CINCO

Si después de la muerte del príncipe Reborn el reino de Karmaland ya era un caos, con la infortunada perturbación en la salud del rey toda la capital se volvió un caos. Los problemas no eran demasiado grandes, con sabiduría y análisis la mayoría de ellos se solucionarían, pero el punto clave en todo el desastre recaía en cuatro inexpertos príncipes sin mucha paciencia.

Ninguno estaba en sincronía con el otro; si se debía enviar una carta al virrey sobre la fecha para la reunión bimestral, dos príncipes enviaban una carta con el mismo asunto pero en fechas diferentes; si debían asistir a la inauguración del nuevo teatro y a la firma de la reanudación de un tratado comercial el mismo día a horas similares, tres príncipes asistían al mismo evento mientras el otro evento se quedaba sin representación de la familia real; si debían entregar un regalo a la princesa del país vecino por su nacimiento, cuatro príncipes enviaban regalos, no sonaba tan mal, pero dos de ellos enviaron carritos de juguete, uno más dinero con el concepto de dote y el ultimo una botella de licor.

Asuntos simples de atender se convirtieron en problemas complicados de solucionar.

-¡¿Qué haces aquí?! –gritó Fargan cuando vio a Alex sentado frente a la casa de Willy cuando estaba seguro de haberlo enviado a la zona media de Karmaland él mismo.

-No quiero regresar al palacio –Alex ocultó su cabeza entre sus rodillas, dando la ilusión de ser más pequeño de lo que ya era.

-Alexby, son casi las seis de la tarde, pronto se ocultará el sol, será imposible transitar las calles de los barrios bajos. No puedes quedarte –el mayor tomó la muñeca del príncipe con la intención de levantarlo y escoltarlo de nuevo a la zona segura de la ciudad. –Vamos, si corremos tal vez logremos evitar el anochecer.

-No es justo –el menor zafó bruscamente su mano. Permaneció inamovible, con los ojos desafiantes y las cejas fruncidas. –Siempre me envías de regreso al palacio pero tú regresas a los barrios bajos sin importar que sea tarde. ¿Por qué yo no puedo quedarme?

Fargan tenía muchas respuestas a esa pregunta, comenzó a enunciarlas: -Eso es porque a mí nadie me espera en casa, porque nadie me reconoce aquí, porque nadie se atrevería a meterse conmigo, porque tú eres demasiado vulnerable, porque llamas demasiado la atención y, principalmente, porque toda la zona alta de Karmaland se volverá loca si su preciado príncipe no regresa.

Fargan nunca había dado tantas razones para ahuyentar al príncipe, pero estaba muy frustrado. En serio quería pasar tiempo a solas con Willy. Alex ya se llevaba todas las oportunidades de que estuvieran solos por la mañana y parte de la tarde, solo le quedaban esas horas de las noches para poder compartir actividades de pareja con Willy.

Alex se convirtió de repente en la ascáride de su vida romántica.

-Nadie se dará cuenta si no regreso.

-Sabes que es mentira, la última vez que escapaste, Vegetta casi se entierra una daga en el cuello.

-Esta vez es diferente, todo el palacio está hecho un caos, no hay tiempo para preocuparse por un príncipe rebelde, lo cual agradezco de alguna forma.

-No lo entiendo.

Alex suspiró antes de continuar. Miró a Fargan con sus ojos penetrantes, pensando si sería correcto contarle sobre los asuntos internos del palacio. Entonces recordó que Fargan casi era parte de la familia real también. –Mi padre está enfermo.

-¿Qué?

-El rey está enfermo, han dado su diagnóstico más de cincuenta médicos, pero ninguno ha conseguido curarlo. Su estado no empeora, pero tampoco mejora. Me estresa demasiado tener que estar en ese lugar de locos.

Without a Crown KARMALAND AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora