Capítulo 5.

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Encendí la luz bajo los latidos de mi corazón. Miré a la habitación detenidamente dándome cuenta de que allí no había nadie, pero esos ojos azules seguían allí, clavados en mi retina. Aterrorizada por dentro cogí algo de ropa y fui al aseo corriendo. Me cambié rápida y volví a la habitación con las manos recogidas en el pecho. Me asome por la puerta con cautela.

-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Pregunté y cuando lo hice pensé detenidamente. Me estaba volviendo loca, pero sabía que aquello no era una simple ilusión de mi cerebro, era un fantasma, y no uno cualquiera, más bien uno al que recordaba bastante bien y que hacía de mis sueños pesadillas.

Viendo que allí no había nada fui al salón. Quizás me impacto demasiado ese fantasma de la editorial y mi subconsciente jugaba conmigo. Aunque juraría que esos ojos azules estaban allí, en el rincón de mi habitación observándome…

Finalmente sin darle más importancia cogí el teléfono y llamé a Andrea. Había quedado con un par de amigas para salir de copas y vi una gran oportunidad para distraerme de todo lo que me estaba pasando. Justamente habíamos quedado en una hora en la entrada del teatro principal. Me vestí rápida, con un vestido blanco un poco ancho y unas sandalias marrones. Cómo no sabía si hacía algo de fresco cogí una rebeca para más tarde y con mi bolso en mano salí por la puerta.

Mientras bajaba por el ascensor rezaba por qué no tardara más de 5 minutos en pasar el autobús. Era viernes y eso suponía un gran tráfico en la entrada de la ciudad. Cuando llegué vi a lo lejos unas luces que venían directas hacia mí. Alcé mi mano y el autobús paró. Pagué el viaje y miré donde podía sentarme, que porsupuesto no era ningun sitio. El autobús estaba lleno de gente, gente joven que se dirigía a la ciudad. Caminé por el pasillo sorteando a las personas cuando el autobús arrancó de golpe y salí despedida hacia delante. Un par de chicas fueron mi escudo para no caerme al suelo. Me disculpe y seguí caminando hasta que me quedé en el hueco de la puerta trasera. Un par de chicos más o menos de mi edad dejaron de hablar cuando me detuve delante de ellos y hasta sentí sus miradas repasándome de arriba abajo sin descanso. Me agarré a la barandilla incomoda y saqué mi móvil para distraerme cuando escuché una voz a mis espaldas.

-Yo también tengo wassap. Si quieres puedes mandarme mensajitos a mí también guapa.

Me giré y vi a un chico moreno, con una camisa azul clara marcando todos los músculos posibles de su cuerpo. Llevaba un flequillo algo largo retirado hacia atrás y unos ojos muy oscuros, podría decir que negros. Me miraba con una sonrisa entre dientes dejando marcados unos hoyuelos a sus lados, su compañero no me quitaba ojo de encima con una boba sonrisa.

Respiré hondo.

-El tuyo no me hace falta, pero gracias. –Le contesté sin importancia devolviendo la mirada al móvil para seguir con el mensaje que le estaba enviando a Andrea.

-Perdona, no quería molestarte. Por cierto, me llamo José. –Volví a mirarlo y me tensé cuando se levantó del asiento y se inclinó hacia mí.-¿Y tú eres?

-Aria, me llamo Aria. –Me quedé paralizada cuando me dio dos besos dejándome la saliva pegada en la mejilla. Baboso, pensé.

-Y que tal Aria, ¿vas a la ciudad?

-Si, si llegamos vivos…-Contesté mirando al conductor por encima de mi hombro que no hacía más que acelerar y frenar en seco. José sonrió.

-Nosotros también vamos a la ciudad. Al puerto, estaremos por el kraken.

-Ugh, ¿Qué es eso?-Pregunté sujetándome con ambas manos de la barandilla cuando el conductor tomó una rotonda. José se tuvo que sentar en el asiento.

Caricias OscurasWhere stories live. Discover now