09. Miren Amiano ataca de nuevo

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Cuando Dios repartía la suerte entre todas las personas del mundo seguramente yo estaba en el baño con una fuerte y mortal diarrea

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Cuando Dios repartía la suerte entre todas las personas del mundo seguramente yo estaba en el baño con una fuerte y mortal diarrea.

Y otra de las razones más probables por las que no asistí a «la feria de la suerte» es porque debí haberme quedado sin papel, pero como todo el mundo estaba haciendo fila para obtener un poco de suerte nadie llegó a ayudarme, el culo se me debió haber entumido por la espera y no tuve más remedio que limpiarme con mi playera, y cuando por fin pude salir del baño, Dios se debió haber ido.

Es eso o Miren Amiano se alió con Juan para conspirar en mi contra porque no encuentro otra razón lógica que justifique el hecho de que todo me salga mal.

No le daría tantas vueltas si solo me pasara una vez, sin embargo, en estos últimos días todo me ha salido mal. Alguien no quiere verme feliz y sé exactamente quien es.

Juan.

Aunque suene tonto, Juan debe odiarme a tal punto de arruinar mi vida porque matarme es una solución fácil y estaría cumpliendo uno de mis más grandes sueños y es obvio que él no quiere verme cumplir mis metas.

Ya está, asunto resuelto, todo es culpa de Juan y si él no es el responsable, Miren Amiano está detrás de todo. Vale mejor dejo las bromas de mis desgracias para otro momento.

Tomo la almohada de mi cama y cubro mis oídos con ella para bloquear todo ruido, pero los gritos de abajo son tan fuertes que ni siquiera esa acción hace que deje de oírlos. Si no hubiera dejado mis audífonos en la mochila ahora mismo estaría escuchando alguna canción que haga que no escuche nada de lo que está pasando, hasta pondría alguna de reggaetón, el género que menos oigo, pero que más disfruto cuando estoy bañándome e imaginando que estoy en una fiesta.

Si tan solo tuviera mis audífonos conmigo no estaría sufriendo con la pelea que hay abajo o estaría sufriendo con buena música de fondo, y entre las dos formas de sufrir prefiero mil veces la segunda.

Tiro la almohada hacia algún punto de mi habitación y tapo mis oídos con mis dedos esperando que estos sí funcionen, pero mi esfuerzo es en vano, todavía continúo escuchando todo. Juro que mis oídos van explotar en cualquier momento y si no lo hacen, yo mismo voy a tomar un cuchillo y voy a arrancarme las orejas. Estoy cansado, no quiero seguir escuchando los gritos que hay entre mi mamá y papá.

Tener una mamá virgo que siempre va a sacar los dientes y un papá tauro terco que jamás va a aceptar no tener la razón es un verdadero martirio que parece no tener fin. A este ritmo voy a morir antes de que ellos terminen de discutir.

Los pondré en contexto, luego de que mi papá me viera con Edward en una posición un poco... sugerente, vine directo a mi casa, trepé por el árbol que está al lado del cuarto de mi mamá porque no tenía las llaves y al entrar me escondí en mi habitación como si eso fuera capaz de salvarme del desmadre que hice. Pasados unos minutos escuché que la puerta sonó un par de veces con mucha fuerza y las llamadas en mi celular de parte de mi papá comenzaron a aparecer en mi pantalla, pero las ignoré esperando que se agotara de insistir y se fuera.

Una perfecta confusión Where stories live. Discover now