12.Fuera del planeta.

25 6 6
                                    

Capitulo :XII

Fuera del planeta.

Zia Avery .

El sonido de un coche estacionándose, hizo que me acercara a mi ventana.

Peter estaba recargado en la puerta del conductor viendo directamente hacia mi balcón. Venía vestido con una playera lisa, un pantalón rasgado y una chamarra de color negro a juego con unos tenis de color blanco. Me hizo una señal para que bajara.

—¿Tienes tiempo? —Me preguntó antes, de que pudiera saludarlo.

Asentí con la cabeza, mientras me deslizaba al asiento del copiloto. Rápidamente nos incorporamos al tráfico de la ciudad. Tomó una ruta muy diferente a la que yo tenía en mente.

—¿No iremos al metro?

—Lo dejaremos para otro día.

Dimos vuelta a la rotonda para dirigirnos a las afueras de la ciudad. Nos dirigíamos a el área rural penetrando a un pueblo que se encuentra detrás de varias montañas, subimos colina arriba, hasta que llegamos a unas calles pedregosas.

El lugar tenía estilo propio, parecía ser un lugar sacado de una revista. Estaba iluminado por diferentes colores y tamaños de luces, las calles eran diminutas, la mayoría de las casas estaban construidas de ladrillos, los balcones estaban repletos de flores o la gran parte de la casa tenía plantas trepadoras. Era como si la naturaleza reclamara lo que le pertenecía.

Bajé del coche observando la postal que tenía delante de mis ojos. Peter comenzó a caminar y lo seguí.

—¿Dónde estamos?

—Bagnoregio, es un pueblo.

Salimos del área de casas. La risa de la gente, el sonido de música, de máquinas de palomitas y de juegos mecánicos atrapó mi atención.

Frente a nosotros estaba un cartel inmenso que tenía escrito "Bienvenidos a la feria de Bagnoregio" .A su costado se encontraba un pequeño stand que tenía como función ser la taquilla.

El lugar parecía tener un muy buen ambiente, niños corrían de un lado al otro, bebés lloraban, familias enteras formadas en diversas atracciones o tomándose fotos en la fuente que parecía ser el corazón del lugar y algunas parejas recorrían el lugar sin tener rumbo fijo.

—¿Qué hacemos aquí? —Tomé su brazo para alcanzarlo y cubrirme del viento que rugía, aun en medio de muchas cosas.

—Quiero mostrarte algo.

Nos alejamos de la pequeña feria, adentrándonos en una zona obscura y llena de árboles. El viento se intensificó empeorando la temperatura. A lo lejos se veía que estábamos llegando a una barda de piedras que nos separaba del voladero.

—Este es uno de los encantos del lugar  —Anunció mientras se paraba encima. —Es su mirador, desde aquí puedes observar las luces de la ciudad.

Me acerqué lentamente a ver lo que me decía. Mi boca se abrió de sorpresa. Abajo de nosotros se veían las siluetas de árboles con diferentes tamaños, el piso era una mezcla de arena con hierbas que suelen crecer en cualquier sitio. Alcé la mirada al horizonte, delante de mí tenía la mejor vista de las luces de la ciudad. Desde ahí todo era increíblemente diminuto, no parecían ser las simples luces que veías desde tu azotea. Sí no, parecían ser las mismas estrellas. Te daba la sensación de estar fuera del planeta. El lugar era increíble, aun estando en la penumbra.

—Es una vista increíble.

El aire golpeaba nuestros rostros, mientras enredaba mi cabello.

—Lo sé, parece ser algo inexistente. Habló mientras se sentaba en la barda y ponía en su lengua un polvo que venía en una bolsa pequeña.

Estiró su mano, para que yo la tomara y me acomodará a su lado. Mi semblante trasmitía pavor.

—Confía en mí.

Nuevamente el tacto de su mano despertaba esas desconocidas sensaciones en mí, las cuales erizaban mi piel por completo. Era algo extraño, pero me agradaba.

—Es aún mejor cuando el cielo está más estrellado —Levantó la mirada al cielo.   —Cuando es luna llena, su luz permite que veamos lo que está a nuestro alrededor.

El bullicio de la gente ,ya no era tan audible a comparación de nuestras respiraciones.

—¿Por qué vinimos hasta acá?

—Me gusta la vista.  —Se encogió de hombros

—¿Tiene algún nombre?

—No que yo sepa.

—¿Cómo sabes del lugar?

—Me gustaba salir con mi abuelo, él me mostraba lugares increíbles y un día me trajo aquí.

—Tiene buenos gustos tu abuelo.

—Si, nos gustaba... —se detuvo al hablar para después corregirse. —Me gusta decir que este lugar te muestra los colores de la vida.

—¿Cuáles son?

—Blanco y negro. — Musitó.

—¿Blanco y negro?   —Pregunté confundida.

—Si -contestó antes de clavar su mirada al frente.

—¿Por qué? —Su punto de vista me parecía interesante. —¿No se supone que la vida es de colores?

—No, eso es una estúpida idea. —Bufó ,tan bajo que apenas fue audible.— Es una larga historia.

—Tengo tiempo.  —Lo miré

—Eso es todo lo que debes de saber por hoy. Sólo disfruta el momento y la vista.

Blanco Y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora