Capítulo 22

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¿Es demasiado pronto para decir que me estoy enamorando?

—Hasta que por fin llegas —exclamó mi madre en cuanto abrió la puerta—. ¿Dónde estabas?

Poco después de que terminara mi turno en el trabajo, Milo se ofreció a llevarme a casa. Cuando salí de su auto y lo vi desaparecer al final de la calle me dirigí directamente a la entrada, toqué el timbre sin esperar que fuese precisamente mi madre quien abriese la puerta.

—Sigo esperando una respuesta, Ellen —exigió cruzando los brazos sobre su pecho. Su semblante era serio, su postura firme.

Suspiré antes de responder: —Estaba en la librería.

—En la librería —repitió y la escuché tomar una respiración profunda—. ¿Toda la noche?

El tono de su voz me hace bajar la mirada al suelo.

—Mamá...

—No quiero escucharte, Ellen, no me interesa donde o con quien hayas pasado la noche. Solo te pido que tus malas decisiones no afecten a Benjamín, no necesitamos más problemas.

—Sabes que nunca haría algo que pudiera lastimarlo —respondí, apretando los dientes.

—Con todo lo que ha pasado, ya no estoy tan segura —sentenció con amargura. Sus ojos me escanearon de pies a cabeza—. Solo mírate, que no vuelva a repetirse.

Se alejó sin decir nada más, dejándome de pie junto al umbral con un molesto nudo en la garganta, tomé una profunda inhalación y cerré mis manos en puños intentando contener las terribles ganas que tenía de echarme a llorar.

No reconocía a mi madre.

La seguí con la mirada hasta que la vi desaparecer al final de las escaleras, lo siguiente que escuché fue el sonido de la puerta de su habitación cerrarse.

Respiro profundo.

Arrastro mis pies hasta llegar al inicio de la escalera y me detengo de forma breve en el primer escalón. Recorro con la mirada todo el lugar. Mis ojos se detienen en la foto enmarcada en la pared y una sonrisa triste aparece en mis labios.

Papá se encuentra en el centro de la fotografía con Ben sobre sus hombros, uno de sus brazos rodea la cintura de mamá que se encuentra a su derecha, ella sonríe de forma dulce viendo hacia la cámara. En uno de los extremos Mara también sonríe, su cabello negro cae a ambos lados de su rostro mientras sus mejillas están sonrojadas. En el otro extremo, me encuentro yo, que a diferencia de ellos no miro a la cámara, los estoy mirando a ellos, con una genuina sonrisa cargada de felicidad.

Éramos tan felices.

Aparté la mirada cuando mi labio inferior comenzó a temblar. Casi puedo recordar el día que tomaron la foto. Era el cumpleaños de papá, él quería tener una fotografía de los cinco para llevarla siempre en su cartera, terminó gustándole tanto que decidió enmarcarla en la pared de nuestra sala.

—Tu padre amaba esa fotografía.

La voz de tía Olivia me sobresalta, sus palabras hacen que mi corazón se hunda un poco más en mi pecho. La busco con la mirada y la encuentro sentada en el sofá observando justo en mi dirección.

—Amaba lo perfecta que era —se pone de pie y se acerca, sus brazos están cruzados—. Estaba enamorado de la forma en la que tú lo veías.

Una sonrisa temblorosa curvó mis labios. Mis ojos pican y el ardor en mi nariz se hace presente.

No soy capaz de hablar, las palabras se atoran en mi garganta. Reprimo un sollozo y con un movimiento de cabeza le indico que no puedo hablar ahora, tía Olivia me mira durante unos segundos, hay un destello de preocupación en sus ojos, pero al final asiente. Yo camino lo más rápido que puedo a mi habitación.

La lista de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora