Capítulo 33

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Holaaa! Espero que todos ustedes se encuentren muy bien.

Esta vez creo que verdaderamente puedo decir que ha pasado un bueeen tiempo desde la última vez que me aparecí por aquí, ¿no es así? Lo bueno es que todo este tiempo de verdad me ha ayudado a enfocarme en mí, y en lo que realmente quiero con esta historia. Y eso me tiene muy emocionada.

Con este capítulo abrimos de nuevo las puertas a las actualizaciones semanales —espero que esta vez si sean semanales— o cada vez que tenga tiempo y pueda hacerlo. Gracias a todos por su paciencia, y para quienes siguen aquí; bienvenidos de vuelta.

Axel y Ellen los echaron de menos.


Mi celular vibra repetidas veces en el interior de mi bolsillo indicando que ha llegado un nuevo mensaje, la última media hora no ha dejado de sonar, pero igual que las anteriores veces lo ignoro. Ni siquiera me molesto en ver de quien se trata. Mi mirada se mantiene fija en el mismo punto, en las letras inscritas en el mármol. En su lápida. Lucho por ahuyentar las lágrimas que se acumulan en mis ojos. Intento ignorar el ardor en mi nariz. Intento respirar con calma a pesar de tener un nudo que me cierra la garganta.

Hoy me había despertado con unas ganas indescriptibles de venir a verle. Un impulso. Un tirón en el pecho que me había llevado a salir de casa muy temprano en la mañana y plantarme frente al cementerio desde hace más de una hora. Quizá no era nada. O quizá solo había sido el sentimiento de extrañarla más de la cuenta, tal vez el miedo de sentirla lejos, de sentir que ha pasado demasiado tiempo; unas semanas desde la última vez que estuve aquí, casi tres meses desde que ella se fue.

No sabía lo que era, pero me daba gusto haber venido.

El viento fresco de septiembre me revuelve el cabello, se cuela bajo las capas de ropa que llevo puesta haciéndome estremecer. Un mechón rebelde se sale del moño improvisado que me hice en el cabello y con ayuda de mis dedos lo vuelvo a dejar detrás de mi oreja. Un suspiro escapa de mis labios un segundo después, perdiéndose en el silencio. Me mantengo otro poco más mirando su lápida, sin apuros, sin necesidad de decir una palabra. Dejando que los minutos pasen, reafirmando la sensación de que el tiempo trascurre mucho más lento aquí, como si todo se pusiera en pausa. Cierro los ojos y respiro despacio.

Entonces, mi teléfono vuelve a vibrar.

El tiempo retoma su curso.

Y yo me doy cuenta de que no puedo seguir ignorando mi alrededor.

Saco el móvil del bolsillo de mi chaqueta y me sorprendo al ver que los mensajes son de mi madre. Frunzo el ceño sin poder evitarlo. Nos hemos estado ignorando desde nuestra última conversación, por lo que recibir, no uno, sino tres mensajes suyos, me descoloca por completo. Me apuro a leerlos de inmediato.

Mamá: [Necesito hablar contigo. Es importante] 8:45 am

Mamá: [¿Podrías dejar de ignorar mis mensajes?] 9:12 am

Mamá: [Con esto me sigues demostrando lo mucho que te importa. Responde cuando quieras] 9:30 am

Me tomo un momento para leer de nuevo los mensajes. Al releerlos por tercera vez siento el impulso de guardar el móvil y fingir que simplemente no vi nada, postergar el momento. Evitar una nueva discusión. Pero sé que es una reacción muy inmadura de mi parte y que al final solo terminaría por darle la razón. Miro una última vez nuestro chat antes de escribir un mensaje rápido en el que le pregunto cuando quiere que nos veamos y apagar la pantalla.

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