Capítulo 9

3.4K 287 41
                                    

Los días pasaban, unos de ellos se veían aunque sólo hablaban por algunos minutos, pero había otros días en donde no se veían en la absoluto, su relación había cambiado, sí, sin embargo, no había nada de involucramiento íntimo, lo único que hacían era poco a poco describir los sentimientos que se iban formando, sentimientos extraños que la ojiverde no aceptaba por completo.

—Me quiero casar—Habló la castaña interrumpiendo la plática con su mejor amiga.

—¿Qué mierda?—Su amiga la volteó a ver extrañada y con una cara de "¿Qué acabas de decir?", la morena no pudo evitar sonreír ante las expresiones de su amiga.

—Me quiero cas...

—¡Comprendí lo que quisiste decir, no hace falta que lo repitas!—La castaña nuevamente sonrío con las mejillas sonrojadas extrañando aún más a la Polinesia—Jodida mierda, tú ya caíste de culo por Ralph—Expresó la mujer llevándose las manos a la cara y tallandosela con fastidio.

—¿Y qué tiene?—Farfulló la ojimarrón cruzandose de brazos mirando a la Polinesia con el ceño fruncido.

—No tiene nada de malo, ¡Pero tenemos un contrato, Chancho!—Exclamó la Polinesia con exasperación dejando de taparse el rostro con las manos.

Camila suspiró pesado deshaciéndose de su postura altanera, aún sentada en el sillón, se tiró hacia atrás quedando mal sentada y de una manera desordenada.

—Roger es una mierda—Masculló la castaña elevando la mirada al techo sintiendo su corazón latir lentamente.

—Seh—Concordó la rubia tirándose de igual manera que la castaña.

Silencio.

La morena jugaba con sus manos sintiéndose con dolores terribles de espalda y piernas, se estiró para poder tronar sus huesos y al hacerlo pudo suspirar en paz, aunque la rubia la viera con disgusto, Camila estaba por hablar cuando la puesta de su camerino se abrió de golpe haciéndolas saltar a las dos.

—¡Mis niñas preciosas!—Un joven castaño y alto entro a su camerino contento y casi cantando.

—Rosh...—Murmuraron ambas mujeres con cansancio mientras se reincorporaban en la silla.

—¡Hoy es un día muy feliz!—Chilló azotando la puerta dirigiéndose a las dos mujeres, quien no hicieron un amago para moverse—Mi preciosa castaña—Le sonrió coquetamente haciendo una reverencia recibiendo únicamente un movimiento de mano de la castaña, quien tenía una sonrisa incómoda.

—Rosh... ¿Qu-qué haces aquí?—Cuestionó la castaña alejándose levemente, aunque no podía demasiado porque estaba sentada en el sillón.

El hombre moreno sonrió y se reincorporo inmediatamente.

—Nuestra relación...

—No hay ninguna relación—La polinesia interrumpió al hombre cruzandose de brazos, Camila concordó con ella recargandose en su hombro—¿A qué vienes?

—Tendremos una relación, no confundas, Polinesia—La rubia la miró con las cejas levantadas y gesto serio.

—No, no tendremos—Bufó la castaña rodando sus ojos.

—¡Claro que sí!, solo te quedan unos días, Camila—Sonrió malicioso acercándose más a ambas mujeres—Y no veo que tú esposita este cayendo, la única que cae, eres tú—Susurró con seriedad y depravación.

Iba a acercarse aún más pero la enorme mano de la rubia se estrelló contra su rastro y lo empujó mientras ella se levantaba.

—¡Oh, cara de perro!, tú no sabes absolutamente nada de Lauren, así que cierra el jodido hocico si no quieres que te lo rompa—Masculló empujandolo del rostro por última vez antes de que ella se separara.

Buscando a mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora