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El señor Park al fin tenía una pista en sus manos. Había mandado a sus técnicos para que hackearan todas las cámaras de la zona. Y, gracias a un programa de reconocimiento facial, hallaron un punto muerto que Killer Prince no había considerado.

Por eso, vieron cómo cambiaba de vehículo en un callejón baldío e identificaron la placa. Luego, rastrearon todo el camino hasta conseguir las coordenadas de un centro de almacenamiento. Y, finalmente, gracias a los trabajos de No-Hope como infiltrado, descubrieron el almacén exacto en el que estaba Kitty.

—Preparen todas sus armas, pero recuerden que no podemos matarlo. Eso violaría los códigos entre las mafias y sus aliados se irían contra nosotros —ordena con firmeza—. Sabemos que tienen a Kitty; sin embargo, podemos suponer que sigue intacto. En caso contrario, se dará la orden para comenzar el ataque a muerte. ¡¿Entendido?!

—¡SÍ, SEÑOR! —contestaron todos sus hombres.

En eso, le llega un mensaje de parte de Jungkook. Al parecer, él y Taehyung habían llegado a una solución para el escándalo. Al fin, una buena noticia luego de tsunami de problemas.

Esta noche dará una entrevista para el canal de noticias. No se preocupe que la mafia Park estará a salvo.

En el mensaje, también estaba escrito qué diría el hijo del presidente. Era un discurso apropiado y muy convincente. Solo faltaba esperar la reacción del público y las autoridades.

—Señor —lo llamó uno de sus subordinados con un pequeño paquete en sus manos—, los del este mandaron esto. —Se lo entrega con nerviosismo.

Al principio, el jefe no comprendía por qué tanta tensión; sin embargo, cuando sujetó el paquete, se dio cuenta de que era una especie de táper que contenía algún líquido. Entonces, para salir de dudas, le quita el envoltorio de papel craft. Grave error. Lo que había dentro era nada más y nada menos que un dedo flotando en el interior de aquel frasco.

—Mierda...

En eso, nota la presencia de una pequeña etiqueta.

—Entregue el mando de su mafia y todos los códigos de sus sistemas si no quiere que le envíe a su hijo pedazo por pedazo —leyó en voz alta con el corazón latiendo a miles—. Killer Prince... ¡MIERDA! ¡MIERDA!

El dolor que lo aprisionaba era horrible. ¿Cómo esperaban que se sintiera? ¡Su querido hijo estaba siendo torturado! ¡Le estaban enviando pedazos de él!, ¡del niño de sus ojos! No lo permitiría. Ese desgraciado ya había cruzado la línea.

—Si quiere que esto sea a muerte, a muerte será —masculló mientras ponía el frasco sobre una mesa—. ¡NOS VAMOS YA MISMO! —exclamó con firmeza, ganándose el respeto de sus hombres— ¡Y EL QUE ME TRAIGA LA CABEZA DE KILLER PRINCE SERÁ RECOMPENSADO!

Entonces, todos tomaron sus armas y subieron a los vehículos blindados. Lo hicieron a paso veloz, pues el señor Park así lo había pedido. Asimismo, decidieron que harían hasta lo imposible para completar esta misión de forma exitosa. Nadie atacaba a la mafia Park y se salía con la suya.

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Mientras tanto, Kitty seguía mezclando químicos allí y allá. De hecho, le estaba tomando más de lo esperado, pero era comprensible. Sin instrucciones para medir y pesar las cantidades, todo debía hacerlo a ojo.

—Creo que ya está —dijo luego de varios minutos de trabajo silencioso mientras que Agust preparaba las botellas de cloro para usar como armas.

—¿Ahora qué?

—Lleva este balde al fondo del almacén y ponlo pegado a la pared —ordena hablando muy despacio, pues aún seguía muy herido y con la respiración agitada—. Luego, vuelve por mí para que me cargues hasta allá y podamos poner el ingrediente final.

El rubio asiente y se apresura para cumplir. Mientras tanto, se repite mentalmente el plan. Debía recordar que el objetivo era huir, nada más. Y, si se cruzaban con alguien del este, atacarían, pero solo en ese caso. No podían arriesgarse a más.

—Listo —le dice a Kitty antes de subirlo sobre su espalda con suma delicadeza.

—Cuando ponga el bicarbonato en la mezcla, tendrás que correr hasta el otro extremo del almacén —explica mientras Agust avanza hacia el balde—. Si la espuma que saldrá te toca, te perforará hasta los huesos. ¿Entendido?

—Sí —contesta calmadamente—. Luego agarramos el cloro y salimos de aquí.

—Sí —susurra Kitty justo cuando llegan—. A la una, a las dos... y... ¡ya!

Tira todo el bicarbonato en la mezcla con rapidez, intentando no perder ni un segundo. Entonces, unas burbujas gigantes de color blanco inician a salir de la mezcla. También, un olor fétido aparece, anunciando que era momento de correr.

Luego, lo que pasara sería solo suerte.

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