De conejos blancos

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Estaba molesto. Lo estaba y demasiado. Tumbado en la cama de su habitación, Uzumaki Naruto mantuvo sus ojos sobre el techo que tenía sobre él, lanzando una pelota hacia lo alto con la mano derecha para volverla a tomar. Azami lo había tratado como un simple perro que, al mostrarle un hueso iría detrás de él. Creyó que podría comprarlo con sueños y palabras que deseaba escuchar. ¡Pero él tenía otro pensamiento sobre la comida! Y no fue eso lo que realmente llenó su mente durante los últimos días, si no la traición que sintió cuando Azami le habló de que Kobayashi se había unido a su lado. ¿Por qué ella lo hizo? ¿Por qué no podían seguir siendo eso algo más que ella buscaba? ¡Estaba molesto con eso! Darle el amor que Kobayashi sentía, sería algo que le habría encantado sin duda alguna; pero él no sentía aquello tan fuerte como su vieja amiga.

Y ¿entonces? ¿Qué tocaba hacer ahora? Azami estaba reuniendo a los Asientos para un golpe de estado y, probablemente, muchos de ellos lo estarían siguiendo simplemente por codicia. Sobre todo, el Noveno Asiento, Eizan. Estaba a rebosar de su propio orgullo y deseo de un mejor puesto incluso más que él odiando a Totsuki.

Dejando escapar un suspiro, el Uzumaki atrapó la pelota con la mano izquierda y giró la misma, mirando completamente aquella pelota amarilla. Era una pelota antiestrés, para deshacerse de aquellos momentos o pensamientos que lo estuvieran molestando. Eran muchos actualmente y ciertamente era molesto para él sentirse como se sentía por culpa de su amiga y aquella situación.

Odiaba a Azami.

Naruto apretó su agarre. Lentamente aquella pelota fue cediendo y los dedos se marcaron en la misma por unos segundos. Cuando aflojó el agarre, aquella pelota volvió a un estado normal, completamente redondo dentro de su mano.

¿Qué podría hacer ahora? ¿Hablar con Senzaemon? ¿Callarlo? Pero eso no era lo importante. ¿Qué haría con Rindou cuando estuvieran en el consejo, en las reuniones? Si la tensión ya había estado tensa entre ellos, ¿cómo lo iba a estar ahora?

Naruto respiró hondo y, con fuerza, lanzó la pelota contra la pared a su izquierda. Esta golpeó una de sus fotografías con Rindou casualmente, tirando la fotografía desde el mueble en el que estaba hasta el suelo. El chico se quedó quieto, oyendo el crujido del cristal cuando finalmente esta cayó.

―Mierda.

Se sentó en la cama. Sus ojos no se apartaron del marco bocabajo, de como los cristales brillaban por la luz prendida. Naruto desconectó su mente y, como un simple muñeco, se levantó y caminó hacia la fotografía. Flexionó las piernas y se agachó.

Usó la mano izquierda para tomar la fotografía y la giró. Salían él siendo más pequeño junto a una Rindou mucho más joven, unos años más que él, ambos sonriendo. Aquella fotografía había sido hecha por la madre de Rindou cuando fueron a la playa de vacaciones, ambas familias juntas. Recordaba perfectamente aquel día y lo bien que ambos lo pasaron.

―Y ahora...esos tiempos...

Lágrimas cayeron. Naruto se sorprendió de ello cuando vio agua golpeando la fotografía. ¿De verdad él estaba llorando por eso? ¿O era por otra cosa? ¿Odiaba la traición indirecta de su vieja amiga? Tal vez era de todo un poco mezclado con la culpa que lo carcomía por no haber tomado a su amiga entre sus brazos.

¿Él la mandó al lado de Azami? Aquella pregunta era la que más lo estaba carcomiendo desde el interior y la que no lo estaba dejando pensar con total claridad. Sumándola a las otras preguntas sin respuesta, estaba llegando a un nivel de cansancio mental que realmente lo separó de las actividades del consejo y de Totsuki en general.

―Oh, mierda.

Naruto miró su mano derecha. Una fina línea de sangre apareció sobre su dedo pulgar y, lentamente, comenzó a escurrir por el mismo creando un pequeño hilo de sangre.

El ChefOnde histórias criam vida. Descubra agora