DOS.

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒.

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             𝐒𝐔𝐒 𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐄𝐑𝐀𝐍 𝐃𝐄 𝐁𝐔𝐄𝐍 𝐓𝐀𝐌𝐀Ñ𝐎, tenían cuatro camas, un escritorio, dos armarios e igual dos pequeñas velas encendidas.

—No esta tan mal —Elodie dejó su valija cerca de la cama que ella quería usar.

Madison desde que vió el cuarto tenía cierta idea de querer la misma cama que su hermana, así que discretamente puso su maleta encima del colchón y se sentó, apropiándose de la cama que quería usar Elodie.

—¡Oye! —la mayor la vió con enojo— ¡Yo quería esa cama!

—Lo siento, llegaste tarde.

Susan y Lucy acomodaban sus cosas, ponían ropa en el armario y encendían las velas que se apagaban con el frío viento, mientras que las hermanas Roussel seguían peleando por una simple cama.

—¡Yo la quiero! —le gritó Madison a su semejante.

La de melena café rodó los ojos ante la actitud molesta de su hermana menor.

—¡Basta Madison! —alzó la voz más de lo que debería, asustando ligeramente a la pequeña castaña— Eres una niña malcriada que solo piensa en si misma, no colaboras en esta familia ¡Eres un fracaso y una decepción! —para este momento la niña de tan solo catorce años ya se le empezaban a notar las pequeñas lágrimas en los ojos— te diré porqué, ¡Porqué peleas por una simple cama vieja! ¡Por Dios Madison! Siento lastima por ti.

La chiquilla salió corriendo llorando del cuarto, no veía por donde corría, solo sabía que quería estar lejos... Muy lejos.

Hasta que por no poner atención al frente terminó chocando con otra persona, ella cayó al piso y al parecer la otra persona también, de ser más grande que ella, probablemente ese individuo hubiera permanecido de pie.

—¡Fíjate por donde caminas! —le regañó una voz de niño, ni tan gruesa para ser un adolescente, ni tan aguda para saber que se trataba de un niño de seis o siete años.

—¡Pudiste haberme esquivado! —un pequeño solloso salió de la boca de la niña, haciendo que el otro pequeño le pusiera más atención.

—¿Estás llorando? —aquel joven volteo a ver a la niña, una pequeña de cabello castaño y esponjado, tenía una mano cubriendo su rostro. —estas llorando —afirmó sin saber que hacer exactamente.

—¡Claro que no! ¡Llorar es para bebés! —se levantó rápidamente y se marchó, dejando al pecoso muy confuso, pero no dudó ni por un segundo en seguirla y saber que le pasaba.

Madison llegó a la biblioteca que menciono la señora McCready, era enorme, tenía al menos unos veinte estantes llenos de libros, y un cómodo sillón color rojo, junto a esta había un escritorio de madera y además barnizado, acto que le daba cierto brillo.

El tercer Pevensie llegó a donde la pequeña Roussel, tenía intenciones de hablar con ella, presentarse y tal vez entablar una amistad con la niña, pero en lugar de eso decidió espiarla.

Madison estaba llorando, escondía su rostro entre sus rodillas, las cuales los brazos estaban abrazando.

Edmund decidió salir de su escondite, para poder acercarse a ella lentamente.

—¿Estas bien?

Esa pregunta sobresalto a Madison, pues no esperaba que alguien estuviera con ella, además de su conciencia.

—¿¡No lo entiendes?! —el pecoso alzó una ceja confuso— ¡Quiero estar sola!

—Creo que nadie debería estar solo en su peor momento —dijo Edmund con cierta compasión, algo que era muy nuevo en el.

—No quieres saber —Madison descubrió su rostro, dejando ver sus ojos húmedos y rojos por la irritación de estar llorando— no lo entenderías.

—Eso no lo sabrás hasta que me digas lo que te ocurre —insistió el Pevensie.

Madison suspiro rendida, sabía que probablemente el no se rendiría fácilmente.

—Es mi hermana mayor —Edmund se sentó a lado de ella, listo para escuchar sus problemas—  solo me regaña, critica, y habla como si ella fuera la mejor en todo.

Edmund entendió perfectamente por lo que Madison pasaba, pues Peter era exactamente igual.

—Creíste que no te entendería, —la niña volteo a verlo— pero lo hago.

—¿Enserio? —cuestionó la chica limpiando sus mojadas mejillas.

—Claro, Peter es igual, dice que soy egoísta y luego pretende ser nuestro padre —el azabache explicaba todo con enojo, le molestaba que su hermano fuera así.

—Al parecer somos parecidos en el ámbito de hermanos mandones.

El pelinegro rió ante eso, pero Madison no mostro ni una sola expresión.

—¿Nunca sonríes? —Edmund la miró con intriga.

—Solo cuando lo vale —Madison se levantó de su lugar, dispuesta a irse— ya es tarde, será mejor que me vaya a dormir.

—Buenas noches —le dijo Edmund con una diminuta sonrisa.

—Buenas noches.

Madison se dirigió a donde su habitación, al entrar su hermana ya no estaba ahí, y la verdad no le interesaba saber donde estaba su hermana mayor. Pero Lucy y Susan seguían en el mismo cuarto, Susan arropando a Lucy, preparada para dormir.

—¿Estas bien? —le preguntó Susan sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

—Estoy bien, igual ¿Qué les importa? —Madison se retiró de ahí para poder entrar al baño y cambiarse por la pijama.

Al salir ya cambiada descubrió que todos los niños estaban en su mismo cuarto. Andrew, Jacob, Peter y Edmund.

—Las guerras no duran para siempre Lu —habló Susan para poder tranquilizar la angustia de su hermana menor.

—Sí, pronto volveremos a casa —le dijo Peter a Lucy sonriendo.

—Si es que aún existe —Edmund llegó, impartiendo su negatividad.

—Será mejor no darte muchas esperanzas, probablemente nuestros hogares ya están derrumbados —dijo la castaña saliendo del baño con su camisón puesto.

—¿No deberían estar dormidos? —Susan miró a los niños cansada de la actitud de los dos.

R. R. Y. G
@Lun4Lov3g0oD





𝐁𝐑𝐀𝐕𝐄 -𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎- (Terminada) Kde žijí příběhy. Začni objevovat