CATORCE.

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐀𝐓𝐎𝐑𝐂𝐄.

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—¡Intenta llevártelos! —escupió Elodie furiosa.

—Y supongo que una irritable niña jugando a ser guerrera lo va a impedir —se burló la temible bruja.

Aslan rugio con fuerza, todos voltearon verlo.

—Hablemos —le indicó a la blanca mujer.

—¡Ay por favor! —gritó Madison, llamando la atención de todos— esta bien, morir es una regla fundamental de la vida.

—¡Madison basta! —le reclamó Andrew con la preocupación destellando en sus ojos.

—¿Porqué no solo acabar con esto de una sola vez?

—¡Porque nos preocupas! —le grito Elodie.

—¡Basta! —detuvo Aslan los demás gritos por parte de los Roussel— yo mismo hablaré contigo Jadis.

.

.

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Todos se encontraban esperando a que las llamas de la curiosidad fueran extintas por el gran León.

Todos querían saber si ambos niños iban a poder sobrevivir.

Y así fue.

—¡A renunciado al sacrificio del hijo de Adán y la hija de Eva!

Todos celebraban felizmente la increíble noticia, Madison solo sonreía victoriosa, pues aunque se haya ofrecido como voluntaria para acabar con su propia vida, ella no quería eso, le causaba cierto nerviosismo.

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.

.

Madison se encontraba practicando con la espada a mitad de la nada, solo se oían los pájaros posándose en las copas de los bellos árboles y uno que otro suspiro de la hermosa castaña.

Pero un sonido desconocido se dió a escuchar. Se trataba de ramas quebrándose, como si alguien las estuviera pisando. Había alguien cerca de Madison, alguien la veía.

Hasta que un niño pelinegro salió de su esconidste, revelando que solo era Edmund Pevensie quién la espiaba.

—¿Qué haces ahí metido? Pareces un psicópata.

—Te puedo prometer qué no soy un psicópata, —aclaró— eres ágil con la espada.

—Practico demasiado.

—Y solo llevamos unos días aquí y tu ya eres toda una profesional con la espada —sonrió hacia la azabache.

—Eso muestra que soy mejor que tú —Madison enterró la espada entre la hierba y la tierra, para después recargar todo su peso en el mango de esta.

—Tienes un ego muy alto.

—Me lo han dicho —mostró una sonrisa arrogante.

—¿Te han dicho que tus ojos tienen un destello único? —el pelinegro tenía intenciones de hacer sonrojar a la castaña, sin más, no lo logró.

—Gracias, tus pecas son lindas —halago con una media sonrisa, en cambio el Pevensie si logró hacer que sus mejillas enrojecieran.

—También gracias.

Madison se acercó a Edmund y se posicionó a su lado, el joven volteo verla y la chica imitó su acción. Sus rostros estaban a tan solo unos centímetros de distancia.

Edmund veía a Madison como si fuera un sueño, su mejor sueño. La chica más linda jamás visto por sus ojos.

En cambio Madison lo veía confusa por su mirada hacia ella, pero también le parecía bastante tierno el pecoso, a sus ojos era bastante lindo. Además de una personalidad compartida.

Edmund bajaba la mirada hacia los labios de la chica, eran rosados y estaban entre abiertos. Su nerviosismo estaba a otro nivel, la joven solo se quedaba estática en su lugar.

Ninguno de los dos tenía cierta experiencia en besos -y ambos sabían eso- , pues tenían tan solo catorce años de edad. Pero al parecer la experiencia iba a comenzar a partir de este momento.

Edmund decidió tomar la iniciativa del asunto y juntar los jóvenes labios de ambos, formando un tierno y juvenil beso.

Un cosquilleo invadió el estómago de Madison, cerro los ojos  y disfrutó del momento.

Los mejores momentos ocurren cuando cerramos los ojos.




R. R. Y. G
@BeLuregood

𝐁𝐑𝐀𝐕𝐄 -𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎- (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora