Un día realmente perfecto

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Gabriel se despertó a la cuatro de la mañana, su rutina diaria consistía en salir a correr, tomar una ducha, desayunar e ir a la escuela, estaba en buena forma, se miró en el espejo y admiró su físico, abdominales perfectamente marcados, brazos y piernas fornidas, piel bronceada, cabello rubio corto, tez varonil, ojos verdes, le gustaba su apariencia, había trabajado muy duro por ello, se puso ropa deportiva y realizó sus ejercicios matutinos.

Al salir de la ducha y vestirse, salió de su habitación para hacer su desayuno, su cuarto se encontraba en la planta baja, al lado de la entrada, antes de ir a la cocina subió las escaleras para revisar si su madre ya había llegado, parece ser que seguía doblando turno en el hospital en cuanto a su padre, él no salía de su laboratorio en el sótano, llevaba así unos cuantos meses, desde que lo echaron de un proyecto de investigación se había encerrado en su laboratorio pidiendo que lo alimentaran a través del elevador de servicio, no era nada nuevo, cuando descubrió la cura del resfriado común, pasó un año entero encerrado en su sótano, haciendo quien sabe que procedimientos, cuando salió con el descubrimiento, se encontraba en un estado bastante... impresentable, sin embargo habló con sus jefes y en unas semanas ya tenía la patente para la panacea, el hecho de ver a su padre en tan mal estado físico marcó tanto a Gabriel que decidió que nunca dejaría que su cuerpo se viera así, razón por la cual siempre se despertaba antes que el sol, terminó de hacer el desayuno, aporreadillo en salsa roja, sirvió tres porciones, una la mando por el ascensor junto con un frasco de chiles en vinagre, una taza de café y unas cinco tortillas, después de un rato escuchó el característico pitido que le avisaba que su padre había recogido la comida, los pasos de su hermana menor provenientes de la escalera le avisaron de su presencia.

-Buenos días Tori, ¿Cómo amaneciste?-. La chica de ojos verdes se sienta en la mesa mientras su hermano le sirve uno de los platos de comida, bostezando le responde.

-No muy bien, no entiendo como te puedes despertar tan temprano Gab.-Su hermano le da unas cuantas palmadas en su castaña cabeza mientras sonríe.

-Eso es porque yo no me duermo hasta tarde viendo películas de zombis, nunca entenderé tu gusto por lo aterrador.

-Lo fascinante es el concepto del fin del mundo, como todo cambia de un día para otro y la aburrida vida diaria de repente se vuelve interesante.

-Interesante, mas bien aterradora. Gabriel comía su desayuno con calma mientras platicaba con su hermana.

-¿No te parece que la vida es muy aburrida, no te gustaría que fuera mas interesante?-Le preguntó Tori mientras se hacía un taco con las salsa.

-No, trabajé mucho por llegar a donde me encuentro aquí hermanita. Gabriel terminó su desayuno, lavó los trastes y subió junto con su hermana al coche.

Antes de ir a la escuela tenía que pasar por sus dos primas que vivían cerca, Rebecca era la hija del hermano menor de su papá, pese a tener la misma edad de Gabriel, su estatura era menor que la de Tori, al subir al coche se saludaron con la misma familiaridad de siempre, Rebecca le preguntó a Gabriel si no estaba emocionado por el cumpleaños de su padre, su emoción era tal que los dos hermanos se habían olvidado por completo sobre la celebración del día siguiente, se miraron a través del espejo retrovisor y rieron un poco, con una inclinación de cabeza acordaron no decir nada sobre su olvido, la cabeza de Gabriel agregó a su lista de pendientes los preparativos para la fiesta del sábado en la noche, tenía que decorar la casa, ordenar comida, sacar a su padre del sótano..., para cuando llegaron por su otra prima, Verónica, Gabriel ya tenía la idea general de lo que iba a hacer para el cumpleaños de su padre. 

Después de estacionar su Mustang Shelby del 67 los hermanos salieron del estacionamiento, se separaron, cada quién iría a su respectivo salón, Tori estaba en primer año de preparatoria y Gabriel se graduaba este año, mientras caminaba por los pasillos, nuestro protagonista se encontró con Zoé, su mejor amiga, era un milagro que se la encontrara ahí, la mayor parte del tiempo faltaba y, aunque sus calificaciones eran casi tan impecables como las de Gabriel, sus asistencias daban mucho que desear.

-Hola gabo, tiempo sin vernos- La delgada chica corrió a abrazar a su amigo, medía veinte centímetros menos que él, tenía tez morena y era tan plana como una tabla.

-Si, casi nunca te dejas ver, ¿A que debo el honor de tu presencia?-Comenzaron a caminar juntos mientras se ponían al día.

-Bueno, eso es porque mi papá me tiene muy ocupada entrenando para entrar a la academia militar e insiste en que tome cursos que interfieren con mi horario de clases, a veces me gustaría tener tiempo para socializar y salir mas como tú, por cierto, vi a tu novia esta mañana, no se veía de muy buen humor, ¿Qué le hiciste?- Gabriel aún no era plenamente consciente de los sentimientos de su amiga por él.

-¿Yo? nada. El día de ayer todo estaba perfecto, sabes que es un amor de persona, tal vez esté estresada con las fechas de entrega y necesita que la ayude ¿Cuánto tiempo te quedarás esta vez?- Llegaron al salón de Gabriel. Zoé se despidió respondiéndole que no mucho, pero que tal vez lo podría ver el próximo lunes.

Ya en el salón se sentó al lado de Alda, su novia, cinco centímetros mas baja que el, cabello negro, ojos grises. Habían estado juntos desde finales de secundaria. Eran la pareja perfecta, todo el mundo lo sabía. Durante la clase ella actuó de manera fría y algo reservada, parecía la Alda que era cuando se conocieron por primera vez. Decidió no presionarla. Después podría preguntar que era lo que sucedía, aún quería tener un buen día. En la clase de deportes, como siempre fue el jugador que mas canastas encestó, era de esperarse del capitán del equipo de basquetbol. Todos lo chicos lo envidiaban ya fuera por su físico, sus habilidades, sus calificaciones o sus relaciones, todos anhelaban ser como él.

El día terminó bien. Exceptuando la frialdad de Alda todo era perfecto. Antes de volver a su residencia pasó a comprar lo necesario para la celebración de su padre. Su hermana le decía que siempre se adelantaba a todo, pero el solo le respondió que no le gustaba dejar todo para ultima hora y al caer la noche ya todo estaba decorado. Llamó a su familia para confirmar sus asistencias en total, sin contar a su padre, madre y hermana, asistirían ocho personas, Rebecca, su padre y su hermano; Veronica junto con sus dos hermanos mayores y los padres de su papá. Cuando estaba llamando a Alda para confirmar su asistencia a la reunión lo mandó al buzón de voz. Decidió mandarle un mensaje.

-Hola mi vida ¿Cómo está todo? oye, quería saber si vendrás al cumpleaños de mi padre. Te recuerdo que será mañana. Comenzará aproximadamente a eso de las seis de la tarde. Si puedes venir sería muy grata tu presencia, si no, no te preocupes. El lunes nos vemos en la escuela- Envió el mensaje. Ahora solo tenía que esperar a que su amada le respondiera, el sonido de su teléfono le aviso de un nuevo mensaje.

-No me hables.  Ya no quiero tener nada que ver contigo Gabriel. Terminamos. Por favor no me busques.-Su corazón dio un vuelco, juraría que escucho algo romperse dentro de él. Intentó llamarla, pero seguía sin responder. Los mensajes no le llegaban, ella lo había bloqueado. Tenía que saber que había pasado. Subió a su auto y manejo hasta la casa de su ahora ex-novia, ella le había dicho que se alejara pero necesitaba al menos escucharlo de su boca. Al llegar, la casa estaba a oscuras. Tocó la puerta principal, esta se abrió ligeramente. El interior oscuro, alzó la voz esperando que alguien le respondiera. la casa estaba desierta.

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