Reflexión

7 1 0
                                    

No tengo pruebas, pero tampoco dudas, Alda esta cerca y debo encontrarla si quiero saber que es lo que me sucedió aquella noche y si guarda alguna relación con el levantamiento de los muertos, el aroma proveniente de afuera esta mezclado con el de los zombis pero mi nariz me dice donde esta, todavía falta mucho para que releve a mi tío y si despierto a alguien salir se volvería imposible, debo estar enloqueciendo no hay nada que me asegure que Alda esta afuera y hay muertos vivientes en la calle por el amor de Dios además aún si la encuentro afuera ¿Qué hare? me encuentro en un estado terrible, carajo ¿Estoy teniendo un ataque de pánico verdad? si lo estoy, bien Gabriel respira, tranquilízate hay que analizar esto con la cabeza fría, tenemos el corazón roto y el autoestima destrozada, salir a buscar a tu novia por que tu nariz la huele es la peor excusa que se te puede ocurrir, y aún si la encuentras ¿Qué le vas a decir, Como te vas a mostrar así? te ves tan frágil como una ramita, tu masa muscular se ha ido, en cuanto te vea pensará que eres un muerto viviente si no corre podría atacarte e invitar a todos los zombis a cenar aun si es tan mala idea ¿Por qué estoy pensando en una manera de salir, el tragaluz del techo tiene una cuerda atada a el, parece que puedo salir por ahí, no, debo detenerme esto es una locura debo de ser prudente y esperar aquí, pero ¿Qué tal si Alda esta en peligro? allá afuera  los muertos caminan debo darme prisa.

Subo la cuerda con bastante facilidad pese a mi demacrado aspecto una vez afuera observo desde el techo, es una noche sin luna y las farolas que antes alumbraban las calles se encuentran apagadas, la vista es mas amplia que la que vi por mi ventana puedo ver varias cuadras de distancia y si me concentro en algún punto este se ve con mayor claridad, olfateo el aire en busca del aroma de Alda entre la peste moribunda logro captar un olor familiar, rosas y ceniza, debo bajar a la calle, me encuentro a unos ocho metros del suelo pero algo me dice que no tendría ningún problema si cayera desde aquí, no siento el vértigo usual de las veces en la que subí a reparar las tejas del techo en el pasado, algunas partes de la cerca de madera están cubiertas de metal, me deslizo por el techo inclinado del primer piso y la planta baja desde donde salto para aterrizar en silencio, no parece que me haya roto nada a pesar de que mis piernas parezcan palillos, hay mucho que le tengo que preguntar a Alda cuando la vea, espero que sea pronto, el aroma me lleva al patio trasero del vecino mi corazón comienza a palpitar con fuerza siento que los no-muertos de los alrededores me escucharán, salto la barda y me acerco a la fuente del aroma, una bufanda gris yace en el suelo, el aroma es el mismo que el de mi amada la tomo e intento encontrar algo que me diga que ella ha estado ahí, el pasto esta pisado en algunas zonas pero además de eso no capto ningún olor que no sea el de los muertos vivientes, miro a mi alrededor cuando escucho algunos quejidos los sonidos de pisadas irregulares me dicen que tengo visitas tomo la bufanda y regreso a casa parece ser que no he alertado a nadie vivo ni no-muerto pienso en como regresar al techo, la cuerda que use para subir al techo y que dejé extendida solo llega hasta el primer piso, tengo que subir hasta la saliente del techo de teja de la planta baja, subo con facilidad sorprendido por lo fuerte que es mi cuerpo a pesar de verme como alguien que no ha comido en años una vez a salvo en el ático veo la hora en mi teléfono tres cincuenta, debería ir a despertar al tío Luis.

Después de que Gabriel fuera relevado por su tío y regresara a su habitación intentó quedarse dormido sin mucho éxito. La bufanda con el aroma de Alda le  provocaba sentimientos encontrados. Sentía el pecho pesado, sus ultimas palabras rebotaban en su cabeza "Adiós mi sol" Recordaba el día en que le había puesto ese apodo, después de que perdiera una apuesta y tuviera que teñirse el cabello de rubio. Alda le había dicho que le quedaba bien, que parecía el sol que iluminaba su vida, desde entonces siempre que estaban a solas le decía señor sol y, ya que ella tenía los ojos grises, él le llamaba señora luna. Un apodo que nunca se permitiría decirle en público por lo ridículo que era, pero que entre ellos guardaba mucho cariño. Los recuerdos del último momento que Gabriel pasó junto a su ex-novia le daban mucho que pensar ¿Qué significaba el que la estuvieran buscando, Cuál era el regalo de despedida que le había dado para que sobreviviera? Se devanaba los sesos intentando hallarle sentido a todo lo que recordaba mientras ejercitaba por estrés. Si estuviera contando o poniendo atención a lo que hacía le sorprendería el descubrir que ya había superado las doscientas sentadillas sin sudar, estaba a punto de comenzar a hacer lagartijas cuando el ruido de afuera llamo su atención.

VcZ ReDonde viven las historias. Descúbrelo ahora