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-Entonces... por que me estas siguiendo?- le preguntó ella una vez seguían con el silencio por más de una hora.

Tom miró a la chica frustrado, furioso.
-Te atreves a hacer esa pregunta después de haberme roto mi varita? Después de dejarme sin nada de que protegerme!?- le respondió de mala manera.

Daila rodó los ojos algo cansada de la actitud del chico, es que no sabía hablar bien?
-Supéralo.- le dijo mientras pasaba entre piedras para llegar al otro extremo.

-Lo superaré cuando te mate, en cuanto encuentre otra varita... y la diadema.- dijo este más tranquilo haciendo que ella se empezara a reír.- Ahora que?

-Me parece muy gracioso que digas eso.... más cuando soy yo la que tengo una espada y tú... nada.- dijo esta mientras seguía caminando.
-Piensa lo que quieras, tendré tiempo de torturarte muy pronto.- siguió diciendo y maldiciendo.

Daila negaba con desaprobación y una pequeña sonrisa al escuchar hablar al azabache como si matar fuese algo normal. Le recordaba a ella.

Tom por otra parte no sabía por que aún seguía a la muggle, suponía que estaba esperando el momento adecuado para matarla, pero había algo que hiciera que la observara con curiosidad, además de desprecio.

-Muy bien, no tengo ni idea de donde quieres ir... mi destino final son las montañas, arriba... hay una aldea en la que seguramente podré quedarme.- dijo ella señalando el montículo.

Tom miró la montaña para después mirar a la chica sin expresión alguna.
-Acaso me tiene que importar?- preguntó este.
-Si... si lo que quieres buscar es una... varita y una diadema.- dijo ella apoyándose en un árbol.

-Que sabes de la diadema?- preguntó este.- Sabes donde está?- siguió preguntando con más interés.
-Puede. Puede que no.- respondió ella.- De todos modos no tengo tiempo para ir en busca de estúpidas diademas.

Tom miró la espada que llevaba en las manos y decidió quitársela, bueno... al menos intentarlo ya que ella se apartó a tiempo y lo empujó, dejándolo por los suelos y apuntándolo ella misma.
-Demasiado predecible...- dijo ella mirándolo con curiosidad.

-Cállate.- le exigió este.
-Idiota.- respondió ella mientras se daba la vuelta y seguía con su camino.

-Eh! No... no te vayas! No me dejes aquí.- dijo este siguiéndola.- Me llevarás a la diadema, entendido?
-No. Yo iré a las montañas, si quieres seguirme... es tu problema, y si intentas no matarme.... mejor aún.- dijo ella haciendo rodar los ojos del chico.

Tom decidió no hablar más con ella. No era nada bueno entablar conversación con una muggle.

Pensaba en que si solo tuviera su varita... ya le habría lanzado un crucio o mejor, la hubiera entregado para que la mataran los campesinos.

Daila por otra parte, solo pensaba en las últimas palabras de su difunto padre.
"ser diferente no es malo, no dejes que los demás te digan lo que tienes que hacer ni como ser."

Lo extrañaba tanto... siempre había estado ahí para ella, y eso que la había criado como padre viudo pues para ella su madre no existía.
-Y eso?- preguntó de repente Tom haciendo que ella lo mirara extrañada.

-Qué?- preguntó ella algo confusa.
-Esa expresión de tu cara que me hace vomitarte encima.- respondió este con brusquedad pensando herirla más.

Daila por otro lado no dijo nada y solo siguió caminando pensando si debería matarlo o no. Torturarlo... podía ser buena opción.

El chico miró de nuevo las montañas a lo lejos, dándose cuenta de que era demasiado camino. Pensaba caminar todo eso? Estaba loca.
-Estás loca.- le dijo sin más.

-Gracias.- respondió ella sin sonar ofendida.- La verdad es que prefiero estarlo a ser una mujer de aldea sumisa a las normas.

Tom entrecerró sus ojos. De algún manera... no sabía por qué la entendía, pero lo hacía. Él tenía un pensamiento diferente de todos... lo que lo hacía diferente.

Aún así, ella era muggle. Su opinión le importaba muy poco.
-Y que me cuentas tú? Has salido de un mundo paralelo? Nunca había visto a alguien tan raro.- le dijo ella mirándolo de reojo mientras seguían caminando.

Tom iba a responderle de la manera más fría posible, entonces se dio cuenta de que estaban sin salida.

Frunció el ceño al alzar la mirada y encontrarse con una enorme roca... aunque en realidad parecía una pared gigante, como se suponía que iban a escalar eso?

El chico miró a Daila quien se guardaba la espada en la vaina que tenía en la espalda. Una idea pasó por su cabeza e intentó quitarle la espada de nuevo.

Daila rodó los ojos mientras se daba la vuelta para pararlo, pegándolo contra la roca e inmovilizando.
-Predecible.- le dijo ella con total normalidad.

-Suéltame.- le exigió este intentando soltarse.- Y deja de decir eso.
-Entonces deja de intentar quitarme la espada. Eres demasiado torpe si me dejas decírtelo, débil, novato.- le dijo ella, cada vez más cerca de su oreja.

-No soy débil!- dijo este intentando separarse de ella.- No digas eso!
-Aha... débil.- le susurró en la oreja con una sonrisa haciendo que la piel se le erizara de nuevo.

Daila se separó de golpe del chico y se cruzó de brazos mientras miraba como este se arreglaba su ropa furioso.
-Solo espera a que...- empezó a decir este.

-Encuentre una varita y la diadema bla, bla, bla, si tan valiente te crees por que no lo demuestras?- le dijo ella algo cansada de la situación tirándole la espada para que el chico la atrapara a lo que Tom solo se apartó.

-Me acabas... de dar tu espada?- preguntó este mirándola algo intrigado.
-No creo que vayas a dañar a alguien, eres como un pequeño bebé que no tiene ni idea de tomar un tenedor.- le dijo ella con una sonrisa orgullosa.

Tom no lo pensó y tomó la espada, listo para atacarla, sin embargo cuando quiso clavarle el arma en el pecho, fue demasiado lento y ella se apartó, consiguiendo que este clavara la espada en un tronco.

-No se te ocurra decir predecible.- le advirtió el chico intentando sacar la espada sin éxito alguno.
-Lo has dicho tú...- dijo ella encogiéndose de hombros mientras disfrutaba viendo el espectáculo.

Daila iba a ayudar a Tom pero fue cuando escuchó un ruido, las hojas moviéndose, pasos. Había alguien lo que significaba que tenían problemas.
-Para de moverte.- le dijo ella ahora más preocupada.

Tom quien intentaba sacar la espada del árbol no le hizo caso a la chica quien le estaba avisando.
-He dicho que pares.- le dijo ella tomándole la mano, sorprendiendo al chico por tal acción.

El chico miró la mano de ella encima de la suya y no dijo nada. Solo pensaba en cómo su piel se había erizado por el frío contacto de ambos.

our perfect crime (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora