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Tom sintió como lo arrastraban algo bruscos hacia lo que parecía una plaza donde se escuchaban gritos y mucha gente hablando.
Cuando le sacaron el saco de la cabeza, intentó salir corriendo, no obstante, estaba rodeado de muggles quienes parecían furiosos.
Miró a Daila quien lo llevaba peor, la empujaron al centro de la plaza y vio como muchos la pateaban. Que les pasaba? -Eh! No hagáis eso!- les gritó viendo como seguían empujándola mientras se reían.
Al sacarle el saco de la cabeza, la chica miró a Tom y este entendió perfectamente lo que debía hacer.
"No se si me escuchas pero si lo haces... por favor, solo no hagas nada, lo tengo controlado. Esta tribu no es que tenga mucha fama ni inteligencia."
El azabache dejó de intentar salir de allí y miró a Daila quien le dedicó una pequeña sonrisa. -Muy bien bruja, es hora de confesar.- dijo uno de los hombres.
Ella no dijo nada. Miró al suelo esperando que se molestaran. Los gritos de la gente pidiendo decapitarla eran demasiado altos y sentía la mirada de Tom sobre ella. Juraría que estaba preocupado.
"Parece que el chico de corazón de piedra si tiene sentimientos... preocupado Tom?"
El chico rodó los ojos al leer de nuevo la mente de la chica pensando en lo muy loca que estaba. Vamos, estaba a punto de morir, quien piensa eso en una situación así?
-Responde bruja! Tus últimas palabras antes de morir?- le preguntó de nuevo el mismo hombre más furioso.
-Adelante. Quiero verlo intentarlo. Pero quedáis advertidos, la maldición que tendréis en vuestro querido pueblo se expandirá... hasta quedaros sin cosechas, mal tiempo vendrá a vosotros y nada hará que podáis evitarlo...- dijo ella mirando a las mujeres de las aldea quienes parecían aterrorizadas.
Todos hicieron un silencio algo incómodo y temeroso. En realidad una bruja podía hacer eso? Mejor no arriesgarse. -Sacrificio! Solo un sacrificio bastará para anular la maldición.- dijo una anciana.- Dos personas con gran conexión bastará.
-Un qué?- preguntaron Tom y Daila al mismo tiempo haciendo que la misma anciana diera un paso al frente.
-Eso es! Dos sacrificios! Traer al muchacho!- dijo señalando al azabache quien rodó los ojos.
Ambos chicos fueron llevados a una especie de carpa donde a penas entraba la luz. Los ataron para que no escaparan y los dejaron solos esperando a que fuera de noche para quemarlos.
