Baz

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No tardaron en llegar el padre de Wellbelove y el Hechicero. Bunce no volvió así que supongo que sabe que está el Hechicero aquí y por eso no puede entrar.

— Joven Pitch, ¿Puedo revisar a Simon?

Asentí y me levanté de donde estaba recostado, él se sentó al lado de Snow, tomando mi lugar.
Lo revisó durante un largo tiempo, más o menos media hora, un poco más también. Negó con la cabeza y se paró.

— Tendré que ponerle suero. Simon está demasiado agotado. No puedo decir con exactitud cuánto tiempo dormirá, pueden ser horas, días, meses o años pero siempre es una posibilidad que directamente no despierte. El flujo de magia es muy débil, no podría ser específico respecto a eso hasta que despierte. Sólo hay que dejarlo dormir. Ha pasado por mucho, merece un descanso. Si me permiten, iré a buscar el suero y las agujas.

El doctor salió de la habitación. El Hechicero se acercó a Snow y le acarició el cabello, negando con la cabeza. Luego se alejó y salió de la habitación como si nada hubiera pasado.
¿Acaso este hijo de perra no tiene corazón? ¿Ni un poco le preocupa su protegido? Estúpido.

El señor Wellbelove volvió con lo que iba a usar. Yo me acosté en mi cama para dejarle espacio y cerré los ojos.

Me duelen las piernas y eso que sólo corrí un poco. ¿Cuánto le debe doler a Snow el cuerpo? Quiero tomar todo su dolor, no quiero que sufra.

¿Por qué no fui yo el Elegido? ¿Por qué no fui yo el que tuviera que arriesgar su vida por los demás y no mi Snow?

Me dolía verlo en su cama, recostado recto, respirando por la nariz, con una aguja en su brazo y alimentándose de un líquido. Ese no es mi Snow.

Mi Snow duerme en posición fetal y abraza a su almohada, respira por la boca y eso hace que pequeños hilos de saliva escapen de sus labios, se levanta temprano para poder desayunar bollos de cereza calientes con mucha mantequilla, si el comedor está vacío entonces se comería la mantequilla con la cuchara, en las prácticas se quejaría de su magia y que no la puede usar, en las clases estaría perdido, prestándole más atención al recorrido de una mosca que a la propia explicación del profesor. Ese es mi Snow.

¿Por qué las cosas acabaron así?

Cerré los ojos para dormir un poco, deseando despertar y ver a Snow con los ojos abiertos, apuntándome con su espada y diciendo “¡Estás conspirando en mi contra!”. Por favor. Quiero despertar y verlo bien, no en esa cama.

Pero no despertó. Ni ese día, ni al día siguiente. Ni esa semana, ni ese mes. Ni al próximo mes, ni al otro. Él ya llevaba casi cuatro meses dormido. El suero no lo alimentaba bien, estaba delgado, tanto como cuando vuelve de las vacaciones en el orfanato.
El Hechicero vino un par de veces las primeras noches.
Bunce vino todos los días a leerle las lecciones. Esa fue nuestra discusión durante todo ese tiempo. Ella decía que en ese estado podía escuchar y aprender. Yo le decía que al menos lo dejara dormir en paz, que cuando despertara ya le traería todas las tareas para que haga.

Bunce es una buena chica. Me recuerda un poco a Simon. Nos llevamos bastante bien. Ella le cuenta a Snow sus teorías conspirativas todas las tardes mientras se recuesta a su lado, también me da charla.
Desde que Snow está en esa cama, mi rutina es: despertar y darle un beso en la frente, mantenerlo higienizado, bajar a la hora de las clases, comer el almuerzo en la habitación, hacer las tareas al lado de Snow, bajar de nuevo a la hora de las clases, traer la cena a la habitación, salir a disecar algunas ratas, bañarme y dormir mirando a Snow.
No he tenido tiempo ni ganas de hablar con nadie, Bunce es la única que me da charla cuando está aquí, en la habitación. Supongo que ella también debe sentirse rara, el desastroso de su mejor amigo no está a su lado en cada comida devorando la mantequilla y los bollos de cereza. No está haciendo desastres con su magia. Para mí también es raro. No puedo evitar llorar una que otra noche.

Todo el día extraño a Snow.
Incluso llevo los días contados desde que el duerme. Ya llevaba ciento dieciocho días durmiendo.

El día ciento diecinueve me desperté, besé su frente y como hacía a diario lo higienicé. Me tomó todo el horario del desayuno, no importaba. Bajé a las clases, ignoré a Wellbelove como en los pasados ciento dieciocho días, saludé a Bunce, a Dev y a Niall y tomé nota de las clases con apuntes bonitos. Se los copié a Philippa. Seguro le gustarían a Snow.
Terminé y fui a buscar el almuerzo que comería en la habitación, conversando con la señora Pritchard.

— ¡Jovencito Pitch! Te estaba esperando. ¿Vas a ir a comer a la habitación como de costumbre?

— Sí... Señorita Pritchard, sabe... Extraño un poco a Snow. Es ridículo que esté contándole esto a usted pero es con quién más he hablado.

No, no iba a decir que Bunce iba todas las tardes a mi habitación. Hay un jodido hechizo de distinción de género pero por alguna razón a Bunce no le afecta en nada.

— Se extraña bastante el alboroto del Elegido, sí...

— Pero yo...

— ¿Pero tú qué, jovencito Pitch?

— Yo... Usted sabe que soy gay, ¿No? Se lo había dicho, ¿Verdad?

— Sí, además recuerda que venías y te sentabas conmigo aquí mientras cocinaba cuando eras pequeño, te conozco muy bien. Y también sé que estás enamorado del joven Snow. Se te nota muy cambiado desde que él está en coma.

— Está durmiendo porque se sobreesforzó. Sólo es eso. Decir que está en coma me deprime aún más.

— Lo siento. Es cierto, el dr. Wellbelove dijo que estaba agotado física y mentalmente, estuvo al borde de la muerte pero no fue lo suficiente como para acabar con él. Oí del señor Bunce que los huecos que dejó el Humdrum están desapareciendo poco a poco, ¿Sabes?

— Era obvio, señorita Pritchard. Mi Snow es genial, por supuesto que iba a poder con eso. La dejo, iré a almorzar.

— Suerte, jovencito.

Tomé la bandeja y caminé a la habitación.
Abrí la puerta y me quedé estático. Snow no estaba en la cama. Dejé la bandeja en el suelo y corrí abajo de nuevo.

Mi.
Snow.
Había.
Despertado.

HABÍA DESPERTADO AL FIN.

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