35. MORGAN

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Decir que no estaba nerviosa, sería una completa mentira.

¿Qué podía decir? Él se hizo pasar por su supuesto novio para ayudarla, y aunque por un instante estuvo lo suficientemente desconcertada, al seguirle la corriente y ahora estar sentada frente al rubio castaño, solo quiso decir una cosa: ¿No puedes ser mi novio de verdad?

Vale, sonaba como una locura, Morgan lo sabía.

No lo conocía de nada, además de que le gustaba ir a tomar café, comer galletas, leer en las tardes que decidía apagar la ciudad para que su propio mundo cobrara vida en su soledad, en aquel sillón, y que... pues usaba gafas. Las cuales, por supuesto, le lucían de maravilla. Todo él era un cuadro del que no podía despegar sus ojos.

Él no era un modelo ni actor, pero tampoco necesitaba envidiarles nada a ellos. Su propia esencia, en ese aire frío y enigmático, ocultando una especie de calidez, era suficiente para llenar de vibras esos ojos ámbar que no dejaban de mirarla tan fijamente, que pensó que podía escuchar hasta sus latidos pese a tener una mesa en el medio.

Prefirió el silencio.

Nada extraño... nada extraño sostener el silencio, sellar sus labios para evitar decir algo que pudiera alejarlo, que pudiera ser interpretado mal o lo desilusionara y... ¡Mierda! ¿Desde cuándo se había vuelto tan insegura con un chico?

Morgan se mordió el labio, sin saber qué hacer. 

El último atardecer ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora