79. MORGAN

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Las luces de la dispersa noche se colaban por su ventana como un destello más, casi tomando fotografías, no solo de los rostros que iban y venían por las calles de Crenville, sino de las memorias que quedarían plasmadas junto a la posibilidad de sentir algo más que frío.

Morgan apretó con fuerza la caja de galletas y sostuvo la mirada, deslizándose imaginariamente en aquel extenso cielo que parecía ocultar tantas cosas pero que, sorprendentemente, las soltaba de a poco, a través de la lluvia, de colores, de tormentas... cada una decía algo, sobre el mundo, sobre lo que había resguardado por tanto.

—Te veré mañana—soltó él, con tanta naturalidad que le dolió ese cosquilleo de emoción que brotaba entre ambos. Dorian se removió a su lado, buscando su mirada, su toque, su todo—. A las diez, para ver a Scott, en El Coliseo, ¿verdad?

Todo el aire en sus pulmones salió al instante, casi evaporándose cuando aquellos ojos ámbar la hicieron caer. A diferencia del primer día en el que lo vio, tan frío, con una congelada sonrisa en sus labios mientras la señalaba por haber robado su galleta, ahora una chispa cálida sobrevolaba tanto en su interior, que era posible verla... queriendo desatarse para mostrar todo lo que contenía, todo color, todo sabor, sonido y toda palabra que pudiese formarse en ese brillo único.

Morgan asintió una, dos veces...

—Verdad.

Dorian bajó la mirada hasta sus pies, las zapatillas y las botas chocando, ignorando esa posible cercanía, hasta que él no lo dudó un segundo más y se acercó. Morgan inspiró hondo, dándose cuenta que ahora el rostro del escritor estaba a solo unos centímetros, especialmente cuando la acunó con sus manos cálidas.

— ¿Está todo bien?

Solo asintió. Una... dos veces.

El escritor frunció, extrañado, el ceño. No la conocía lo suficiente como para deducir por completo sus comportamientos, así que Morgan se aprovechó de eso y solo le sonrió, apreciando hasta el último segundo que le dedicaban los dedos del escritor sobre su piel, como quien necesitaba un papel más amplio para escribir, para expresarse, para decir lo que sus labios no lograban pronunciar.

Ella cerró los ojos, sintiéndolo.

Luego alcanzó sus labios, y se fue. 

El último atardecer ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora