Capítulo 3

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Sabrina estaba nerviosa, su día no había comenzado de la mejor manera cuando el odioso del vecino le derramó café caliente sobre la blusa. Con rabia y muchas ganas de llorar fue a su apartamento, se limpió y se cambió, no le gustaba sentirse humillada así, y aunque había sido un accidente, no se sentía bien. Su cabello que había planchado con tanto esmero también se había mojado, pero ya no hubo tiempo de arreglarlo, no podía llegar tarde a las reuniones de ese día.

Salió de allí y al pasar frente a la casa del diablo de la batería, tuvo ganas de derramar alcohol y luego arrojar un fósforo, pero se incendiaría también su apartamento, así que descartó la idea. Era impresionante las cosas malas que ese chico la orillaba a pensar, pero solo a pensar, ya que ella no era capaz de matar ni a una sola mosca.

Fue a la primera reunión de la mañana y luego al espacio de coworking que utilizaba como oficina algunas veces, luego salió de allí en dirección a su reunión de la tarde. Era para un proyecto de diseños digitales para un estudio de arquitectos y ella ya había hecho varios trabajos similares, por lo que le parecía una buena idea presentarse.

Cuando llegó, le dijeron que el arquitecto Balbuena la recibiría en cualquier momento, era la última de los postulantes y esperaba que le fuera bien. Mientras aguardaba que la llamaran, abrió su nueva cuenta de Instagram para distenderse, no había gran cosa... era obvio que su podcast no iba a interesarle a nadie, pero qué más daba, a ella liberar todo aquello le hacía sentir bien y no parecer tan tonta ante los ojos de las demás personas.

¿Quién pensaría que alguien de su edad estaría alborotada por el chico guapo de al lado que además era un idiota? Parecía una de esas historias cliché que tanto le gustaba leer, con la diferencia de que ella no se quedaría con el chico guapo ni con nadie... claro.

—Señorita Aranda, la espera el arquitecto en la sala cuatro —dijo la secretaria y ella asintió.

Cuando se trataba de trabajo era muy segura de sí misma, se levantó del asiento, se alisó la falda tubular y arregló la blusa que se había puesto en reemplazo de la primera, mandó su cabello a un lado de su cuello y caminó en dirección al despacho. Sabía que era buena y eso la hacía sentir segura y confiada, le encantaba sentirse así y le hubiese gustado poder transpolar esa forma de ser a su vida personal.

Golpeó suavemente y abrió la puerta.

—Pase, señorita Aranda —dijo el hombre al otro lado del escritorio mientras miraba la hoja de vida que ella había presentado semanas atrás.

Luego levantó la vista para verla.

Y Sabrina pensó que la confianza en sí misma huyó de su interior en el mismo instante en que cerró la puerta.

Era él, el vecino de al lado, solo que ahora estaba vestido y se veía guapísimo. Llevaba una camisa azul marino que parecía haber sido cortada sobre su propio cuerpo, su cabello estaba sujeto en una coleta y sus ojos verdes parecían más grandes de lo que ella los había notado.

—Tú —susurró.

—Vaya —respondió él y sonrió.

Tenía una hermosa sonrisa de medio lado que le daba un toque gatuno a todas sus facciones, Sabrina pensó que si Azul fuera un ser humano se vería como ese hombre. Y, por supuesto, tenía toda la autoconfianza que a ella parecía faltarle.

—Permiso —dijo y pasó a sentarse donde él le había indicado.

—Bueno, creo que usted y yo no hemos empezado con buen pie —suspiró echando su cuerpo sobre el respaldo de la silla recostándose hacia atrás.

Ella no respondió, no lograba unir palabras y se sentía muy nerviosa.

—Me preguntaba si aceptarías que tomáramos un café al salir de aquí, me siento agotado por las entrevistas y creo que te lo debo, luego de lo de esta mañana...

—Me deberías más que un café si contamos todo lo molesto que has sido todas estas madrugadas —dijo ella sin saber bien cómo fue que eso salió de su boca.

Él sonrió.

—Puedo ver como compensártelo luego —susurró con la voz deliberadamente sexy—, pero por el momento creo que podríamos empezar con un café.

—Puede ser —respondió de nuevo Sabrina—, pero será mejor que vayamos a lo de la entrevista primero.

—Me parece genial —dijo el chico y sonrió. Sabrina pensó que su sonrisa era realmente hermosa—. Lo que necesitamos es una persona que nos desarrolle la imagen de marca para las redes sociales del nuevo proyecto de uno nuestros clientes más importantes. Asociaremos su marca a la nuestra —comentó mostrándole lo que iba diciendo en una computadora que tenía al lado—. Según he visto en tu hoja de vida tú ya has hecho este trabajo para una firma similar, ¿es así?

Sabrina le comentó toda su experiencia en el campo y de inmediato comenzó a darle ideas al respecto del trabajo.

De pronto volvió a sentirse en su zona, por lo que comenzó a fluir, eso hizo que Xavier la mirara impresionado, si había algo que le gustaba eran las mujeres inteligentes.

—Perfecto —dijo él luego de un buen rato—, debo hablar con mi colega, pero por mí, el puesto es tuyo.

Sabrina sonrió.

Xavier pensó que su sonrisa de dientes perfectos era hermosa.

—¿Vamos por un café? —inquirió.

—Bueno... yo...

Y toda su autoconfianza volvió a decaer.

—Vamos, no hay nada de malo —dijo para darle ánimos.

—Está bien.

—Listo, ¿tienes vehículo?

—Sí —respondió la muchacha.

—Bueno, pues ¿qué te parece si nos encontramos en media hora en la cafetería que está en la esquina del edificio?

—Bien, voy en camino —añadió ella y a Xavier le pareció que se veía nerviosa.

—Genial, te veo allí en un rato.

Xavier la vio salir de la oficina y luego de guardar las cosas del trabajo salió en busca de su motocicleta para dirigirse al sitio donde habían quedado en encontrarse, era probable que él llegara primero, el tráfico estaba muy denso a esas horas y en la moto era más fácil llegar.

Ingresó al sitio y buscó una mesa libre, se sentó y se dispuso a esperarla, entonces la vio llegar, le regaló una sonrisa y, caballero, se levantó cuando ella se acercó y colocó la silla para ella.

Ingresó al sitio y buscó una mesa libre, se sentó y se dispuso a esperarla, entonces la vio llegar, le regaló una sonrisa y, caballero, se levantó cuando ella se acercó y colocó la silla para ella

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¿Cómo vamos?

Todos los tonos de tu alma ©Where stories live. Discover now