Capítulo 9

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Cuando Esme se marchó, Xavier sintió que un volcán explotaba en su interior, necesitó ir a su batería para dejarse fluir y olvidar todo por un rato

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Cuando Esme se marchó, Xavier sintió que un volcán explotaba en su interior, necesitó ir a su batería para dejarse fluir y olvidar todo por un rato. Cuando bajó con la intención de despejar su mente, la vio allí, seguía sentada en aquel desayunador, esperando expectante, con la mirada perdida en la mesada. Él se sintió culpable.

Habían pasado una bonita mañana, esa chica tenía algo que la hacía especial, y aunque él sabía que eso podría ser peligroso, no lograba alejarse de aquel llamado. Le parecía tierna, allí siempre rodeada de gatitos en sus ropas, con su mirada miel tan penetrante y esa manera que tenía de alternar una personalidad atrevida y una sumamente tímida.

—Lo siento... yo...

—No te preocupes —dijo ella encogiéndose de hombros—. No me fui porque no te vi bien.

Eso fue un vaso de agua en medio del desierto. Xavier sonrió. ¿Qué clase de persona aguantaba lo mal que él se había portado con ella y encima se quedaba allí durante el tiempo que hizo todo ese ruido solo porque no lo vio bien?

—¿Quieres ir a dar un paseo? Necesito un poco de aire —dijo porque de pronto sintió ganas de no estar solo.

Ella asintió.

Él la esperó en la puerta de su departamento mientras se cambiaba y cuando salió enfundada en una ropa deportiva, él pensó que se veía muy bien. Sus cabellos estaban especialmente rebeldes ese domingo, y eso le agradaba, así como su piel, que la hacían ver tan única como perfecta.

Caminaron en silencio, él no quería hablar y ella supo respetar, no le hizo ninguna pregunta sobre lo que había sucedido más temprano y eso a él le hizo sentir cómodo. Y cuando estaban regresando a casa, ella lo tomó de la mano.

Xavi sintió que su corazón se ensanchaba en ese momento, sus latidos se aceleraron como hacía mucho no lo hacían, y eso le pareció peligroso. Por eso decidió que era mejor cortar eso ahí mismo y no dio paso a que ella volviera a pasar a su hogar.

Caminó hasta su habitación, se dejó caer en la cama y puso la mano en la pared, ansioso porque escuchar algo del otro lado, así como ella lo escuchaba a él. ¿Qué estaría haciendo? ¿Qué pensaría de lo que sucedió? ¿Cómo sería su departamento?

Le hubiese gustado meterla a su cama, descubrir los distintos tonos de su piel y besarle tanto en las zonas claras como en las oscuras, pero era peligroso y lo sabía, a ella no podría dejarla en solo una noche, después de todo vivía a su lado. Lo mejor sería olvidar eso y consolidar lo que podría ser una buena amistad, después de todo eran vecinos, trabajarían juntos y ella había presenciado un pequeño momento demasiado personal. Era probable que más tarde o más temprano, hiciera sus preguntas al respecto.

Y con respecto a eso, no pensaba ir al casamiento de Vicky, ¿cómo podría verla ingresar al altar con alguien que no fuera él y no rememorar todo el dolor? Tenía tantos planes para ambos, había imaginado tantos momentos a su lado, y lo único que le quedaba de ella era mucho dolor y el recuerdo de un par de besos insulsos.

Todos los tonos de tu alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora