Epílogo

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Los chicos se hallaban sentados en un círculo alrededor de una fogata en medio de la arena blanca de las paradisiacas playas del Estrella de Cabo azul

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Los chicos se hallaban sentados en un círculo alrededor de una fogata en medio de la arena blanca de las paradisiacas playas del Estrella de Cabo azul. Era el anochecer del último día del año. Estaban en trajes de baño, Leo tocaba la guitarra, Esme cantaba y los demás le hacían los coros.

Vicky estaba acostada sobre la arena con la cabeza en el regazo de Alex, quien le hacía cariños y la miraba con amor mientras los demás chicos cantaban. Tefi, Belén y Oscar estaban sentados en ese mismo orden, con las piernas cruzadas y aplaudían y vitoreaban cada vez que Esme terminaba una canción. Un par de chicas se habían acercado para pedirle una foto, por lo que de vez en cuando cortaban su peña para que Esme saludara a sus seguidores que al reconocerla venían a ella.

—Esto va de mal en peor —se quejó Tefi cuando el último chico se fue—, ya empiezan a reconocerte, pronto serás tan famosa que ya no podremos salir así.

—Tonta —dijo Esme mientras Leo afinaba su guitarra para la próxima canción.

Sabrina y Xavier llegaron junto a ellos, abrazados y sonrientes.

—Hasta que al fin salen de la habitación los tortolos —se quejó Tefi—. La cosa era pasarla en grupo, chicos...

—Es ella la que no me suelta —dijo Xavier con tono inocente.

Sabrina le dio un golpe y luego se acomodaron también, sentándose uno al lado del otro entre Oscar y Esme. Todos se movieron para hacerles espacio.

—¿Qué color de ropa interior terminaron por elegir al fin? —preguntó Xavier recordando la conversación que había escuchado alguna vez.

—No nos pusimos de acuerdo, cada una pide lo que desea —dijo Belén—, yo quiero dinero —añadió y luego miró a Oscar—, sorry...

Él solo rio.

—Yo quiero pasión, es muy injusto estar sola enfrente a todos ustedes —se quejó Tefi—, usaré una tanga roja a ver si hoy consigo alguien con quien recibir el año nuevo.

Todos rieron.

—Yo me pondré un bóxer rosado con dibujos de rosas —dijo Leo mientras hacía algunos acordes—, porque a mi esposa le gustan las rosas —añadió y miró a Esme que se acercó a él para darle un besito.

—Puaj, no puedo con tanta ternura —se quejó Tefi.

—Envidiosa —dijo Leo y ella rio.

—¿Y tú, Xavi? —quiso saber Tefi.

—No, yo no traje ropa interior, mi novia no me la deja puesta jamás —bromeó.

—¡Asco! —gritó Tefi en medio de la risa de todos los demás.

—¿Amor? Mira lo que me dice, que soy asqueroso —dijo y miró a Sabrina como si fuera un niño pequeño—. ¿Se lo vas a permitir? ¿Verdad que no soy asquerosito?

Sabrina sonrió y lo besó en los labios.

—No, eres delicioso —susurró, pero todos la oyeron.

—¡Ahh! Ya la perdimos —exclamó Vicky.

—Son asquerosos los dos —zanjó Tefi—, pero cómo me gustaría sentir esa clase de asco —añadió con una sonrisa.

—Y quién la viera a la Sabrina, ¿eh? —bromeó Belén—. ¿Se acuerdan de la chica tímida que llegó a nosotras?

—Es culpa de ustedes, la han pervertido —se quejó Xavi.

—¿Nosotras? Ah no, no nos eches tus culpas encima —dijo Esme con diversión.

Leo cortó la conversación cuando comenzó con unos acordes que Esme reconoció y comenzó a cantar, todos la siguieron y en algún punto, se dejaron embargar por la alegría del momento. Vicky se sentó también y quedó entre su marido y Tefi, por lo que abrazó a ambos. Tefi levantó sus brazos para abrazarla a ella y a Belén, ella hizo lo mismo con Oscar y este a su vez con Xavi y Sabrina. Al final, todos se abrazaron en un círculo desde el centro del cual brotaba un fuego que parecía danzar al compás de la bella melodía de la guitarra de Leo y la voz aterciopelada de Esme.

Y en ese momento, allí en medio de personas tan distintas y a la vez tan parecida, en medio de gente que la había aceptado sin condición, en medio del amor que le permitía ser ella misma y la hacía mejor persona y envuelta en la sensación tan mística de despedir un año y recibir uno nuevo cargado de expectativa. Allí, rodeada de tierra, fuego, aire y agua, siendo parte de un mundo que ella tantas veces había sentido tan ajeno, Sabrina dejó volar su imaginación mientras sus pensamientos fluían acompasados por la melodía.

Se imaginó un libro en el que ella fuera la protagonista, uno que hablara de su lucha interior y de la manera en que logró soltar todas las cadenas que le habían llevado a encerrarse en sí misma. Y sonrió. Podía ser una bella historia, una que hablara del valor de la amistad y de la importancia de aprender a amarse para poder amar, una que hablara de esa que necesidad que todos tenemos de ser aceptados por los demás como somos, sin ser juzgados ni por el sobrepeso —y miró a Esme—, ni por las acciones —y miró a Vicky—, ni por la forma de ser —y miró a Tefi—, ni por el pasado —y miró a Belén. Una historia que hablara sobre la necesidad que tenemos todos de aceptarnos a nosotros mismos y aprender a amarnos primero —pensó y miró sus brazos, observando los tonos de su piel.

Xavier la observó hacer aquello y le susurró.

—¿Estás bien?

—Sí —dijo ella con una sonrisa—. ¿Te acuerdas de que no sabías qué lugar ocuparías en mi vida si fuera un libro?

—Ahora ya lo sé... Soy el protagonista masculino.

—El amor de mi vida —admitió ella y lo besó en la mejilla—. Y serás el mejor protagonista...

—El principal, al fin, gracias a ti —dijo él y la besó.

—El único, por siempre, para mí —respondió ella.

Él la abrazó, y tuvo la certeza de que la felicidad se trataba de eso.


No puedo creer que haya llegado a su fin

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No puedo creer que haya llegado a su fin. Este epílogo es especial, no sé por qué pero me gusta muchísimo, creo que es uno de los mejores que he escrito. Me gusta Sabrina... espero que esta historia llegue lejos.

Acá no termina el viaje, no seguimos leyendo en La vida NO es una película y próximamente en INTANGLIBLE

Todos los tonos de tu alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora