Capítulo 23

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Sabrina despertó de su siesta sintiéndose desorientada, pero descansada

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Sabrina despertó de su siesta sintiéndose desorientada, pero descansada. No sabía qué hora era, pero por el reflejo de la luz que entraba por la ventana parecía ser la siesta. Se quedó un rato en la cama mientras recordaba lo que había hecho más temprano y sonrió.

Se sentía extraña, pero a gusto. Se levantó, puso comida y agua para Azul y le regaló unas cuantas caricias, el gato ronroneó bajo su mano y ella le sonrió.

—Voy a salir un rato, ¿sí? —inquirió como si el gato fuera a responderle.

Se vistió de manera cómoda como si fuera a salir a hacer deporte, cargó una botella con agua y salió. Necesitaba caminar un poco, tomar aire y pensar, sentía la necesidad de estar consigo misma y ordenar sus ideas.

Al pasar por frente a la puerta de Xavi, sonrió.

Salió del edificio y fue hacia la calle principal del centro de la ciudad, no estaba lejos y era un sitio bonito, las calles eran de piedra pues mantenían el estilo colonial de antaño y todavía había mucho verde. El día estaba algo nublado y no hacía mucho calor, caminó entre la gente que iba y venía apurada hasta llegar a donde la avenida principal acababa en la costanera. Buscó una banca y se sentó allí, dispuesta a encontrar un espacio de silencio para ordenar todo lo que había sucedido en esos días.

Su celular vibraba seguido, pero ya se estaba acostumbrando a la actividad del Aquelarre, Tefi y Belén se pasaban enviando fotos y memes, y aunque era divertido, en ese momento necesitaba un poco de quietud.

Perdió su mirada en el horizonte y suspiró. Una de las cosas que la soledad le había enseñado era a hablar consigo misma, una vez, buscando comprar libros que tanto amaba leer, se topó con las novelas terapéuticas, eran historias que no solamente entretenían, sino que dejaban algo en lo que pensar. Le agradó, se compró algunos y los leyó. Había uno que hablaba de la importancia de saber aceptar la soledad, decía que, si una persona no es capaz de estar sola, es que no le agrada su propia compañía. Hacía que el lector terminara planteándose qué clase de compañía disfrutaba y lo instaba a que cada uno se convirtiera en la compañía que le agradaba.

Ella lo había hecho, su vida siempre había sido soledad así que aquello le pareció interesante. Le llevó días analizar qué cosas le gustaban y qué no, cómo podría mejorar sus citas consigo misma. Y le agradó el resultado. Cada cierto tiempo, ella necesitaba encontrarse con su mente y analizar las nuevas ideas para moldearse a sí misma y convertirse en la persona que quería ser.

Ese día, en particular, parecía estar más cerca de aquella Sabrina que tanto quería alcanzar, una que era mucho más extrovertida, divertida, temeraria. Paseó su mente por el fin de semana y concluyó que todas las experiencias vividas le habían acercado más a su objetivo, y no es que ella dependiera de los demás para ser feliz, es solo que nunca se había permitido del todo deshacerse de la desconfianza, y, por tanto, nunca se abría del todo a nadie.

Todos los tonos de tu alma ©Where stories live. Discover now