Lo Invisible

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Aún seguía inquieto. La forma en la que toda mi vida había cambiado y, sobre todo; la forma en la que habíamos forjado una amistad... Tan extraño... Mi corazón seguía acelerándose cada vez que lo recordaba. Estar tan cerca me hacía sentir entre feliz e incómodo, y la única explicación lógica era la diferencia de estatus social. Estaba tan cerca de una persona importante que no me lo creía.
Bajé a coger algo para desayunar por el camino pues llegaba algo tarde a abrir la tienda, cuando le vi. Mi corazón se detuvo. No sabía cómo actuar. Sin previo aviso mis mejillas se ruborizaron y no pude decir nada, otra vez...
-Buenos días. - me saludó con una sonrisa.
-B-buenos días.
-Ah, casi se me olvida. Ven conmigo.
No tenía ni idea de sus intenciones pero aun así le seguí ciegamente. Era como si una atracción me llevara a él aunque quisiera evitarlo.
Me llevó hasta las afueras del castillo, donde una tienda que antes no estaba ahora él señalaba orgulloso.
-Tu nueva tienda. Ahora también con trabajadores. Así tu prioridad será pescar.
No podía aceptarlo. Era imposible que tanta amabilidad no necesitara nada a cambio. Sentía como si me estuviera endeudando cada vez más.
-No... No puedo aceptarlo... - fue lo único que salió de mi boca.
-Vamos, no seas modesto. - dijo antes de dar media vuelta. Esa extraña atracción me hizo detenerle.
-Muchas gracias por todo. - dije sin poder mirarle a la cara. Él rió y se marchó sin más. Me dolió no poder pasar más tiempo en su compañía. Sentía como si la necesitara.
Ahora que sólo tenía que revisar que todo fuera en orden me sobraba tiempo, y no me parecía justo aportar tan poco a quienes me habían tratado con tanta amabilidad; asique decidí ir a hablar con la cocina por si necesitaban ayuda o tenían un hueco libre.

Por la noche llovió, llovió a cántaros. Me puse a mirar por la terraza, preguntándome si el príncipe estaría a salvo de la lluvia. Mi mirada se perdió en los árboles que rodeaban el castillo, mientras me quedaba profundamente dormido en la silla. Cuando al día siguiente me enteré de que el príncipe estaba resfriado lo sentí como un deja vu. Era la excusa perfecta para que nuestro tiempo libre coincidiera. Tenía más ganas de las que creía de escuchar su voz de nuevo, aunque estaba algo nervioso y me temblaban la voz y las manos. Logré poder ir al segundo piso y estar frente a su puerta. Dudé unos segundos antes de llamar, pero me armé de valor al menos hasta escuchar cómo me invitaba amablemente a entrar. Se encontraba sentado en la cama, con una toalla en la frente y un pañuelo de tela en la mano. Aunque se notaba algo enfermo su rostro seguía siendo igual de hermoso y no había perdido su sonrisa.
-¿Cómo estás?
-Bueno, como se puede estar... - rió. - Se me pasará en unos días, pero he tenido que aplazar un viaje...
-¿Un viaje? - mi corazón dió un vuelco sin avisar.
-Sí, a las islas del sur. Tengo que ir con mis padres y cenar con el alcalde. Estaré unos días viendo la ciudad y cosas aburridas.
Sentí un vacío al escuchar esas palabras. Por alguna razón sólo quería estar cerca y saber más sobre él, pero no podía descifrar mis sentimientos. Tan sólo nos conocíamos de unos días y sentía que debería ser para toda la vida. Era como si estuviera bajo algún tipo de hechizo que me hiciera sólo pensar en él.
-Espero que te mejores pronto entonces. - forcé una sonrisa.
-Yo no, créeme. Me aburro menos aquí.
Ambos reímos y se formó un silencio, un silencio en el que casi podía escuchar los latidos de mi corazón.
-Creo que sé qué te puede venir bien. Pero necesito tiempo, asique estate despierto para media noche.
-Qué misterioso. ¿Vas a hacer algún conjuro? - rió.
-Algo así. - sonreí.

La solución para acelerar su curación era un alga que crecía en la orilla, pero era sólo visible por la noche. Asique tuve que esperar a que oscureciera para ir en su busca, lo cual en parte agradecía.
Me acerqué a la orilla del rompeolas y comencé a buscar. Hacía algo de frío para estar en el agua, pero debía devolverle ese mínimo favor.
Al fondo del agua se podían ver unas plantas que brillaban ligeramente a la luz de la luna. Las reconocí enseguida y cogí un par de ellas, para que tuviera para varios días. Cogí la toalla que había traído para secarme y poder volver seguro y volví al castillo, alegre de haber conseguido mi objetivo.
Fui a la cocina, donde ya no había nadie pues todo el castillo dormía; y cogi una olla para hervir agua. Metí un alga dentro y esperé a que la infusión estuviera hecha. Guardé el resto de algas en un bote mientras tanto y finalmente eché la bebida en un vaso, añadiéndole un poco de azúcar para quitar la amargura.
Subí las escaleras y llegué hasta su puerta sin hacer ruido. En seguida me abrió y me miró sorprendido.
-¿Qué has traído? - preguntó en voz baja.
-Una infusión especial. A mí siempre me ha funcionado. Bébetela y ya verás como te sientes mejor.
Cogió la taza y me dedicó una tierna sonrisa
-Gracias. - dijo, provocando que me sonrojara.
-Hasta mañana. - me despedí devolviéndole la sonrisa.
-Hasta mañana.
Sólo rezaba por que le sirviera. Al ser unas algas luminiscentes a la gente del mar les ayudaba con las enfermedades, a parte de aportar nutrientes y proteínas. Sentía cómo mi pecho aún ardía y no entendía el por qué. Realmente me encantaba como persona pero nunca había sentido algo así antes. Sólo esperaba que se pasara pronto y estar tranquilo en su presencia.

✨SU ALTEZA✨ (AU luca) Where stories live. Discover now