Capítulo Uno.

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Algo malo me va a pasar
No sé qué es, pero lo siento venir...

La mirada del chico de cabello en tonalidades rosas viajó por el recinto completamente vacío, cubierto por escombros y nada más que suciedad, encontrándose con aquella persona que tanto respetaba. Se acercó a paso calmado y relajado, colocándose detrás del más bajo.

— Lo encontré. —Murmuró inclinando su cuerpo ligeramente hacia el ajeno, quien solo suspiró, asintiendo con suavidad.— ¿Quiere que lo traiga, señor?

— Por favor.

Respondió con una determinante seriedad, levantándose para mirar a través de la estructura sin cristales y de reojo, observó como Sanzu dejaba el piso para perderse quizás donde.

"¿Por qué volviste?"  Pensó cerrando sus ojos, al borde de esos restos de ventana.

Luego de algunos minutos apareció nuevamente, con el chico que tanto mal le había hecho pasar. No lo había visto, ya que el más alto lo guiaba con una pistola en el costado de su cabeza que le impedía moverse a menos que él lo permitiera.

Sintió su corazón latir rápido mientras retomaba su caminata hasta uno de los asientos que habían detrás del recién llegado y se acomodó allí.

— Mikey-kun...

Escuchó esa voz que luego de 12 años había intentado olvidar con todas sus ganas. No deseaba volver a oírla... O en realidad, eso es lo que había querido creer durante todo ese tiempo. Tal vez ahora que lo tenía ahí, las cosas serían distintas.

— Este es el mejor futuro, ¿no? Entonces, ¿Qué más quieres? —Habló automáticamente, con la mirada fija en la nunca del chico que tenía al frente, vaya forma que tenía de recibirlo.

— Esto. —El pelinegro levantó su mano hasta la altura de su cabeza, enseñándole una carta con un bonito estampado.— Yo quería darte esto...

— ¿Y eso es...?

— Una invitación a mi boda. Me gustaría que estuvieras allí.

"No hables más, Takemicchi"

— Todos están bien, tal y como prometiste hace 12 años... Todos incluida Hina, están viviendo una vida feliz. —Hizo una pausa, llenando sus pulmones de aire para soltar un suspiro.— Todos excepto tú.

— Oye bastardo, cierra la boca o te mataré. —Amenazó de inmediato Sanzu, pegando más el arma contra la cabeza del ojiazul haciendo que se ladeara un poco.

— Déjanos solos, Sanzu. Quiero hablar con él, solo él y yo.

— Ya entendí. —Sonrió ampliamente como si algo le hubiera causado gracia, retirando la pistola del ajeno mientras se alejaba para abandonar la escena, no sin antes mencionar.— Estaré esperando abajo.

Sacó de esa manera, un arma que llevaba escondida gracias a su ropa holgada en el borde de su pantalón, manteniéndola en su mano, esperando a que el chico volviera a retomar la palabra y la observó con atención.

— Mikey-kun... ¿Qué son esos "impulsos oscuros"? Yo... Pensé que la razón por la que caíste en la oscuridad fue a causa de Kisaki o debido a la muerte de tus hermanos.

"Basta, no puedo estar escuchando esto"

— Pero esa no parece ser la razón, fueron esos impulsos oscuros de los que me conta-

— ¡Detente! —Gritó agitado, poniéndose de pie a la vez en un segundo su semblante se había transformado con totalidad, levantando el arma hasta la altura de la cabeza de Hanagaki.

No esperaba ver sus ojos tan pronto, pero ahí estaban aquellas orbes azulinas que eran las únicas que podían controlar todos los impulsos de los que le había escrito anteriormente. Sintió su brazo debilitarse de inmediato, observando como se levantaba de su asiento para colocarse delante suya con lágrimas recorriendo su rostro.

— ¿Qué vas a hacer? —Cuestionó por lo bajo Takemichi, acercándose a su persona de manera casi imperceptible.— ¿Vas a dispararme?

"Dispara, imbécil"

— Mírate, Manjiro.

— Cierra la puta boca. —Murmuró entre dientes sin dejar de ver sus ojos, sentía una presión en su pecho que no sabía con certeza de qué manera describir.

"¡Presiona el gatillo!"

— Mik-

— ¡No quiero escucharte más!

"¡El regresó!"

Su dedo se deslizó hasta el gatillo, sintiendo una pequeña capa de sudor frío humedecer su frente. Sus piernas temblaban, su cuerpo era cada vez más pesado.

Takemichi Hanagaki había vuelto.

Iba a disparar.

Estaba dispuesto.

Había esperado tanto tiempo...

Sin embargo, sus articulaciones no respondían.

— ¡Reacciona, maldita sea! —Alzó la voz lo suficiente como para detener sus pensamientos y su accionar, su cuerpo se encontraba siendo fuertemente sacudido de atrás hacia adelante.

Entonces soltó el arma que llevaba en la mano, haciendo que la misma cayera al suelo en cosa de segundos.

A la brevedad, su cuerpo se había desplomado de igual manera, siendo su cabeza azotada contra el frío y duro pavimento, perdiendo en ese instante el conocimiento. Su vista se tornó negra.

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