Capítulo Once.

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Recé, recé, Dios me envió directo al buzón de voz

Parece que todo el día mi vanidad se subasta

Llévatela, mi cabeza está en mi propio infierno

Los ojos brillantes del chico de cabello blanco atravesaban la habitación, sus dedos de la mano derecha estaban rodeados por anillos que de cierta manera, demostraba superioridad y una copa de vino reposaba en la misma.

Atendía a cómo ciertos reos eran golpeados con brutalidad por Sanzu, Ran y Rindo Haitani. 

Eran despiadados, los tres bajos los efectos de las drogas duras y él solo había bebido un poco de vino, así que todavía le quedaba un poco de cordura dentro de tanto descontrol. La muerte estaría justificada, por supuesto, al igual que la tortura.

Una risa estrepitosa escapó desde los labios de Sanzu, quien dejaba caer momentáneamente su cuerpo hacia atrás con una sonrisa plasmada en el rostro a instantes de lanzar una patada fortísima directo hacia la cabeza del chico que estaba al medio de los demás. Como respuesta obtuvo un grito de dolor, aunque estaba seguro de que si pudiera hablar, seguramente les estaría suplicando que se detuvieran y quizás sería hasta incluso más divertido, pero ahora lamentaba que sus bocas estuvieran selladas con cinta adhesiva. 

— ¿Qué pasa, Mikey? ¿Acaso no lo estás disfrutando? —Se acercó Ran hacia el cuerpo delgado del ojinegro, apoyando sus manos sobre sus hombros con delicadeza, como si se fuera a romper y dejó un pequeño masaje.— Estás desconcentrado... 

— Quita tus manos de encima.

— Oh, tienes razón... ¿Es verdad que ya tienes otro perro faldero, un juguete nuevo? ¿Al fin conseguiste a Takemichi? ¿Qué se siente tener lo que tanto has deseado...? No vaya a ser que te aburras y lo mates.

En efecto, era el mismo temor que tenía.

— ¡Sanzu! Ya no eres el único. Ahora debes compartir al jefe con BakaMichi. —Las risas de ambos hermanos retumbaron por el hueco lugar, mirándose de manera cómplice como siempre.— Ahora eres in-ser-vi-ble.

— Cierra la boca si no quieres que te vuele la cabeza de un disparo. —Sentenció el de pelo rosado, había estado evitando a toda costa tocar el tema pero por desgracia, tenían que llegar los idiotas a hablar.

— Inténtalo. —Respondió de inmediato Ran con tono burlón, colocándose delante de él.

Detrás, los tres hombres agonizando.

— Quítate de en medio, quiero matarlos ya. 

— Aburrido, ¿Por qué no nos divertimos un poco más? —Intervino Rindo, desapareciendo de ese escenario unos segundos y regresó con una afilada hacha en las manos, era bastante voluptuosa y pesada.

— Loco de mierda. —Dijo Sanzu, negando con suavidad antes de acercarse al recién llegado para recibir la herramienta y así darles fin.

Sin embargo, la mente del líder ya se encontraba divagando hace algunos minutos, así que se limitó a evitar ser partícipe de la conversación y abandonó la habitación con la copa todavía reposando sobre su mano, ignorando los comentarios de los chicos eufóricos que tenía detrás.

Se encontró con las pupilas dilatadas de Kakucho y suposo que también se encontraba bajo los efectos de la heroína o algo similar, pero se veía mucho más calmado que los demás, aún así su camisa se encontraba con ciertos restos de líquido escarlata y suspiró, ladeando su cabeza con curiosidad.

— ¿Por qué no estás cuidando de Takemichi? —Cuestionó al pelinegro.— Ese era tu encargo.

No obtuvo como contestación palabra alguna, solo se encogió de hombros y tuvo que fruncir el ceño, ¿qué clase de respuesta era esa? Sin dudarlo, golpeó en un movimiento la copa contra la pared que tenía a su lado y acercó el resto de vidrio roto que tenía en su mano a su rostro, amenazante. Sabía bien lo que implicaba estar bajo ciertos efectos.

— Tranquilo, él está bien. —Habló con calma, observando sus ojos con una sonrisa.

— Esa no fue la pregunta que te hice.

— Está con Koko, es el niñero ahora.

Se quedó en silencio analizando sus palabras.

Atacó, deslizando el cristal por sobre su mejilla con rapidez.

— ¿¡Qué mierda!? —Gritó cubriendo su mejilla con la palma de su mano, retrocediendo con torpeza un par de pasos y, obviamente, aquello llamó la atención de los chicos detrás de la puerta.— ¡Fue idea de Sanzu! 

Hablando del rey de Roma, el de cabello rosado abrió la puerta al escuchar su nombre y Mikey sin verificar siquiera si se trataba de él, con la velocidad de un rayo, enterró el cristal en lo que primero se cruzó por sus ojos, en este caso su brazo y lo sujetó con fuerza para arrastrarlo con profundidad suficiente.

— ¡Mikey! —Chilló el atacado, alejando su brazo como pudo, aunque lo que nadie pudo prever fue que el más bajo se abalanzó hacia él, empujando su cuerpo.— ¡Espera!

— ¿Qué derecho tienes tú para darle órdenes a Kakucho? —Indagó en breve, con su habitual tranquilidad. Los demás eran conscientes dentro de lo que podían de que no se debían involucrar mucho más allá.— Si algo le sucede, te voy a matar. Lo haré.

— No lo protejas demasiado...

Un pequeño "click" se escuchó dentro de la cabeza del peliblanco, si estaba manteniendo el control era netamente suerte.

— ¿Qué estás insinuando, Haruchiyo? —Musitó débilmente mientras se inclinaba unos centímetros más, su semblante era serio, no mostraba expresión alguna y cualquiera que no lo conociera tanto, tendría miedo.— No me importas en lo absoluto.

— ¿De verdad? —Le hizo frente, probablemente podía solo bajo el efecto de las drogas.

El más bajo asintió, alejándose de su persona a paso calmado.

"Él corre riesgo, no estará bien con nadie más que no sea yo. Todos quieren acabar con él, quieren herirme porque si lo asesinan, me estarían asesinando a mí también y ya no puedo perder. Si la vida de Takemichi no termina en mis manos, entonces no puede terminar. Necesito acabar con esto ahora, cuanto antes, ¿no es así? Ya no hay opción, quieren derribarme, quieren verme en lo más bajo, pero no saben que... Ya lo estoy"

Mikey regresó junto a Kakucho aún así a su residencia temporal, el hombre llevaba la mejilla vendada y no le interesaba, solo necesitaba sobrevivir lo suficiente.

Mantuvo los ojos cerrados durante el viaje, ocultando las pequeñas lágrimas que amenazaban en salir y empuñó sus manos, evitando descontrolarse debido a las oleadas de pensamientos negativos que lo invadían. No los podía alejar y era tan molesto, los odiaba, odiaba igualmente todo lo que veía algunas veces.

"Tú mayor peligro no era Hinata, ni Naoto... Tu mayor peligro es quiénes te rodean. 

¿Y si acabas con todos?"

Pero lo único que quería era amar bien y era imposible.

Notita de la autora:

Gracias por el apoyo y lamento tardar en actualizar, el final se va acercando lentamente así que preparen su cajita de pañuelos <3

B A D • Mikey x Takemichi.Where stories live. Discover now