Capítulo Seis.

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Bienvenido a la habitación del pánico
Donde tus miedos más oscuros vienen
Vienen por ti, vienen por ti

La mirada de Mikey se había perdido a través de la ventana que tenía a su lado, a lo lejos sus oídos atendían desinteresadamente sobre cómo los demás hablan sobre el negocio de narcotráfico que los mantenía con dinero hace varios años, solía ser lo mismo de siempre. Estaba aburrido y absolutamente desconectado de la reunión que transcurría con los miembros de su organización y algunos líderes de otras muy importantes.

Sabía en el fondo, que no era ambiente adecuado para Takemichi... Pero las cosas eran así ahora, ya no era tiempo de cambiar su estilo de vida.

— Mikey, ¿cómo pagarán la deuda que tienen gracias a los hermanos Haitani?

— Háblalo con Koko. —Se encogió de hombros sin dirigirle la mirada, la verdad es que no tenía idea de lo que estaba hablando pero tampoco quería aparentarlo.

— Las cosas no son tan sencillas, lo sabes. Una deuda de ese calibre no se puede pasar por alto. —El hombre corpulento de cabello negro cercano a los 30 años soltó una risa sonora, negando con la cabeza lentamente.— Kokonui dijo que lo hablara contigo y ahora no está aquí, ¿a quién mierda le debo creer? ¿Crees que las cosas se solucionan así? ¿¡Crees que mi paciencia es infinita, Mikey!?

— Baje su tono de voz, señor.

— ¡No te metas, Sanzu! ¿Y... Vas a responderme o tengo que amenazarte con un arma para que lo hagas? Si crees que soy un puto perro faldero que te espera infinitamente hasta que te dignes a hablar, como este de aquí, te equivocas. —Agregó haciendo referencia al chico de cabello rosa.

— Tendrá lo que quiere, solo no se acerque más a él o le arrancaré la cabe-

— Cierra la boca. ¡Vamos, vamos! Responde, idiota. —Exigió bastante más exaltado que antes.

— No tiene derecho a decirle así, el único bueno para nada aquí es usted.

El peliblanco no hizo más que sonreír, mirando todavía hacia la ventana. Su paciencia ahora tampoco era infinita y tal como le dijo una vez Draken, jamás había dejado de ser un imprudente. Ahora era peor.

— Dame mi puto dinero o lo mato.

La vida es irónica.

Justo cuando había pensado acabar él mismo con la vida de Takemichi, alguien más le estaba arrebatando la oportunidad y además, ya no era lo que quería hacer... No por ahora.

Sus pupilas se encogieron en el instante en que vio al chico similar en estatura de cabello negro -que no comprendía la situación- siendo señalado con un arma de fuego no a muchos metros de su cuerpo y se levantó en un impulso rápido, sacando una pistola de igual forma desde el costado de su pantalón. Una risa sutil abandonó sus labios, aproximándose al hombre de más edad con mucha calma, a pasos suaves y decididos. Era cierto que ya no era igual de fuerte que antes en cuanto a combate físico, pero para los demás era invencible todavía.

— Un paso más y lo mato, Mikey.

Su mente se quedó en blanco unos segundos, ya no se controlaba temporalmente a sí mismo. Era como si hubiera detenido su capacidad de autocontrol y estuviera gobernado por otro ente, tampoco sabía si era correcto o no lo que estaba sucediendo, solo podía escuchar al fondo... Muy a lo lejos su nombre repetidamente, una y otra vez, una y otra vez. Percibía su temperatura corporal descender gradualmente, sus manos de pronto temblaron y una capa delgada de sudor frío cubrió su frente, sin embargo, se sentía tranquilo.

"Está todo bien, ¿no es así?"

Comenzó a reír suavemente, soltando luego de algunos segundos el arma que había tenido sujeta a su mano. No quería que nadie más que él mismo tocara o se acercara tanto a Hanagaki, nadie más tendría la fortuna a partir de ese momento.

"No hay más preocupaciones ahora..."

Quizás estaba mal, pero era egoísta y lo sabía.

Su cuerpo se sacudió con rudeza, tomando una bocanada grande de oxígeno, como si se hubiera ahogado mientras enfocaba su mirada en el rostro que tenía adelante: Sanzu. ¿Por qué ahora estaba tan agitado? Descendió su mirada hasta su cuerpo, que se encontraba con manchas de un líquido fresco color escarlata y frunció el ceño con absoluta confusión, analizando su entorno en silencio, ¿ya no estaban en la reunión? ¿Aquello era sangre? ¿Por qué de pronto todos parecían haber desaparecido? Oh, era él quien estaba huyendo del resto.

— ¿T-Takemichi? —Preguntó completamente fuera de sí, buscando con la mirada mientras su entorno daba más vueltas que las habituales sin poder controlarlo, estaba mareado debido a la falta de oxigenación en su cuerpo.

"¿Dónde estás, bonito?"

Sus piernas se movían con dificultad, estaba literalmente siendo arrastrado junto al chico de cabello rosado. Aún así, continuó buscando al ojiazul y soltó una risa luego de notar que estaba a su lado, corriendo junto a él con el rostro lleno de lágrimas y cayó recién en cuenta de lo que acababa de ocurrir.

Ups, había asesinado a ese hombre.

— ¡VAMOS A MATARLOS!

Tan pronto como parpadeó, se encontraba sobre el vehículo junto a los dos chicos.

Podía oír el llanto entrecortado del pelinegro a su lado, pero jamás se sentiría arrepentido de lo que había hecho y es más, ese hombre había sido un dolor de culo para la Bonten y encima, amenazó a su chico, como líder no podía permitirlo. Les había impedido crecer como organización criminal, ahora ya tenían una competencia menos y eso le hacía sentir mejor, dentro de lo mal que se sentía consigo mismo.

Nadie pronunció una sola palabra durante todo el resto de trayecto del viaje, sin embargo, no llegaron de regreso a su casa. Sería idiota de ser así. Se adentraron en la zona roja de la prefectura, específicamente hasta un sector lleno de vida nocturna y ahí mismo, su destino final era uno de los edificios que habían allí, el cual a base de estafa se habían logrado apropiar y nunca más se dignaron a luchar por recuperar la propiedad ya que no se atrevían.

Su distribución era simple, el primer y segundo piso eran exclusivos de prostitución, mientras que el resto eran habitaciones que la gente -en su mayoría criminales-, podían alquilar a un bajo costo ya que al no tener un/a recepcionista fijo, simplemente pasaban la noche evitando ser capturados. La regla era simple, nadie veía, nadie oía ni nadie sabía si alguien preguntaba por una persona en específico. O te mataban.

El último piso, era solo de miembros de Bonten. De su líder en realidad y nadie podía entrar sin su autorización. A los alrededores, había un abundante comercio de personas, drogas fuertes y juegos de azar, la entretención del sector.

— Aquí podemos estar tranquilos, Takemicchi~ —Le dedicó una sonrisa, viendo su rostro de reojo pero el ajeno no dijo nada en ese instante tampoco, ni siquiera lo miraba a los ojos y era extraño que así fuera.— Vamos ya, sígueme desde cerca y rechaza todo lo que te ofrezcan... Si quieres algo, pídemelo a mí mejor.

Y ese comentario tenía más de un sentido.

B A D • Mikey x Takemichi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora