⦅Capítulo 21⦆

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Habían muchas razones para no meterse a las aguas termales junto a un Zhan semidesnudo, sobre todo estando a solas. Para empezar, el niño era una molestia, con labios besables que eran difíciles de rechazar y ojos sinceros que se habían aguado de una manera adorable ante la historia de Yibo, luciendo vulnerable y dulce. Tierno, había pensado, y casi se da una cachetada.

Era tan extraño. Tan confuso. Se había acostumbrado al Zhan fastidioso y burlón, ese que trataba de ocultar su inocencia con una personalidad abrumadora. Pero esa faceta era nueva. El pelinegro empatizaba bien y era más sensible de lo que aparentaba ser. ¿Cómo lidiaba con eso?

Sabía que al contarle acerca de su pasado, inevitablemente una nueva conexión entre ambos se formaría. Una fuerte al ser prácticamente basada en confianza. Y no era necesario aclarar que eso era malo. No, era más que malo. ¿Qué estaban haciendo? Besándose deliberadamente cuando le estaba pagando a Zhan para que fingiese ser su novio.

Estaban cruzando la línea, cientos de líneas, cometiendo un grave error del que se arrepentirían más tarde, y eso no podía seguir así.

Pero a la vez, no podía dejar de querer besarlo.

Estás jodiendo con su cabeza, se aseguró, minutos después de secar los indicios de lágrimas derramadas por los ojos de Zhan. Se estaba aprovechando. Los primeros besos tenían una explicación, ¿pero y los otros? Ni siquiera podía excusar sus acciones diciéndole que tenía sentimientos por él, porque amaba a Wenhan, y Zhan era... simplemente un desliz que dejaría en el olvido luego.

El pelinegro no merecía que jugasen de esa forma con él. Pese a las terribles e incomprensibles ganas que tenía de atacarle la boca, sabía que debía parar. Lo mejor era detenerse, apartarse un poco para no volver a meter la pata.

Era lo más seguro, para los dos. Cortar por lo sano. Darle fin a lo que fuera que estuviera ocurriendo. Era capaz de contenerse ¿no?

Lo era. O al menos eso creía. Sin embargo, era bastante complicado escuchar a la voz de la razón cuando Zhan estaba todo mojado y sonrojado a pocos metros de él.

¿Acaso Dios estaba intentando probar su resistencia?

—Por fin— suspiró el pelinegro, hundiéndose en el agua con una sonrisa en el rostro—. Creí que nunca podría venir.

Yibo abrió la boca, la que para su desgracia no emitió sonido alguno cuando su mirada se encontró con el cuerpo de Zhan. Se mordió el labio inferior, dirigiendo su atención hacia otra parte, cualquier cosa que no estuviera tentándolo.

Ya había anochecido para cuando Zhan dejó de estudiar. Yibo se ofreció a acompañarlo a las aguas termales, sin siquiera considerar las consecuencias, y pensando que podrían utilizar ese tiempo libre para tratar de llevarse mejor y demostrarle que los besos robados eran un tema zanjado. Amigos, se había dicho con convicción, por más incómoda y rara que se sintiera esa palabra para relacionarlos. Y en secreto, novios falsos. Eso podía funcionar.

Aunque, por supuesto, en sus planes ciertamente no figuraba que las aguas termales se hallaran vacías para esa hora. A solas, a oscuras...

¿Quién había insinuado que este viaje sería una buena idea?

—Gracias por pagarme la estadía, Leoncito— dijo Zhan, cortando el silencio. El castaño medio asintió, demasiado ausente para reaccionar con claridad, y el contrario le dedicó una mirada sospechosa—. ¿Te sientes bien?

—No, sí— balbuceó, percatándose de que esa no era una respuesta concreta. Sus manos estaban temblando y sus ojos intentando fijarse en algo que no fuera la cara de ese niño—. Sí. Sólo... me duele un poco la cabeza.

—Debilucho— bromeó Zhan, esbozando una sonrisa traviesa que Yibo le quería quitar de los labios. Con sus labios, y quizá su lengua. No contraatacó ante su mísero insulto, lo que aparentemente fue para Zhan una invitación a acercarse. Una invitación malentendida.

Tan pronto notó al pelinegro girándose y dirigiéndose hacia él a través del agua, los latidos de su corazón se dispararon, volviéndose erráticos y medianamente patéticos. Basta, se maldijo a sí mismo. Esto era malo. Si hubiera sido cualquier otra persona en el universo, probablemente le habría permitido a su deseo y egoísmo tomar el control, pero no se trataba de cualquiera, sino de Zhan.

Xiao Zhan, que era diferente a lo que conocía, tonto, ingenuo y burlesco. Zhan, a quien realmente no quería dañar, menos usar para su propia satisfacción y después botarlo para volver a su enamoramiento soso con Wenhan. Zhan, quien... tenía una boca suave y deliciosa que se movía con tal inseguridad que despertaba en él sensaciones desconocidas.

No se inmutó, al menos no exteriormente, quedándose tieso como una estatua mientras el pelinegro invadía su espacio personal. Se sentó a su lado, lo que provocó que sus hombros se tocaran accidentalmente por un instante. Un toque inadvertido por el pelinegro, mas no para Yibo.

Para Yibo fue el principio del infierno.

¿Qué mierda? Ahogó un gruñido de rabia cuando se halló a sí mismo imaginando lo tersa que se sentiría la piel de Zhan bajo sus manos. Tienes que estar jodiéndome. No podía andar pensando en tales cosas, no cuando lo que necesitaban era respetar las reglas y la línea invisible dibujaba entre ambos.

Se reprendió mentalmente, convenciéndose de que sentarse junto a un Zhan semidesnudo era normal. Casual. Tras las prácticas de basquetbol siempre veía a sus compañeros desnudos en la ducha. Un cuerpo masculino y ajeno no era ninguna sorpresa.

Puedes manejarlo.
Puedes controlarte.

¿Podía?

Estaba divagando. Divagando hasta que su cerebro se llenó de escenas que nunca habían sucedido y que se moría por que sucedieran. Su boca en la de Zhan, mordiendo, chupando y lamiendo, sacándole ruiditos placenteros que lo calentarían más. Tocándolo por todas partes, apoderándose de cada rincón de su cuerpo suave y tibio y dócil. Agarrando sus piernas para envolverlas a su cintura, enterrando su cara en su cuello para marcarlo, y después ellos...

Tragó pesado, dándose cuenta de que lo que deseaba de Zhan era más que simples besos. Estoy jodido. Estoy muy, muy jodido. Y cuando no supo cómo lidiar con sus propios pensamientos, lo mejor que pudo hacer, fue huir y apartarse antes de cometer un error.

—Me siento mal— Las palabras salieron por sí solas, sin siquiera alcanzar a procesarlas. Se incorporó, sintiendo frío al hallarse a la intemperie—. Regresaré al dormitorio.

Zhan parecía confundido, mas no hizo preguntas. —De acuerdo. Yo me quedaré un rato más aquí.

El castaño musitó algo en respuesta y se retiró, echándose la bata encima y corriendo a tropezones a su cuarto de hotel. Las imágenes grabadas con nitidez en su memoria. Sus clavículas, sus piernas, su mandíbula, su boca.

Le atraía. Dios, le atraía de una manera insana y... ¿Cómo no? Zhan entero era apetecible. Quería devorarlo. Dios, él de verdad quería...

Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando las dudas se presentaron de repente. Sentirse de esa manera por alguien, no aminoraba sus sentimientos por Wenhan ¿o sí? Lo amaba. Pese a lo confundido que se sentía respecto a Zhan, su amor por Wenhan permanecía igual de fuerte que antes.

Xiao es temporal, se tranquilizó, ingresando al baño y metiéndose a la ducha. El agua golpeaba contra su espalda. Se irá pronto y ya no significará nada. Sin daños, sin problemas, sin enredos, se aseguró, cerrando los ojos y rodeando su miembro con su diestra. Un suspiro de alivio abandonó su boca.

Y por primera vez no pensó en Wenhan.

Rent a Boyfriend [Yizhan] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora