⦅Capítulo 24⦆

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Su intención original había sido dormir pacíficamente en la gran cama sabiendo que Yibo dormía en la bañera, como se lo merecía —por ser un idiota-asusta-Chens—. Sin embargo, tan pronto cerró los ojos y cayó dormido, los sueños extraños vinieron.

El primero era doloroso. Yibo, con su equipo de baloncesto, insultándolo y empujándolo en los pasillos infinitos que unían las aulas de la escuela. Por un tiempo, años atrás, tuvo esa clase de pesadillas, que lo atormentaban hasta que a la mañana siguiente despertaría con ojeras y con el corazón alterado, temiendo por que la nueva más repetida experiencia sucediera de nuevo.

Esta vez el final distó un poco del final usual.

Era Yibo pubescente, brazos carentes de músculos y una mandíbula no acentuada. Sonreía a una madre que le juraba el cielo y las estrellas, y que luego pisoteaba su alma con cada palabra de odio que escupía: Pecador.

Zhan reconocía aquel sentimiento, lo hacía muy bien. Su madre y la de Yibo eran muy similares cuando se abordaba el tema de la homosexualidad. Debió haber previsto que la familia del pelicastaño no sería tan diferente de la suya. Después de todo, padres conservadores y cerrados de mente habían en todas partes. No era precisamente una sorpresa.

El segundo sueño fue peor. Era él, siendo descubierto por Sungjoo y Wenha, perdiendo su trabajo en el proceso, y por supuesto, perdiendo a Yibo también. Era absurdo vincular el fracaso de la farsa con la pérdida de Yibo, pues a fin de cuentas, lo acabaría perdiendo de una forma u otra, con o sin éxito en su actuación de novio. Era una pena tener que separarse, mas probablemente era lo mejor que podía ocurrir.

El tercer sueño y el último, fue confuso. Era Yibo— ¿Otra vez? Sí. Quizá era la culpa engulléndolo— y estaba viejo. Realmente viejo. Arrugas, canas, una barbilla desaliñada por la rasposa barba, una sonrisa cansada pero amorosa, y sus ojos... sus ojos eran igual de negros, igual de bonitos, continuaban siendo su talón de Aquiles pese a la edad.

Lo raro y aterrador de aquello, era que Zhan no era Zhan. Aunque era desde su perspectiva, el cuerpo en el que se hallaba no era el suyo. Era como estar en el cerebro de alguien más, sin ser partícipe de la situación, pero observando cada segundo de ella. Presenció la dulzura en la expresión de Yibo, la sonrisa tierna, la mirada amorosa. Zhan deseaba saber quién era la persona que provocaba eso en él. Sin embargo, Zhan estaba encerrado dentro de esa persona, por lo que no pudo verla.

A las dos de la madrugada despertó, inquieto y desesperadamente aferrándose a la almohada, con brazos y piernas. Estaba cansado. Su cuerpo pesado. Asumió que los sueños extraños continuarían si no arreglaba las cosas con Yibo esa misma madrugada. De seguro que el echarlo a descansar a la bañera, estaba causando que la culpa lo carcomiera por dentro. Necesitaba resolver el problema entre ambos, antes de terminar con insomnio.

Se levantó de la cama y arrastró sus pies hasta el umbral del cuarto de baño. Abrió la puerta y asomó su cabeza por la rendija, indeciso aún. Decidió que preguntar de golpe sería una táctica adecuada, eso evitaría darle tiempo para arrepentirse, y podrían charlar.

—Yibo. ¿Estás despierto?

Un ruido, parecido a un choque. Hubo un quejido por parte del pelicastaño y luego la cortina de la bañera se abrió, los dos pares de ojos encontrándose en la penumbra, brillantes en la oscuridad.

— ¿Tú qué crees?

Zhan dudó un instante antes de acercarse a él.

—Quería hablar— susurró. Se sentó a un lado de la bañera, sobre el suelo —más bien una alfombra—, quedando al mismo nivel de altura que Yibo. El pelicastaño frunció el entrecejo, luciendo relativamente somnoliento desde esa distancia.

Rent a Boyfriend [Yizhan] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora