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Princess - Oliver Wood

Este smut esta completamente escrito por mi.

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La práctica de Gryffindor había acabado hace horas, pero tú y Oliver Wood se habían quedado hasta casi la hora de cenar. Habías estado jugando en el equipo desde tu segundo año y, aunque te encantaba el Quidditch, algo más te mantenía en el equipo.

Cuando terminaste, entraste en los vestuarios, y Oliver te siguió, como siempre. Lo miraste, esperando ver lo que estaba a punto de hacer. Caminó lentamente hacia ti, antes de empujarte contra las taquillas, era varios centímetros más alto que tú, así que tenías que levantar la cabeza para mirarlo, tenía esa sonrisa que guardaba solo para ti.

—Sabes lo que tienes que hacer— susurró en tu oído, haciendo temblar tus piernas. Te quitaste toda la ropa, hasta que sólo tenías tu bata puesta, justo como le gustaba —buena chica.

Sus manos vagaban desde tu cuello hasta tus pechos. Se quedó allí un rato, jugando con tus pezones duros. Ya podías sentir lo mojada que estabas, pero no iba a darte lo que querías. Todavía no.

Un suave gemido escapó de tus labios cuando sus manos seguían bajando, tocando tu clítoris. —No te dejé gemir— dijo, y apartaste la mirada.

—Lo siento...— Te agarró la barbilla y te obligó a mirarlo a los ojos.

—¿Lo siento qué?

—Lo siento, Capitán— te corrigió, y rompió una sonrisa llena de lujuria. 

—Eso es mejor—, dijo, y antes de decir nada más, hundió dos dedos dentro de ti, y tuvo que morderte el labio para evitar que te quejaras cuando los sacó. Los bombeaba rápidamente sin sentido alguno, el sonreía al ver tu cara totalmente consumida por el placer que te provocaba.

Saco los dedos, los miro mientras estos chorreaban por tus flujos, y los presionó contra tus labios. Abriste la boca, los lamiste, probándote sin romper el contacto visual. Oliver parecía estar disfrutándolo, ya podías verlo a través de sus pantalones.

Ya estabas temblando, y querías que hiciera cualquier cosa. Tocarte, comerte, follarte.

—Por favor, Capitán—, dijiste, y sonrió.

—¿Quieres que te coja, princesa?— Preguntó, y asientes con la cabeza —pero aún no hemos terminado. Ahora, sé una buena chica y tócate.

Cuando dijo que tus dedos bajaron hasta tu clítoris, y comenzaste a trazar círculos, mordiendo tus labios para evitar gemidos. Oliver te miró todo el tiempo, sus ojos van desde tu cara, a tus pechos, y finalmente a tus manos que se encontraban trabajando entre tus piernas. Podías sentirlo venir, pero justo cuando estabas a punto de correrte, habló.

—Detente— lo hiciste. Estabas goteando, y tus piernas temblaban esta vez —Bien. Ahora, nena, quiero que te quedes quieta— Obedeciste.

No te moviste cuando empezó a quitarse la ropa, hasta que sólo llevaba la interior. No importa cuántas veces lo hayas visto, el tamaño de su longitud siempre te ha sorprendido. Se quito también los calzoncillos blancos, y empezó a tocar su polla dura lentamente.

—¿Lo quieres?

—Sí, Capitán— dijiste, tu voz temblando, lo necesitabas dentro de ti en ese momento.

—Bien, pero primero...—, dijo, agarrando algo de los bolsillos de sus pantalones —Te traje un pequeño regalo— Lo que tenía en sus manos era una varita de oro que parecía ser del tamaño de un gran cepillo de maquillaje. Tiro sus vaquero al suelo, y sin una advertencia, lo puso dentro de ti mientras se arrodillaba. Podías sentir su cálida presión cuando dijo una palabra clave, y la varita comenzó a vibrar.

—Gime para mí, princesa— dijo de pie, y lo hiciste. Intentaste mantenerte tan bajo como pudiste, pero la varita y sus manos jugando con tus pezones duros no estaban ayudando.

La parte baja de tu abdomen cosquilleaba por el temblor en tu humedad, haciendo que tus ojos se cerraran mientras disfrutabas del placer continuo.

Terminaste con un gemido fuerte y tuviste que aferrarte a los casilleros para no caer al suelo. Te sacó la varita y la apagó.

—¿Te gustó?

—Sí, capitán— dijiste, jadeando.

—Bien, ahora... Inclínate— Lo hiciste, poniendo las manos en los casilleros. Te tocó un poco el trasero, antes de deslizar su gran polla dentro de ti. Un fuerte gemido escapó de tus labios, y se río del poder que tiene en este momento.

—¡Más rápido, Capitán!— Dijiste, entre gemidos. Y fue más rápido. Te follo tan fuerte que ya podías sentir cuánto dolería más tarde, y por el maldito infierno, lo estabas disfrutando. Tus paredes se fueron aferrando más a la longitud de Oliver, y tus rodillas comenzaron a debilitarse.

—Córrete para mi, princesa— dijo con una voz áspera, y eso fue todo lo que necesitaste para terminar. 

Pero él aún no había terminado. Después de unos cuantos empujones, sentiste su líquido caliente llenándote que a la vez se mezclaban con tus juegos, deslizándose por tus piernas.

—Buen trabajo, nena— dijo besándote mientras salía de ti —nos vemos mañana.

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