V. Disfraz

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Mayo se despidió despacio y junio llegaba con timidez, arrullando con sus vientos, avivando mi sentir. No podía engañar a nadie, el mes, el tiempo no tenía ni voz ni voto en mis emociones con respecto a Arango: era difícil no fijarme en ella, no dejarme embelesar por su risa, por su alegría, por la autoridad con la que dirigía. Me quemaba el contenerme, hacer de cuenta que cada vez que me abrazaba, me acariciaba o se apoyaba en mí no sentía miles de corrientazos. Que no deseaba que aquellas muestras de afecto fueran por otra razón. Odié y amé su predilección al contacto físico al igual que lo hice con no portar la gran venda que tenía antes.

Estaba justo en esos momentos contradictorios: con Cielo recostada en mis piernas, en el cuarto de descanso. Yo había terminado mi turno, ella debía quedarse, pues Cardona no vendría esta noche, y al buscar un momento de descanso aprovechó para usarme de almohada, esto tenía sus ventajas, podía observar su perfil con todo el descaro que me diese la gana. Conté sin éxito sus pecas, percibí leves arruguillas en el contorno de su ojo que se reforzaban cuando le mostraba al mundo su sonrisa preciosa. Toqué, sin hacerlo, sus pestañas claras y me dejé embrujar por los latidos de su arteria que hacían vibrar la piel blanca de su cuello.

Se estaba quedando dormida, lo notaba en su respiración, así que estaba ajena a mi escrutinio, como lo estaba cada día a lo que despertaba en mí.

Dejé por esta vez que mis manos hiciesen lo que llevaban anhelando y peiné su precioso cabello con los dedos, soltando su trenza, dejándome dominar por el olor que desprendía. Ella murmuró un par de veces, mas fue imposible entenderle, se veía tranquila, por lo que supuse que mis caricias no incomodaban su sueño.

El ingreso de un médico detuvo mi labor, no obstante, al comprender que no hacía nada extraño la retomé, creo que él a duras penas se daba cuenta de nuestra presencia, pues su cansancio evidente no es que le dejase pensar de más. El personal de salud sin duda está bastante infravalorado y necesita más de los “beneficios” que se le ofrecen, sin embargo, qué se le puede hacer si son pocas las personas que en realidad ven lo delicado del asunto.

Deje aquel pensamiento atrás, volví a enfrascarme en la mujer que descansaba sobre mí. Me sentí a gusto con los dedos entre su melena, deslizándolos paulatinamente. Noté que la piel de Cielo se erizó y busqué con la vista una manta. Estaba a los pies de esta, mas, si me estiraba podría despertarla, no deseaba aquello, necesitaría de todo el descanso que pudiese tener en el momento para afrontar el próximo turno, por ello, me retiré la chaqueta que llevaba para arroparla. La mayor parte de su cabello quedó bajo esta, sólo un mechoncito se rebeló, regalándose a mí, con este entre mis dedos, descansé la cabeza en el respaldar del sofá, dejando que por un momento se me cerrasen los ojos.

El momento resultó ser horas, cuando los abrí estaba sola en el sofá, con la chaqueta cubriéndome el torso, con el cuello desencajado y el cabello revuelto. Alguien ingresó al espacio cuando me estiraba. Una risilla me hizo girar en dirección al umbral de la puerta, ganándome un quejido de los pobres músculos contraídos.

—Te ves linda al despertar.

—Ja, ja —sabía que se estaba burlando, intenté atusarme el cabello con una mano; mientras que, con la otra sostenía aun el cuello maltrecho.

—Deja —no comprendí a qué se refería hasta que retiró mis manos de forma suave de los dos lugares. Primero me peinó como horas antes lo hice yo con ella, luego masajeó mi cuello, mis hombros de forma lenta. Tenía clarísimo que lo hacía sin segundas intenciones. Sólo deseaba ser útil, sin embargo fue demasiado sentir sus dedos acariciándome así, colándose un poco por la camisa blanca.
Le agradecí separándome un tanto para dominarme.

—Te iba a despertar, pero estabas tan profunda que me dio pesar —volvió a dejar sus manos en mi cabello, terminando de domarlo.

<<No me hagas eso>>. Pensé, para ella solo eran caricias tiernas, cosa que no eran para mí, pues su proximidad me estaba afectando.

Mil CielosWhere stories live. Discover now