XI. Cobardía

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Estoy aquí, aferrada a esa remembranza, martillándome la cabeza con su voz, con parte del relato de su abyecto vínculo con su ex esposo, de aquel que creía tan imbécil —ahora de forma más profunda —del que en este momento soy consciente de que me parezco en exceso por huir, por permitirme perder a alguien maravilloso, por alejarme de un ángel de ojos azules, de cabello borgoña, cara de muñeca y corazón con temores pero en exceso bondadoso que se abría ante mí.

Regresa a mí su tono de voz tranquilo, su silueta desnuda tumbada boca abajo en la cama, su piel expuesta, tersa, que en ese momento recorría despacio con la yema de los dedos, esa que minutos atrás estaba sobre mí, deshaciéndome en caricias, perdiéndose con la mía, moldeando mis contornos, robándome latidos.

Recuerdo que el relato comenzó por una mini discusión sobre quién era más suave, que se desvió al tema de su ex porque dije que tocarla era como una droga, que no me refería sólo al ámbito sexual, que era el simple hecho de poder acariciar su melena o sus dedos, porque así era para mí y no me cabía en la cabeza —aun no lo hace para ser sincera— como para los demás no, cómo no tenían esta necesidad con la que se carga mi ser al tenerla cerca, o lejos, porque a pesar de los kilómetros que nos separan, tengo estas absurdas ansias de sentir su piel, aunque sea un momento, aunque sea un trozo. Luego, aquella tarde vino un suspiro acompañado de mis caricias continuando el alucinante camino por su espalda y fue cuando toqué un nidillo de pecas cerca de su hombro izquierdo que su voz llenó la estancia.

—Hace tanto que no disfrutaba de esto —la almohada ahogaba parte de su tono —: de la tranquilidad, de la seguridad, del placer de sentirse a gusto con otra persona de forma tan íntima.

Tengo la imagen aun de su espalda más cerca al inclinarme para besar el centro de esta, de cómo mi cabello le hizo cosquillas al rozar su piel, de cómo su risa llegó a mis oídos. Sé que le pregunté si había sido así con su ex marido, y me dijo que no, que hablaba de un ex novio que tuvo a los diecinueve años, sin embargo, algo en sus propias memorias le hizo decidir hablarme de Jonathan en lugar del otro hombre nombrado.

—Con él nunca me sentí del todo cómoda. Le gustaba a mis padres, le gustaba a Sofí, los trataba bien y era en exceso dedicado a ellos, no obstante siempre supe que faltaba algo. Conmigo, al principio también tenía la fachada de novio atento, cordial, esa poco a poco  comenzó a perderse, se fue volviendo atípico, antipático, posesivo. Eso fue al inicio de nuestro matrimonio y en mi ingenuidad pensaba que era algo normal, que se le pasaría, que dedicarme más al él haría que volviese a ser el de antes, el que irónicamente no me llenaba por más que lo prefería, sobra decir que eso nunca pasó.

Noto de nuevo entre la bruma de la ensoñación, como se da la vuelta dejando ahora a mi disposición su abdomen surcado por una cascada de hebras rojizas, al igual que sus pechos los cuales no dudo en comenzar a acariciar de forma superficial, pausada, al igual que lo hacía antes con la perla escondida de su espalda.

—Creo que se proyectaba en mí, proyectaba sus infidelidades en mí y por eso comenzó a ser cada vez más posesivo, más celoso. En ese momento yo no tenía idea aun de que me tenía de venado —cierro los ojos sintiendo aquella vibración de su vientre bajo que provocó la risa que soltó gracias a sus palabras. Evoco cómo observé su rostro, cómo encontré que hacía lo mismo con el mío, como su mirada tierna me llevaba a sentir que el estómago se me encogía. Soy presa del fantasma de su mano en mi mejilla, del beso que dejé en esta de forma prolongada mientras seguía hablando —. En definitiva él no llegó a darme ni la mitad de lo que tú me das, Lu. Es más, nunca, nadie me ha dado lo que tú me das —veo como se acerca, como sus labios toman el lugar de su mano y abro los párpados para evitar que lo siguiente llegue a mi mente, por más que sea inútil, sus palabras flotan en mi cabeza, el reflejo de su rostro se pierde en las baldosas frente a mí, no obstante su "te quiero tanto" me sacude por más que huya de él y los ojos se me llenan de lágrimas. Lágrimas que describen la pérdida, mi cobardía y la rabia que siento conmigo cada día, la ira que aunque sea en vano, a pesar de que él no tenga mayor culpa y yo lo sepa, cargo contra su difunto ex.

Mil CielosWhere stories live. Discover now