CAPÍTULO 8

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Jasper

Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando su mano desapareció en medio del aire. Se movió arrastrándome consigo y nos hizo desaparecer juntos. 

Un campo de invisibilidad. 

Un campo de invisibilidad que ocultaba una enorme extensión de terreno delante de mis ojos. Sentí aún más sorpresa al ver la modesta pero preciosa cabaña de madera en medio de esa extensión de pasto. 

Valery no soltó mi mano cuando me guio hacia la construcción. El lugar estaba lleno de plantas y flores que hacían de patio delantero para la cabaña. Nos detuvimos justo frente al porche, tenía un sillón mecedor en una de las esquinas y una mesa de fuera con sillas en la otra. Diferentes gamas de azul decoraban todo el lugar.  

Me soltó para dirigirse al sillón mecedor y desparramarse, se movía con la familiaridad de quien ha estado allí más veces de las que podía contar. Su mirada sonriente e ilusionada me impedía fijarme en el resto de las cosas a mi alrededor pero hice un esfuerzo al notar que no me había movido de mi lugar.

Subí al porque y pude notar que la puerta estaba abierta y una ventana con cortinas celestes dejaba ver el amplio interior de la cabaña. 

-¿De donde salió todo esto?- pregunté jugando con las hojas de unos rosales que adornaban la ventana, rosas de un azul intenso crecían entre las hojas verdes y espinas filosas. 

Ella se encogió de hombros y la vi tomar un libro que había en una mesita delante del sillón. Lo abrió y ojeó la pagina en la que se había quedado.

-Lo hice yo- contestó sin mirarme-. Pasa si quieres.

Dudé un segundo y luego entré. El lugar tenía toda la personalidad de Valery. El azul parecía ser la única paleta de color que había empleado y la había combinado asombrosamente bien con la madera de los muebles. Había una biblioteca enorme en el salón y parte de la sala de estar, un televisor y una consola estaban apagadas frente a un sillón que parecía tan cómodo que gritaba que te sentaras en él. 

Cada pequeño detalle parecía haber sido planeado a la perfección, era acogedor y con personalidad. Era el lugar de Valery. 

Pude ver la puerta abierta de una habitación que parecía tener un vestidor gigante y mucho más azul, había otras dos puertas pero estaban cerradas y no me animé a abrirlas. Al llegar a la cocina me invadió una sensación hogareña.

Aunque no se estuviera cocinando nada, podía olerse el suave dulzor de dulces caseros. Sonreí divertido al ver un dispencer de golosinas tras otro, confites, gomitas de cuatro tipos diferentes y caramelos. 

Había una puerta doble con cristalera que daba a un patio con paisajismo, allí el color predominante cambiaba abruptamente a rojo. Se sentía como salir de un invierno eterno para encontrarse en un otoño precioso y cálido. 

-El color favorito de mi hermana era el rojo- dijo apareciendo a mi lado- quería algo que me recordara a ella. 

La miré en silencio, se había apoyado en el marco de las puertas que daban al exterior y le vi algo parecido a dos copas de vino en la mano. 

-Esto es precioso Valery- dije sin poder dejar de mirar a mi alrededor, había plantas que nunca antes había visto y eran hermosas. 

-Algunas de ellas las hice yo, mis favoritas son esas- dijo señalando con el mentón un rosedal de flores rojas cómo la sangre, o eso parecían porque al acercarme pude ver pequeños diamantes en el centro de cada una y sus pétalos aterciopelados se abrían cómo la falda de un vestido. 

-Algo extravagantes, ¿no lo crees?- sugerí con una sonrisa. 

Ella dirigió su mirada a las flores y se encogió de hombros. 

Valery (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora