Capítulo Cuarentainueve. - Un día realmente nefasto.

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Alice se encontraba en el Gran Comedor, tratando de ignorar el dolor y el sangrado que estaba sufriendo su mano después de haber pasado toda la tarde anterior escribiendo «No debo decir mentiras.» Lo había pasado pésimo puesto que era obvio que Umbridge se estaba vengando por lo que había sucedido en Adivinación. Además, el que Harry volviera a estar castigado no ayudaba mucho. A Alice le preocupaba que eso solo hiciera que Harry se sintiera más enojado y apartado de todos.

Harta de estar pensando en el dolor, decidió levantarse e irse al aula de transformaciones. No había nada que pudiera hacer. Cuando ya estaba saliendo del Gran Comedor escuchó a Angelina comenzar a gritarle a Harry. Alice no pudo soportarlo y camino hacia Angelina.

— ¡Oye! Bájale cien rayitas a tu personalidad. No puedes estarle gritando de esa manera a Harry. — se puso frente a Harry de forma protectora.

— ¡ESTO NO TE INCUMBE!

— ¿Ah, no? — Alice se cruzó de brazos y frunció el ceño. — Veinte puntos menos para Gryffindor. Por hacer una escena en el Gran Comedor y gritarle a un prefecto.

— ¡NO PUEDES HACER ESO! — gritó Angelina mientras empujaba a Alice.

Todo se movió en cámara lenta. Cuando Alice sintió el empujón se movió por puro instinto. En cuanto se había dado cuenta su puño se encontraba impactando el rostro de Angelina. El Gran Comedor se quedó en absoluto silencio. Alice apretó sus puños y chasqueó la lengua mientras veía como Angelina la veía con odio desde el suelo.

— Veinte puntos menos para Slytherin por golpear a un compañero. — masculló. En definitiva, le enfermaba el tener que perder puntos por algo que sentía que era correcto. A pesar de que fuera en contra de las reglas.

Cuando Alice comenzaba a calmarse la profesora McGonagall se acercó a ellos desde la mesa de profesores.

— Señorita Johnson, ¿cómo se atreve a montar semejante escándalo en el Gran Comedor?

— Pero profesora... Han vuelvo a castigar a Harry y...

— ¿Qué pasa, Potter? — preguntó la profesora McGonagall con enojo dirigiéndose a Harry. — ¿Te han castigado? ¿Quién?

— La profesora Umbridge. — masculló esquivando los negros y pequeños ojos de la profesora McGonagall, que lo taladraban a través de las gafas cuadradas.

— ¿Estás diciéndome que, después de la advertencia que te hice el lunes pasado — dijo, bajando la voz para que no la oyera un grupo de curiosos de Ravenclaw que tenía detrás — has vuelto a perder los estribos en la clase de la profesora Umbridge?

— Sí. — confesó Harry mirando al suelo.

— ¡Tienes que aprender a controlarte, Potter! ¡Estás buscándote problemas! ¡Cinco puntos menos para Gryffindor!

— Pero... ¿qué? ¡No, profesora! — se rebeló Harry, furioso ante aquella injusticia. — Ya me ha castigado ella, ¿por qué tiene que restarme puntos también?

— ¡Porque por lo visto los castigos no surten el más mínimo efecto! — exclamó la profesora McGonagall de manera cortante. — ¡No, Potter, no quiero oír ni una palabra más! ¡Y usted, señorita Johnson, haga el favor de reservar en el futuro sus gritos para el campo de quidditch si no quiere perder la capitanía del equipo! ¡Y señorita Costello, esta tarde la quiero en mi oficina! Se ha ganado un castigo.

— No puedo. Tendrá que esperar hasta la siguiente semana.

— ¿Cómo que no puede?

— Tengo castigo con Umbridge.

Dos caminos, un mismo destino.Where stories live. Discover now